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Ante sus narices. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 35-37

EVANGELIO
¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 35-37

En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:
«¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice:
«Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies».
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»
Una muchedumbre numerosa le escuchaba a gusto.

Palabra del Señor.

Ante sus narices.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

A los Escribas les cuesta entender a Jesús porque, a pesar de tanto estudiar, por su dureza de corazón, no podían ver a Dios. A nosotros nos puede pasar igual, que por mirarnos con los ojos de la carne, no seamos capaces de ver en nuestro amor el Sacramento. Que todo lo que le hagamos al esposo, a Cristo se lo hacemos. Es tener los ojos puestos en el cielo, en el Padre.

Si mi corazón está endurecido, puede que no sea capaz de ver una realidad muy evidente aunque la tenga delante de mis narices. Por eso, si alguien me habla de Dios con palabras o con su ejemplo, debo estar abierto a descubrir nuevas cosas que Él me quiera transmitir a través de los demás, especialmente a través de mi esposo.

Un caso real

Ella se casa con él, a pesar de que todos, incluido su padre, se lo desaconsejan. Él marido es una persona muy particular y difícil en el trato, por no hablar de su mal carácter. Pero ella estaba convencida de que era la voluntad de Dios conseguir que él se convirtiera. Todo el mundo vaticinaba el fracaso matrimonial.

Efectivamente. Él se dio al juego, y cuando volvía a casa vociferaba y se quejaba, incluso alguna vez llegó a pegarle. Pero ella jamás se quejó ni criticó a su marido, porque tiene claro que lo suyo es una misión divina (como la de todos aunque no lo reconozcamos).

Comulgaba diariamente y esto le daba la vida, y dedica gran parte de su tiempo a obras de caridad a pobres y enfermos. Pero sobre todo, sigue amando a su esposo con el objetivo de conseguir su conversión. Incluso utiliza instrumentos de penitencia. A pesar del cariño que ella ponía en todo lo que hacía, él no era capaz de ver la obra de Dios a través de ella, que sufría mucho por él, y cuando alguien intentaba consolarla, respondía quitándole importancia y diciendo: “Dios lo quiere así”.

Su esposo va a peor, y le quiere impedir incluso ir a comulgar por la mañana, aduciendo que tiene que llevarle una taza de manzanilla justamente a esa hora. Tampoco le quiere dejar ir a confesar. Aún así, ella se las ingeniaba para ir. Un día, llegan los del juzgado para resolver un asunto de una deuda de su esposo como sea. Estaba en juego su dignidad, y ella resuelve ir rápidamente y pagar la enorme deuda con sus bienes ante el asombro y casi indignación del personal de servicio. Y su esposo como si nada…

Y así año tras año. A los 20 años de casados, el esposo, Don Joaquín, por fin pide perdón a su esposa Doña Carmen, y quedó transformado totalmente actuando con ella con una mezcla de sentimiento por lo que le había hecho sufrir, y agradecimiento, hasta el asombro. Fue el esposo de la Beata Madre Carmen, que a pesar de vivir con una santa, no fue capaz de reconocer a Dios en ella por la dureza de su corazón.

Madre,
No nos cansamos de leer este testimonio, porque es la esperanza del milagro del matrimonio, cuando parece que ya no hay esperanza. En ti confiamos. Bendita seas, Madre.

Feliz de verle amar así. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 26, 36-42

EVANGELIO
Mi alma está triste hasta la muerte
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 36-42

Jesús fue con sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y le dijo:
«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo:
«Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».
Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
«¿No habéis podido velar huna hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

Palabra del Señor.

Feliz de verle amar así.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy celebramos que Jesucristo es Sumo y Eterno Sacerdote. Es el elegido de entre los hombres para ofrecer dones y sacrificios al Padre en favor de los hombres, por sus pecados.
Dios es tan bueno, tan hermoso, tan generoso… Cuando me encuentro con una persona buena y generosa, que me entrega mucho de sí y de su tiempo, siento la necesidad de corresponderle. Si hay una Persona que me lo ha dado todo, hasta el extremo, se merece que le entregue mi vida. Pero si además le he fallado una y otra vez, no puedo compensarle. Cristo, el único inocente, se entrega por mí. No sé cómo no se me parte el alma de contemplar cómo Cristo siente una tristeza en su alma hasta la muerte por culpa de mis pecados.

Estoy absolutamente en deuda con Dios. Tengo que dedicar mi vida a alabarle, a ofrecerme por Él desde mi vocación de esposo, unirme a Su sacrificio y colaborar hasta donde puedo en la salvación del mundo, por esos otros que no se ofecen a Él. Lo hago gustoso ¿Qué menos?

Una historia:
Podríamos definir a María como la generosidad en persona. Era toda una señora. Tenía una enorme fortuna que había conseguido por sí misma, pero nunca pensó en ella. Nunca se vanaglorió de sus riquezas.
María rescató a una niña pobre, de una barriada del extrarradio de la ciudad. Sus padres la habían abandonado, porque no tenían medios. La Sra. María, la acogió en su casa, y la cuidó como una hija. Le dio su apellido, la vistió como una señorita, la alimentó día a día y le dio una educación. Le hacía vestidos a medida con sus propias manos, le enseñaba modales… hasta que la convirtió en una gran mujer. Aquella niña, Mercedes, había cumplido ya los 18.

Mercedes nunca fue muy consciente de lo mucho que había recibido de su madre adoptiva. La verdad es que nunca le dio las gracias. Más bien al contrario. Siempre se estaba quejando, como si todo le pareciese poco. Despreciaba a María y se mofaba y le criticaba ante sus amigas. Decía que era una pesada y le molestaba que siempre estuviese pendiente de ella.

María tenía un hijo varón, que estaba estudiando en el extranjero. Cuando acabó sus estudios, volvió a casa de la madre. Luis, el hijo de María, que prácticamente no había convivido con Mercedes, al verla ya hecha una jovencita, se enamoró perdidamente de ella. Mercedes por su parte, pasaba de Luis, y había decidido marcharse de casa e irse lejos de María, en cuanto cumpliese los 18. Estaba preparándolo todo para marcharse, cuando Luis le salió al encuentro y le dijo: Mercedes, no te mereces todo lo que te ha entregado mi madre. Te lo ha dado todo y tú, a cambio, le has hecho mucho daño. Todos tus reproches le han afectado gravemente a la salud, y está muy delicada. Si te vas, le vas a dar la puntilla. Yo quiero muchísimo a nuestra madre, y estoy enamorado de ti. Cásate conmigo y prometo dartelo todo, hagas lo que hagas. Cásate conmigo aunque no me quieras, porque yo sí te querré para siempre, y mi madre se sentirá feliz de vernos juntos.

Mecedes se casó con Luis, y cómo no, le hizo la vida imposible. Le fue infiel con todo el que pudo, se reía de él, decía que era tonto por haberse enamorado de ella. Y siempre que podía, le robaba dinero a su madre. A menudo le ignoraba y no le dirigía la palabra en todo el día. A veces desaparecía durante meses y Luis no sabía ni siquiera donde estaba ni con quién. Pero cuando volvía a casa, él la acogía con cariño. Siempre con una sonrisa, porque su Madre, la que le había dado todo, estaba feliz de verle amar así.

Si esta historia te parece dura, mucho más lo es la nuestra con el Padre y con Cristo Esposo.

Madre,
Hasta que no lleguemos al juicio final, no descubriremos lo injustos que hemos sido con Dios. Jesucristo sufrió por nuestros pecados de esa manera tan atroz, como nos cuenta el Evangelio. No somos conscientes de lo que le estamos haciendo. Yo Madre, quiero unirme a Él, para darle un poco de consuelo. Ayúdame, Madre. Alabado sea el Señor que tanto nos ama. Alabado sea el Sacerdote eterno. Amén.

Libres del malvado Asmodeo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 18-27

EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano».
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y resuciten ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les respondió:
«¿No estáis equivocados, por no entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».

Palabra del Señor.

Libres del malvado Asmodeo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En la primera lectura, se relata cómo Sara, desesperada y triste porque llevaba siete maridos y los siete habían sido muertos por un demonio antes de consumar su matrimonio, le pide a Dios que le escuche. Y Dios le escucha y le salva del demonio Asmodeo, enviándole al Arcángel Rafael y con él a Tobías, que se convertiría en su esposo.
Así que ya sé cómo se llama uno de los demonios que va contra el matrimonio: Asmodeo. Y ya sé cómo librarme de él: Pidiéndole clemencia al Señor.

Hoy en el Evangelio, vemos cómo nuestra unión permanecerá después de la muerte, porque Dios no es Dios de muertos. Pero nuestra unión ya no será en matrimonio, sino que seremos totalmente uno en Cristo, por el Espíritu Santo.

Marga: Pablo, no quiero separarme jamás de ti.
Pablo: Ni yo de ti, Marga.
Marga: Desde que el Señor nos salvó de ese demonio que tanto nos hizo sufrir, desde que tuvo misericordia con nosotros y escuchó nuestras oraciones, te siento tan unido a mí… no concebiría vivir sin ti.
Pablo: Ni yo. Me da pavor pensar que me dejases aquí solo en este mundo. Y más pavor aún pensar que nunca más volviera a estar contigo.
Marga: Pero el Señor es grande. Él es amor y no permitiría que estuviésemos separados. Él entiende de amor y sabe lo que sufrió cuando se sintió como si el Padre le hubiese abandonado.
Pablo: Pero en la otra vida no existe el matrimonio.
Marga: Ya, pero existe algo más grande. Existe una unión plena. ¿Te imaginas? Algo inmensamente más grande y más gozoso que lo que estamos viviendo tú y yo. Ya no habrá caídas, no habrá dolores, ni cruces, ni enfermedades, ni tristezas. Nada más que un gozo pleno, estando tan juntos que seremos uno para toda la eternidad, con Dios.
Pablo: Por ese premio, sí que merece la pena esforzarse. Prometo luchar por conseguirlo, con todas mis fuerzas.
Marga: Y yo, también, prometo luchar por conseguirlo con todas mis fuerzas.
Pablo y Marga: Dios es grande. Alabado sea. ¡Aleluya!

Madre,
Desde luego que la recompensa será grande en el cielo. Protégenos y ayúdanos a alcanzarla juntos, y que arrastremos a nuestros hijos. Gloria a Dios en el cielo y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad. Alabado sea el Señor que tanto nos ama.

Quizás mañana… Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 13-17

EVANGELIO
Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17

En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?».
Adivinando su hipocresía, les replicó:
« ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea».
Se lo trajeron. Y él les preguntó:
«¿De quién es esta imagen y esta inscripción?».
Le contestaron:
«Del César».
Jesús les replicó:
«Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Y se quedaron admirados.

Palabra del Señor.

Quizás mañana…
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los Zelotas, consideraban un problema de conciencia pagar los impuestos, porque era como no reconocer al Dios de Israel. Por tanto, si Jesús decía que debían pagarse impuestos, se los pondría en contra. Sin embargo, si decía que no se pagasen, podía ser denunciado por revelarse contra las autoridades romanas. La pregunta era toda una trampa, pero Jesús, con su sabiduría, les deja perplejos. “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué nos enseña Jesús con esta frase magistral?

En la vida tenemos que bregar con las cosas de este mundo. En la familia hay cuestiones mundanas que atender, y de las que no podemos inhibirnos. Hay que vestirse, asearse, tener un orden, hay que poner normas en el hogar… Y muchas de estas cosas, no tienen que ver directamente con Dios, pero deben ser atendidas para el buen funcionamiento familiar. El Señor quiere que estemos en este mundo, participando de él, pero sin pertenecer a él. A Dios lo que es de Dios, y nosotros le pertenecemos. Esta es la parte de la historia es la que se puede estar dejando de lado hoy día en nuestros hogares y de ahí vienen los fracasos y las crisis familiares. Al acabar el día ¿Le he dado a Dios lo que es de Dios?

Una historia:
El Señor: Otra vez se ha acostado Rosa sin acordarse de mí. Le he dado la vida hoy, le he protegido haciendo caer el vaso de leche de la niña para que saliese más tarde y no se viese implicada en el accidente de la autovía. He movido el corazón de Raúl, su esposo, para que se compadeciera de ella y la consolara en el dolor que está viviendo con su amiga Raquel, que la ha ofendido. A él también lo dejó un poco triste anoche, cuando llevaba todo el día esperando para estar un rato con ella, y se acostó sin decirle nada, y cuando llegó él se encontró que ya estaba dormida. Le he ayudado en su trabajo y le he inspirado para que recibiera hoy un reconocimiento. He consolado a su madre, porque había quedado en llamarle y no le ha llamado… He estado todo el día con ella, pero ella no se ha acordado de mí. Lo siento porque mañana va a estar más angustiada y más estresada. No podrá tirar del día si no recibe la paz que yo quiero darle. Eso es lo que me duele, que no cuente conmigo, porque me necesita mucho y yo quiero ayudarla. Pero no me deja. También necesita de su esposo más de lo que se cree. Si contasen más el uno con el otro tendrían un equilibrio que no tienen, y una relación mucho más hermosa. Buenas noches, Rosa. Quizás mañana… te espero.

Madre,
Dios es el Creador de nuestras vidas y de nuestro matrimonio. ¿Cómo es posible que sigamos sin dedicarle el tiempo y la atención que deberíamos? Es por nuestro propio bien, por nuestro equilibrio emocional, sicológico, por llenar nuestro corazón de amor para poder entregarlo. Y seguimos sin prestarle la debida atención. Pero hoy tomamos otra vez más conciencia, con la esperanza de no volvernos a olvidar jamás de eso que cada día tenemos que entregarle a Dios, porque es Suyo. Alabado sea el Señor por siempre. Amén.

Con esmero y cariño. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 1-1

EVANGELIO
Agarrando al hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 1-1

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías. Les envió de nuevo otro criado; a este lo descalabraron e insultaron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “ Respetarán a mi hijo”.
Pero los labradores se dijeron:
«Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia».
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?».
Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

Palabra del Señor.

Con esmero y cariño.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio nos habla de lo que San Juan Pablo llama la “hermenéutica del don”. Consiste en que hay un Dador de todo (el Creador) y nosotros no somos sino meros administradores de Sus bienes. Él me dio a mí mismo como un don para construir Su reino, y me dio un esposo, para construir una comunión a Su imagen, y a los dos nos dio hijos, para construir una familia a imagen de la Trinidad. Y me dio trabajo para colaborar en la construcción de este mundo, y me incorporó a Su Iglesia para evangelizar… Todo con el objetivo de dar mucho fruto para Él, invertir Sus dones y llevarle las rentas. Un mundo mejor, más unión, más enamorados del Señor.

¿Y en qué estoy invirtiendo Sus dones? ¿En eso?

Una historia:
El Padre: A Jaime le voy a dar inteligencia, para que llegue a comprender mis cosas, y pueda hacérselas entender a su familia y a otros. Le voy a hacer una esposa, Ana, que tenga mucho corazón, para que no se vuelva muy racional, y se le endurezca el corazón. Y a Ana, le doy a Jaime, para que le ayude a poner las cosas en su justa medida, y le ayude a profundizar también en la verdad.
Ana: Jaime, necesito hablar contigo. Lo estoy pasando mal últimamente. No te siendo cerca.
Jaime: Ayer estuvimos todo el día juntos.
Ana: Sí, en casa de tus padres. Pero yo necesito nuestros ratos de intimidad.
Jaime: Es que no tengo tiempo. Esta mañana me fui a correr, ya sabes que lo necesito para descargarme del peso del estrés que me provoca el trabajo. Y esta tarde, necesito descansar, no pensar en nada. Mañana tengo un día duro en la oficina y tengo que estar al 100%.
Ana: Jaime ¿Cuándo voy a ser tu prioridad?
Jaime: Ya lo eres, cariño. Me sacrifico mucho por ti. Trabajo mucho para sacaros adelante.
Ana: No Jaime, no te tengo. Rézalo.
Jaime (Una semana más tarde): Ana, lo he rezado. Tenías razón. Se me estaba subiendo el ego a la cabeza y estaba dedicado a trabajar para mis éxitos y mi vanidad. Yo tengo un tesoro contigo, y voy a centrarme en la misión que Dios pensó para mí. Me dijiste que me necesitabas ¿no? Pues aquí estoy. Te amo. Cuéntame…
Ana: No, Jaime. Yo también estaba pensando en mí. Hablemos los dos, estemos más unidos.
Jaime: Me encanta la idea. Gracias Señor, por mostrarnos el camino.

Madre:
A veces no reconocemos la belleza que Dios ha puesto en nosotros y a nuestro alrededor con tanto esmero y cariño. Nos quejamos demasiado y nos centramos en lo que hacemos sin darnos cuenta de que sin Él no seríamos nada. Bendícenos Madre, para que seamos fieles a la misión que nos ha encomendado y demos mucho fruto. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.