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El “sello” de Familia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 31-35

EVANGELIO
El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice :
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor.

El “sello” de Familia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Hermano de Cristo? Ya lo soy. Cristo ha establecido una unión que es más fuerte que la unión carnal, es la unión en el Espíritu. Yo me puedo hacer muy amigo de mi esposo, pero sólo el Espíritu nos puede hacer uno.

Por tanto, por el sacrificio de Cristo, que nos deja el sacramento del bautismo, yo soy hijo del Padre, y hermano del Hijo. Pero una cosa es lo que soy y otra muy distinta cómo me comporto. Unos hijos educados, muestran algo de sus padres, por la inversión en la educación del niño, el nivel cultural de la familia, etc. El comportamiento de un hijo habla de su familia. Algún padre habrá dicho más de una vez “Hijo, no pareces hijo nuestro”. Pues de eso se trata, de comportarme como lo que soy, que parezca hijo de Dios.

Es el Espíritu de la Verdad, que informa la vida. Nos hace vivir una vida nueva, en un mundo nuevo, desde un enfoque diferente. Alguien que “sella” nuestra vida, nuestra forma de ser, nuestro compromiso, nuestras prioridades. Es el “sello” Familiar.

Pues ese mismo Espíritu de Jesús, es el que conduce nuestro matrimonio, y lo hace nuevo, distinto. Nos hace querer más, un matrimonio sagrado, la unión de dos hijos de Dios en Cristo. Eso no es humano, es Divino. Dos esposos que se empeñan en acercarse a Dios para acercarse mutuamente, que escuchan a Dios para discernir sus decisiones y que éstas coincidan, que no se fían de sí mismos y obedecen a Dios para no equivocarse de camino. Es la obra del Espíritu Santo por nuestro sacramento.

Madre,
Que escuchemos siempre la Palabra y sepamos discernir la voluntad de Dios, y nos esforcemos en cumplirla. Esto nos permitirá formar parte de Vuestra Familia y tener el mismo Padre, la misma Madre, el mismo Hermano mayor. Pertenecer a la misma Familia nos hace “mamar” la misma sabiduría, comprendernos mejor, une nuestros proyectos y nuestras ilusiones. Poco a poco el Espíritu de la Familia nos va haciendo uno. Gracias Señor por este inmenso don de darnos la oportunidad de ser tus hermanos. Gloria a ti por siempre.

Cómo dominar al forzudo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 22-30

EVANGELIO
Satanás está perdido
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:
« ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra si mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

Cómo dominar al forzudo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Un matrimonio dividido no puede subsistir, ni la familia a que han dado origen, obviamente. De siempre se ha dicho, que la unión hace la fuerza. La desunión debilita. ¿Qué me desune a mi esposo?.

Hay un forzudo en mi interior, que debo atar para que el Espíritu pueda entrar y gobernar mi vida. El forzudo es mi yo, que reclama atenciones, que se justifica, que se queja, que está pendiente de sí mismo, de su dolor, de las injusticias que se cometen contra él… todo esto es lo que crea división.

Ya lo decía San Juan Pablo II. El pecado produjo una división entre cuerpo y alma. Mi cuerpo tiende hacia el mundo y mi alma hacia Dios. Si alimento mi cuerpo, lo hago más fuerte y vence. Si debilito mi cuerpo, mi alma se hará más fuerte y vencerá en la batalla interior. Así dejaré espacio al Espíritu para que me impregne del amor esponsal de Cristo.

Es el Espíritu quien lo hará, y tengo que confiar en que lo hará, o de lo contrario estoy perdido. Es el pecado contra el Espíritu Santo, pues si lo rechazo no podrá ayudarme. Por eso la desesperanza es tan mala. Por tanto, la fe me lleva a la esperanza y la esperanza a la caridad conyugal, que es el destino que Dios pensó para nosotros. Que seamos uno. Por ello rezó al Padre.

Madre,
Hoy es el día de San Ildefonso, el primero que habló de la consagración a Ti. Él se definía como el esclavo de la Esclava del Señor. Yo también me siento así. Dame fuerzas para controlar al forzudo que hay en mi interior, dame perseverancia para debilitarlo poco a poco, conteniéndome en mis gustos, mis apetencias, en mis impulsos, para dejarle vía libre al Espíritu de Dios. Preparad el camino al Señor, decía Juan Bautista. Madre, vuestro soy, para vosotros nací, ¿Qué queréis hacer de mí?. Hágase. Amén.

No más sombras de muerte. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 4, 12-23

EVANGELIO
Se estableció en Cafarnaún. Así se cumplió lo que había dicho Isaías
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 4, 12-23

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftali, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

Palabra del Señor.

No más sombras de muerte.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Era simpático, divertido, le admiraba por su inteligencia o por su don de gentes. Era brillante, me gustaba todo de él/ella. Su mirada me cautivaba, su delicadeza o su generosidad me enamoraban de él/ella.

Hoy puede que ya no me hagan gracia sus bromas, puede que piense que se cree muy listo, y que se preocupa mucho de quedar bien ante los demás. Sólo le importa su éxito. Se ha vuelto arisco y ahoga sus miserias derrochando todo lo que cae en sus manos…

¿Qué le ha pasado desde que me enamoré de él/ella hasta ahora? Quizás la pregunta es otra: ¿Qué me ha pasado a mí, desde que dejó de ser el centro de mi vida?. Lo que me ha pasado es que vivo “en tierra y en sombras de muerte”. Si me ha ocurrido esto, necesito acercarme más a Cristo. Pero no para mirarme a mí, no para que me alivie mis sufrimientos y mi tristeza, no para que me ayude a soportar a mi esposo, no para huir de mi vocación matrimonial, no para refugiarme en Su amor Divino. Le necesito para que me dé luz. ¡Convertíos! Me dice. Tengo que afrontar mi matrimonio de otra manera, empezar a buscar en mi esposo todo lo que creía que había perdido y que ya no veo porque estaba enterrado en mí mismo. Ante las dificultades, mi esposo ha dejado de ser el centro de mi vida, de mis ilusiones, de mis esperanzas y proyectos, y he pasado a ser yo y mis necesidades, mis exigencias y mis dolores. Me he fiado de lo que yo veo en él/ella en lugar de cómo lo ve Dios, “Participación en la visión del Creador” que dice San Juan Pablo II.

¡Convertíos! Me dice el Señor. Dejo de mirarme: “No lloréis por mí” decía Él cargado con la cruz de mis pecados camino del Calvario. Que nadie llore por mí, que mi cruz no es ni una millonésima parte de la que llevó Él, y encima la llevo arrastras y quejándome todo el camino para que todo el mundo se compadezca de mí. ¡Convertíos! Me dices una y otra vez.

Dejo que el Señor entre en mi corazón. Me confieso y le pongo a Él como centro de mi vida, y vuelvo a colocar a mi esposo como centro de mis atenciones, de mi mirada. Si está Dios en mí, le veré como Él lo ve ¿no?. Poco a poco redescubro quién es, su bella fragilidad, por qué Dios le ama. Me hago consciente de su dignidad independientemente de sus fallos.

Ahora vuelvo a reír, le pido consejo porque me vuelvo a fiar de su inteligencia y me apoyo en su don de gentes para hacer más amigos. Vuelvo a verle brillar en mi corazón. Es la luz de Cristo que se refleja en él/ella. Le miro y veo los ojos de María. Él/ella se da cuenta de que vuelve a ser el centro de atención para mí, y vuelve a ser delicado conmigo, generoso, servicial…

Sí, Señor, me has llamado para seguirte siendo esposo. Lo dejo todo, todo, Señor. ¡Ya! Y te sigo amándole con todas mis fuerzas. Gracias Señor, por rescatarme. Estaba enterrado en vida y las sombras de muerte de mis malos pensamientos, me envolvían. Gracias, porque vuelvo a ver la luz, veo Tu luz en mi matrimonio. “Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117, 23-24). Gloria a Ti por siempre, Señor. ¡Aleluya!

Más allá de lo razonable. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 20-21

EVANGELIO
Su familia decía que estaba fuera de sí
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.

Palabra del Señor.

Más allá de lo razonable.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La familia viene a por Él porque se decía que estaba loco. Sin duda eran más que habladurías, porque hacer un viaje aproximado de 9 horas de ida y otras tantas de vuelta, no se hace por unos simples rumores. La actitud de Jesús debía ser lo suficientemente “obsesiva” entregándose a la evangelización y las curaciones, que sus propios familiares le toman por loco.

Y es que, basta que te tomes la fe un poco en serio, para que te ridiculicen los que más deberían quererte.

Pero a Jesús le da igual. Según la medida del amor de este mundo, lo Suyo era locura de amor. ¿No es locura de amor que el Padre envíe a su Hijo único al mundo para sacrificarse por sus criaturas infinitamente inferiores a Él? Lo pienso, y si yo hiciese eso con mi hijo, el mundo me tomaría por loco, con toda seguridad. ¿No es una locura que se despojara de su condición divina? ¿No es una locura que se haga niño y quede a merced de los hombres? Me da escalofríos de pensar en tener a Dios en brazos ¡En brazos! Mientras balbucea… ¿No es una locura corregir en público y de esa manera a los que ostentaban el poder, ancianos y fariseos? ¿Y después de un largo etcétera, ¿No es una locura morir como un villano por amor a mí a la vista de todos, ridiculizado por todos? Como señaló Van der Meersch— todas las cosas de Dios son vertiginosas. Pues si Él me ama locamente ¿No debo responderle yo también amándole locamente? San Francisco, San Ignacio, Santa Teresa, San Juan de la Cruz… todos los grandes santos hicieron locuras de amor por Cristo.

Pero ahí no queda la cosa, es que mi matrimonio es imagen del amor que Cristo nos tiene. ¿Qué? ¡Sí!, también mi matrimonio exige de mí que yo sea un loco enamorado de esposo. Llegar a donde nadie llega, a donde el mundo pensaría que mi servicio es desmedido y mi entrega obsesiva. Amarle más allá de lo razonable.

Madre,
A ti te tocaría pasar un mal rato con todo esto. Seguro que le defenderías e intentarías convencerles de que no estaba loco, pero nadie te escucharía. ¡Qué vergüenza! Iban a señalar al Señor, al que nos ama locamente, al que casi no podía ni comer por curar a tantos, como un loco al que había que recluir. ¡Y era Dios!. Madre, no sé si algún día llegaré a comprender cuánto me ama. Es tan grande Su amor, que no cabe dentro de mí. Alabado sea y bendito sea por siempre. Amén.

El que se la juega. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 1-6

EVANGELIO
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».
Lo extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Palabra del Señor.

El que se la juega.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es la tercera vez que Jesús tiene que corregir a los Fariseos por el asunto de preservar la ley del Sabat.
El sábado era un día sagrado, un día de descanso reservado sólo a Dios, pero ¿Qué nos enseña Jesús en este Evangelio? Jesús da prioridad a la compasión, incluso por encima de la ley sagrada.

Se suele definir compadecer como “padecer con”. Pero pocas veces desgrano este significado y aún menos, lo aplico a mi vida matrimonial. El problema suele ser que confundo la compasión con la filantropía o amor a la humanidad. La diferencia es que ésta segunda, es selectiva, va de enviar limosnas a distancia o similar, y no se implica demasiado. El que se compadece en cambio, se implica, y no cesa hasta que ha curado, salvado o sacado adelante a la persona necesitada.

El que se compadece, se la juega, lo pone todo en ese interés por el otro. Lo vemos hoy en la actitud de Jesús con el paralítico. Se la juega, pero por encima de todo, lo cura.

En mi relación con mi esposo, puedo confundir también una con la otra. Puede que me dé por satisfecho porque llevo los niños al colegio, pongo el lavaplatos y me encargo de la cocina y de la compra, pero resulta que a lo mejor mi esposo necesita que me siente a su lado y me implique con él/ella hasta que salga del agujero donde se ha metido.

Algunos esposos nos comentan cosas como “Es que está desequilibrado” o “Está insoportable” o “Sólo se vuelca con los demás”, etc. Pero me he sentado con él/ella para comprender qué le pasa, por qué huye, por qué está nervioso, por qué le falta paz interior… O me limito a creer que yo le quiero más y no me está correspondiendo como merezco.

Compasión es padecer con. Seré compasivo con mi esposo cuando padezca con él/ella, hacerme pobre con él, triste con él, llorar con él, agobiarme con él… Entonces, cuando esté dispuesto a jugármela, a implicarme de verdad en sus dificultades, estaré preparado para curarle con la ayuda del Señor, ya sea sábado, domingo o lunes… gracias a Dios.

Madre,
Si no me compadezco yo de mi esposo ¿Quién lo hará? Dios me creó para él/ella. Si no padezco lo mismo que padece, nunca podré existir para él/ella. Ayúdame a dejar de mirarme, y empezar ya a ser esposo de verdad. Me necesita. Alabado sea el Señor, que me ha dado tan hermosa misión. Amén.