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Comer con un esposo pecador. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 27-32

EVANGELIO
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
– «Sígueme.»
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo:
– «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les replicó:
– «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»

Palabra del Señor.

Comer con un esposo pecador.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La dinámica del amor consiste en que primero hemos sido amados para poder después amar.

Todo empieza en la fuente del amor, que es Dios Padre. La única manera de amar es donándose, es decir entregando dones en los que va parte de la persona que los da o la persona misma. Así, Dios entrega al hombre todas las cosas del mundo. Es importante que el hombre entienda que todo ha sido un don de Dios antes de poder establecer ninguna relación.

El valor que todo eso tiene para Dios, es alto, porque son sus creaturas, y Él las ve buenas. Además, el hombre se comprende a sí mismo como un don de Dios, como el don más preciado, porque independientemente de lo que haga o merezca, Dios lo ama por sí mismo personalmente, tal como es. Es la única creatura a la que Dios ama así, a diferencia de todos los demás seres vivos (animalia). Ese amor de Dios, es lo que da la dignidad a cada hombre.

Hasta aquí, esta experiencia, es la que S. Juan Pablo II llama la “soledad originaria”.

El hombre llegará a ser hijo porque Dios en Cristo, le concede ni más ni menos que su propia naturaleza divina. Para ser hijo, el amor no basta. Es necesario que su padre le transmita su naturaleza.

Después que el hombre ha vivido esta experiencia de acoger el amor, está preparado para amar. Para entregarse como don de Dios a otros. Aquí empieza la experiencia de la “unión originaria”. Dios invitaba a Adán a recibir a Eva como un don suyo, y hacía lo mismo con Eva. Sólo al aceptarse mutuamente de manos de Dios, Adán y Eva pueden entender adecuadamente, la dignidad del otro. Dios no solo me da cosas, sino que se da a sí mismo, pues me entrega algo muy preciado para Él. El don de tu persona me muestra que Dios me ama.

Cristo vino a llevar a plenitud estas experiencia de la soledad y la unión originarias. Vino a revelarnos cómo Él recibe el don del Padre y cómo se entiende a sí mismo como un don del Padre.
¿Cuál es el don que recibe Cristo del Padre? Cada uno de nosotros: “Los que me diste” (Jn 17,6). Cristo nos demuestra el valor que tenemos como don del Padre, porque nos amó hasta el extremo, muriendo por nosotros con nuestro pecado y nuestro desprecio. Pues “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).

El hecho de que el hombre peque, no implica que Dios deje de amarle sino, casi al contrario, podría parecernos que le ama más porque le ve necesitado (Como se observa en la parábola del hijo pródigo o la oveja perdida). Por eso, la dignidad de una persona no se reduce con el pecado. Dios, en su misericordia, le envía a su Hijo único: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Y aquí conectamos con el Evangelio aplicándolo a nuestro matrimonio. ¿Cómo miramos al esposo pecador?. Los esposos tenemos que seguir mirándonos con la dignidad infinita que Dios nos ha concedido. Con el amor infinito que Dios nos tiene. Mi esposo es un don de Dios para mí, porque Dios le ama por sí mismo, independientemente de lo que haya hecho. Merece Su misericordia. Merece que Cristo coma con él, se haga hombre por amor a él, viva una vida por amor a él, sea insultado por amor a él, sea golpeado por amor a él, sea juzgado injustamente por amor a él, ridiculizado por amor a él y crucificado y muerto por amor a él. Esto demuestra la enorme dignidad que tiene. El enorme don de Dios que él es para Cristo y debe serlo para mí.

No podemos mirar al esposo desde nuestra mirada, desde el valor que nosotros le concedemos, sino por el valor que Dios le da por el amor que le tiene y la dignidad que le concede.

Quizás seamos nosotros la tabla de salvación que Dios le envía. ¿Voy a ser también yo un don de Dios para él? O voy a apartarlo porque desde mi punto de vista no se merece nada. Como Cristo fue entregado por el Padre para su salvación, Dios me entrega también hoy a mí como colaborador de ese plan de salvación. Al fin y al cabo, además, yo también soy un pecador.

Amar es un compromiso de unirse al destino de la persona amada. El destino de Cristo lo conocemos. Todo lo hizo por el Padre. ¿Queremos o no queremos amar a Cristo?.

Todo es don de Dios. Yo para mí, tú para ti, Tú para mí, yo para ti, ellos para nosotros, y nosotros para ellos. Esto es ser cristiano. Con Cristo podemos recuperar el plan de Dios.

Alabado sea el Señor.

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La tensión interior. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 6, 1-6.16-18

EVANGELIO
Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor

La tensión interior.

Jesús nos habla de adorar a Dios en Espíritu y en Verdad. No puede haber falsedad en nuestra relación con Dios, Él conoce todos los rincones de nuestro corazón.

Una intimidad similar destaca en la relación matrimonial, frente a cualquier otro tipo de relación humana. Entre los esposos hay o debería haber tanta confianza que no hubiese engaños. En otros entornos, todos “somos” aparentemente pacientes, comprensivos, serviciales… , pero en el matrimonio, nos relajamos y… dejamos de esforzarnos por aparentar. ¿No es a esta actitud a la que Jesús llama hipocresía en el Evangelio de hoy? Actuar correctamente supuestamente por amor, para ser vistos. Por otro lado, es evidente que no es lo mismo esforzarse en un espacio de tiempo corto, que a lo largo de todo el día todos, los días. Necesitamos relajarnos y descansar. Por eso, tendríamos que ir evolucionando de manera que poco a poco amásemos a nuestros esposos en espíritu y en verdad, y no artificialmente y forzados. Para ello necesitamos una transformación del corazón, una conversión. Justamente lo que se nos propone hacer en Cuaresma: Conviértete y cree en el Evangelio del matrimonio.

San Juan Pablo II dice que ‘la pureza de corazón, de la que habló Cristo en el sermón de la montaña— se realiza precisamente en la «vida según el Espíritu».’
En la medida que vamos viviendo “según el Espíritu”, nos irá haciendo pacientes, comprensivos, serviciales… porque, según dice también él «La carne tiene tendencias contrarias a las del Espíritu, y el Espíritu tendencias contrarias a las de la carne». Existe una tensión en el interior del hombre, en su corazón.

Es la lucha interna que mantiene ‘no sólo al hombre «exterior», sino también al hombre «interiormente» sometido al «mundo», en cierto sentido, cerrado en el ámbito de esos valores que sólo pertenecen al mundo y de esos fines que (el mundo) es capaz de imponer al hombre’ (San Juan Pablo). El tiempo de cuaresma que empezamos hoy, es una oportunidad para reflexionar sobre todo esto y para esforzarnos en no dejarnos dominar por las cosas del mundo, a través la oración, el ayuno, la abstinencia y la limosna. El autodominio del hombre, le llevará a ser capaz de vivir la verdad del matrimonio según el Espíritu.

Los verdaderos adoradores son los que aman en espíritu y en verdad. La verdad del amor es la plenitud de una comunión humana. Amar en espíritu es haber recibido en el matrimonio el mismo amor de Dios. De esta forma todo amor queda consagrado y todo él nos dirige hacia la meta, hacia el Padre.

Adoremos a Dios en espíritu y en verdad amándonos en nuestro matrimonio con un amor de comunión, esto es vivir en el Padre, en santidad conyugal. Dios te lo pagará.

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Hoy el Signo somos tú y yo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 8, 11-13

Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 11-13

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.»
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor

Hoy el Signo somos tú y yo.

Comenta el Papa Francisco:
“le pedían a Jesús: ‘Pero, ¡Haz un signo!’ Y no entendían los muchos signos que hacía Jesús y que indicaban que el tiempo estaba maduro. ¡Cerrazón!”

Tenían el mayor signo ante sus ojos, y los muchos milagros que hacía, y no eran capaces de verlo. Así es la fe. No se ve con los ojos, sino con el corazón. El que tiene el corazón cerrado no ve.

El matrimonio fue creado por Dios como signo de Su amor, y no lo sabemos ver, porque nuestra “cerrazón” nos impide actuar como tales. Tenemos mucho que hacer. Nos lo dice Dios a través del texto del Génesis de la primera lectura:
“El Señor dijo a Caín: «¿Por qué te enfureces y andas abatido? Cierto, si obraras bien, estarías animado; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; y, aunque viene por ti, tú puedes dominarlo.»”

Se trata de lo que Dios le dice a Caín justo antes del asesinato de Abel. Caín sintió envidia porque el Señor se había fijado en Abel y en su ofrenda y en él no. Dios, que ve en los corazones, sabe que en el corazón de Caín no hay alegría, porque el pecado está al acecho. Llega el momento de luchar: “aunque (el pecado) viene por ti, tú puedes dominarlo”.

Cuando Dios permite que nos encontremos en una situación de tentación, ya nos ha dado la fuerza para dominar el pecado. En nuestro matrimonio, hemos recibido el Sacramento, que es el que nos da la fuerza para vivir como un signo del amor de Dios. Y como no siempre utilizaremos toda esa fuerza y nos dejaremos caer, nos da otra herramienta que nos permitirá regenerar nuestra unión:

‘Cristo nos ha enseñado a perdonar. Enseñó a Pedro a perdonar “hasta setenta veces siete” (Mt 8,22). Dios mismo perdona cuando el hombre responde a la pregunta dirigida a su conciencia y a su corazón, con toda la verdad inferior de la conversión.
Dejando a Dios mismo el juicio y la sentencia en su dimensión definitiva, no cesemos de pedir: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.’ (San Juan Pablo II 21 de oct de 1981, después del atentado).

Le pedimos al Señor, que seamos el signo del amor de Dios que haga que nuestros jóvenes deseen vivir el matrimonio y no otra cosa.

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Imprescindible conocer al Tentador. Comentario para Matrimonios: Génesis 3, 1-8

Viernes de la quinta semana de Tiempo Ordinario.
PRIMERA LECTURA
Seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.

Lectura del Génesis 3, 1-8
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
-“¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”
La mujer respondió a la serpiente:
-“Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.”
La serpiente replicó a la mujer:
-“No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.”
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencias; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se le abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Oyeron al señor que pasaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

Palabra de Dios.

Imprescindible conocer al Tentador.

Vemos hoy cómo el hombre pasa del estado de inocencia al de naturaleza caída por el pecado. Contemplamos el proceso para conocer más de cerca al que puede hacernos caer en la desgracia de la ruptura con el amor.

El Tentador, representado por la serpiente, exagera lo que le falta al hombre. Todo le estaba permitido, pero su alianza con Dios se basaba en que no podría comer de uno de los árboles, el de la “ciencia del bien y del mal”. Observamos que el Tentador, se dirige a Eva y exagera lo que le falta diciéndole “¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”. Le habla de “todos” cuando bien sabía que no podían comer de uno sólo.

La respuesta de Eva, denota que ya ha caído en la tentación. Ella también exagera (aunque menos). Ella habla de la prohibición sobre “árbol que está en medio del jardín”. Éste “estar en medio” se quiere referir al árbol más importante del jardín. Si leemos los versículos del Génesis anteriores a éste, comprobaremos que el árbol que estaba en el centro del jardín era el árbol de la Vida, y no el de “la ciencia del bien y del mal”, que era el árbol prohibido. Por tanto, Eva cae en la tentación exagerando la prohibición, como si Dios no les permitiese comer del principal árbol del jardín. Observamos aquí una diferencia constatable por la experiencia, entre los deseos por las cosas de Dios y los deseos contrarios a Él. Como un “quiérete tú que Dios no te va a querer”.

Llevándolo a la vida, observamos que estamos demasiado pendientes de lo que nos falta, en lugar de valorar lo mucho que tenemos. Somos la generación más acomodada de la historia de la humanidad, y la generación que más necesidades tiene. El Tentador consigue hacernos desear lo mucho que nos falta. Consigue hacernos creer que Dios no nos quiere lo suficiente y tenemos que ocuparnos nosotros mismos de nuestra felicidad. De igual manera, ocurre en el matrimonio. Cuando Dios ha creado un esposo “para” nosotros, es decir, hecho a medida, el mejor don que nos podía haber entregado después de su Hijo, y nosotros no paramos de engrandecer sus carencias y sentir la necesidad de más. Que nos dé más, que sea más atento, que cambie esto o aquello…

El siguiente paso del Tentador, es prometer una plenitud falsa. Convence a Eva de que adquirirá más inteligencia, y será como Dios. Llevado a nuestra vida, ¿No es verdad que caemos por el deseo de ser más felices? ¿No es verdad que tendemos a pensar que cuando cambie esto o aquello o tengamos no sé qué, vamos a ser más felices?. Lo mismo hacemos con nuestro esposo: ¿No es verdad que creemos que si cambiara en esto o en aquello seríamos más felices?. Es un engaño del Tentador: La verdad no está ahí. ¿Qué necesitamos para amar? ¿Qué necesitó Cristo para entregarse? ¿Una Iglesia perfecta?.

Somos libres de elegir, pero no podemos evitar las consecuencias que conllevan nuestras elecciones, y éstas llegan. Adán y Eva se alejan del amor. Pierden dones que Dios les había dado. Están temerosos del mundo que les rodea. Necesitan protegerse… entra la concupiscencia. Las consecuencias para nosotros, también llegan. No alcanzamos la felicidad cuando conseguimos aquello que nos ofrece el Tentador, sino al contrario. Cada vez crecen nuestros miedos, ansiedad, depresiones, tristeza, falta de paz. La culpa siempre será del otro, claro está, porque ni siquiera queremos asumir nuestra responsabilidad.

Afortunadamente, Dios, que es todo amor y nos ama infinitamente, re-crea todas las cosas en su Hijo. Acudamos a Él que lo hará todo nuevo y llevará a la plenitud los dones que Dios nos dio al principio.

Continuará…

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Como Dios lo creó. Comentario para Matrimonios: Génesis 2, 18-25

Lectura del libro del Génesis 2, 18-25
El Señor Dios se dijo:
-“No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.”
Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver que nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera.
Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase.
Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne.
Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre.
El hombre dijo:
– “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.

Palabra de Dios.

COmo Dios lo creó.

(Nota: En este texto se habla de “esposo”, referido a ambos, hombre y mujer, para facilitar la lectura)

Hoy comentaremos la primera lectura, que tiene muchas implicaciones para nuestro matrimonio. Es muy importante, porque nos abre una ventana al estado originario de la relación hombre-mujer, antes del pecado. Es decir, que nos muestra el matrimonio como Dios lo pensó.

El hombre vive lo que San Juan Pablo II llama la “soledad originaria”. Toma plena conciencia de que ha sido creado por Dios a su imagen, y necesita entregarse como Él, a otra persona igual a él, a imagen de las 3 personas de la Santísima Trinidad.

Es Dios quien dice que no es bueno que el hombre este solo. Y es Él quien se refiere a la mujer como una ayuda para el hombre, una igual al hombre (San Juan Pablo II extenderá esta expresión como válida también para el hombre hacia la mujer. Unido a que nos enseña que hemos sido creados el uno para el otro, individualmente, se llega a la conclusión de que mi esposo ha sido creado, tal como es, como una ayuda adecuada para mí).

El hombre vive la experiencia de poner nombre a todas las criaturas de la tierra, simbolizando su dominio sobre ellas, pero entre ellas no encuentra un igual al que amar. Y esto no es bueno. Al hombre le falta lo más importante en su vida, sin lo que no podrá vivir la plenitud de su existencia. Le falta una mujer. El hombre vive por tanto esa necesidad en lo más profundo de su ser.

Dios hace caer a Adán en lo que San Juan Pablo II llama: devolverle a la no existencia. Es decir, recrea al hombre pero esta vez como hombre y mujer (Será un anticipo de lo que ocurrirá con la muerte de Cristo Esposo, el nuevo Adán, que resucita como Esposo de la Iglesia). El hombre vive, como dice San Juan Pablo, la experiencia de mayor alegría que jamás haya existido, en ese encuentro con la que considera “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. El hombre sabe valorar el don tan enorme que Dios le ha entregado. Un igual al que poder amar.

Por eso, porque el hombre sabe reconocer el valor de su mujer y viceversa, ambos dejan a su padre y a su madre, lo dejan todo para convertirse en una sola carne. Todo cobra sentido. El hombre ha encontrado el motivo de su existencia: Entregarse a su mujer y formar uno solo a imagen de Dios.

El primer hombre y la primera mujer, se miraban con la mirada pura que les permitía su estado de inocencia originaria. No sabían mirarse egoístamente. Veían mutuamente un don increíblemente hermoso de Dios, con una dignidad inmensa, y no veían más que la posibilidad de ser uno. Por ello, no sentían vergüenza. No necesitaban protegerse el uno del otro. Se mostraban totalmente, tal como eran, sin ocultar nada ni sentir vergüenza.

Contemplemos cómo era el matrimonio al principio. Cristo rompe la frontera entre el antes y el después del pecado, y nos invita a volver al plan de Dios para el matrimonio. Es a lo que estamos llamados.

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