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Por aquellos que me diste. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 10, 11-18

EVANGELIO
El buen pastor da la vida por las ovejas

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
– «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

Palabra del Señor.

Por aquellos que me diste.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Y ¿Qué es el matrimonio sino esto?. El buen pastor en una familia, no es el que más manda, sino el que entrega su vida por aquellos que Dios le ha entregado.

Jesús es el buen Pastor, porque da su vida por ti y por mí, cuando estamos dispersos o descarriados. ¡Qué difícil es para el corazón del hombre amar al descarriado! Porque hiere a quienes conoce. Jesús asume sobre sí esa herida porque nos ama más, porque da su vida voluntariamente por ti y por mí, para que la podamos recuperar.

De igual modo en el matrimonio, estamos llamados a ser pastores con Jesús. El matrimonio es un compromiso de los tres: Jesús, tu esposo y tú. Si tu esposo se dispersa, mantente unido al buen Pastor Él hará salvará tu matrimonio si haces lo que te diga. La pareja asalariada en la que uno no es dueño del otro, porque Dios no se lo ha entregado, cuando ven venir una dificultad abandonan y huyen, para protegerse. Las dificultades, hacen estragos en ellos y los dispersa. Y es que a un asalariado no le importa la verdadera salvación del otro. No han querido comprometerse. Buscan más bien que el otro no les dañe. Se importan más a sí mismos que el otro.

Por eso nos ama el Padre, porque entregamos nuestra vida libremente por el esposo que nos entregó y ni es por resignación, ni por aguantar, sino por salvarle. Cristo tiene poder para recuperarlo. No se trata de confiar en nuestro poder, ni valorar el grado de dificultad que tiene la situación, sino mantenernos fieles a Cristo y a nuestra alianza hasta que Él lo sane todo.

Con el testimonio de vida en Cristo, tenemos que llevarle a nuestros hijos para que le escuchen, lo conozcan, y se conviertan en ovejas del Buen Pastor.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

La Fuente. Comentario del Evangelio para Matrimonios Juan 6, 52-59

EVANGELIO
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
– «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo:
– «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.

La Fuente.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.”

Hay un manantial, una fuente de la que emana todo. Emana el Amor, origen y destino de todo.

San Juan Pablo II, en sus poemas del Tríptico Romano, dice:
Si quieres encontrar la fuente/ tienes que ir arriba contra la corriente/ Empéñate, busca, no cedas./ Sabes que tiene que estar aquí/ ¿Dónde estás fuente? ¿Dónde estás fuente?

Así es, si queremos encontrar la fuente, tenemos que “ir arriba contra corriente”. Es verdad que es cansado. La corriente desgasta. Ser fiel a nuestra promesa matrimonial y defender con la vida la verdad del matrimonio, desgasta.

La tentación es fuerte… Pero no. El matrimonio tiene que estar abierto a la realidad, expuesto a todas estas dificultades. La manera de conocernos no es encerrándonos para investigar nuestro interior, sino abriéndonos el uno al otro, aceptando nuestras diferencias. Teniendo experiencia de relación descubrimos nuestra dignidad, porque hemos sido creados para la comunión (aunque ésta parezca imposible), no para la soledad.

Pero nosotros, miramos a la fuente. Permanecemos en Él y Él permanecerá en nosotros. A nosotros nos has llamado a una vocación. Podemos responder como la Virgen María: ¿Cómo hacerlo? Convertirse en “imagen del Amor Trinitario” por Jesús. ¡Es una cosa tan grande, y nosotros somos tan pequeños! ¡Ser una sola carne, un solo corazón, una sola alma, siendo tan distintos! Podemos pensar que es imposible y dudar o como la Virgen, sólo preguntar ¿Y qué tengo que hacer?

Porque en realidad no es obra nuestra, es obra del Espíritu Santo, con nuestra colaboración (en la entrega diaria) para experimentar lo que dice san Pablo: ‘ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí’. Entonces el Espíritu Santo, el Hijo y el Padre habrán realizado su obra sobre nosotros: ser uno como ellos son uno. Ya no será el pensamiento, ni el acto de mi cónyuge, ni el mío, sino el de Cristo.

Tenemos hambre de Ti Señor, devoraríamos cada acto en Tu presencia, para impregnar nuestros hogares de Tu Perfume. Cada despertar, el desayuno, asearte para dar gloria a Dios, ordenar tu habitación, la alegría de un día por delante para salvar, sanar… Bendito lunes o bendito viernes. Todos los días son para amar, se han hecho para que el hombre vaya a Ti, mi Dios, amando.

El matrimonio es comer Tu Carne y beber Tu Sangre, para hacernos Eucaristía contigo en la entrega mutua hasta el extremo y la entrega al mundo como miembros de la Iglesia.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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Danos Pan y dinos santos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 30-35

EVANGELIO
No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús:
– «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les replicó:
– «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron:
– «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó:
– «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Palabra del Señor.

Danos Pan y dinos santos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Quien te busca de verdad, te encuentra y quien te encuentra, tiene vida, y no pasa hambre ni sed.

Por eso tenemos que dar el paso exigente de decirte “sí”, de buscarte decididamente para poder encontrarte. Si no, de nada sirven todos nuestros esfuerzos. No se trata de ser mejores, sino de estar contigo y así, que Tú nos hagas mejores.

Se trata de acompañarte en una relación no de fuerza, sino de amor; no de aburrimiento, sino de intimidad; no de pedir para mí, sino de agradecimiento; no de echarte una parrafada, sino de admirarte, alabarte, bendecirte…

Ligado a mi amor a Ti, el amor en mi matrimonio: No como una dificultad, sino como una oportunidad; no como una prisión, sino como una liberación; no como una trampa, sino como una prueba; no como un lastre, sino como un enriquecimiento; no como un esfuerzo de dos, sino como un recipiente para tu Amor. Nuestro sacramento del matrimonio es ese Pan bajado del cielo que nos das y está unido a la redención:
San Juan Pablo (Catequesis 15/12/82): “La imagen paulina del matrimonio, asociada al «misterio grande» de Cristo y de la Iglesia, aproxima la dimensión redentora del amor a la dimensión nupcial. En cierto sentido, une estas dos dimensiones en una sola… Por medio del matrimonio como sacramento estas dos dimensiones del amor, la nupcial y la redentora, juntamente con la gracia del sacramento, penetran en la vida de los esposos”.

Verte en mi matrimonio para redimirnos contigo, verte en mi trabajo para crear contigo, verte en los demás para servir contigo… danos Tu Pan, Señor, y santifícanos contigo.

Señor, ocúpate de mis asuntos y yo me ocuparé de los tuyos (Santa Teresa de Jesús).

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De Esposo a esposos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 1-15

EVANGELIO
Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
-«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?»
Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer,
Felipe le contestó:
– «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
– «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo:
– «Decid a la gente que se siente en el suelo.»
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
-«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.»
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
– «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.»
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor.

De Esposo a esposos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Otros días, en relación con este mismo Evangelio, hablábamos de la admiración que nos causará lo que Cristo puede hacer con nuestros panes y peces, que se convierten en un auxilio para nuestro esposo.

Hoy hablamos del pan de Cristo. La Eucaristía como misterio nupcial.

“La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota, que configura interiormente y vivifica desde dentro, su alianza conyugal.” (San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, nº57)

“Todo el Evangelio de Juan está enmarcado, en cierto modo, por dos momentos claves reveladores de una realidad espiritual profunda que los esposos están invitados a saborear, a meditar e incluso a contemplar en su conexión íntima: Caná y la Cena.” (Yves Semen, Espiritualidad Conyugal Pg. 111).

En Caná Cristo hace referencia a la última Cena, cuando le dice a María “todavía no ha llegado mi hora”. Ambos acontecimientos están conectados entre sí. Empieza el noviazgo de Jesús que acabará con la entrega nupcial de Su Cuerpo. La Eucaristía es el banquete de bodas de Cristo. El amor redentor se convierte en amor nupcial.

“Los esposos están llamados a entregarse hasta la ofrenda extrema de sí mismos. Por eso la celebración del sacramento del matrimonio tiene su sitio en el seno mismo de la celebración del sacramento de la eucaristía y, más concretamente, en el momento del ofertorio… se consagran el uno al otro, están en condiciones de unirse el uno al otro en la ofrenda eucarística de Cristo por la Iglesia… La Eucaristía se revela así como el más nupcial de los sacramentos.
La Eucaristía debe ser para los esposos una ocasión de regeneración de su unión nupcial. La Eucaristía no es solo el sacramento donde toman los esposos la fuerza que necesitan para vivir las exigencias de su vida conyugal, es la consumación plena de lo que tienen vocación de vivir en la entrega esponsal que se hacen el uno al otro.” (Yves Semen, Espiritualidad Conyugal Pg. 113-115)

Leyendo todos esto, nos hacemos la pregunta de un texto de Isaías: (Esposos) “¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí escuchadme, y viviréis.”

La Eucaristía. Es la mejor preparación para nuestra entrega con todo lo que ésta exige “Haced esto en memoria mía”. Deseemos ambos más ardientemente la unión con el único Esposo, Cristo.

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Y encontraréis. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 21, 1-14

EVANGELIO
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: – «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: – «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: – «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: – «No.»
Él les dice:- «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
– «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: – «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: – «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Y encontraréis.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Junto al lago de Tiberiades donde todo empezó, donde les llamó desde su vida corriente. Es en la vida corriente de cada día, donde vamos Cristificándonos, donde nos llamas Señor.
Desde la experiencia a la luz del Evangelio aprendemos a ser hijos del Padre a su imagen, es necesario caer, para levantarse, perder, para ganar…
Pedro, después de las experiencias vividas con Jesús en su traición y arrepentimiento, ¡cuánto desearía volver a verle para abrazarle, pedirle perdón, amarle como ha aprendido que Jesús le ha amado en la cruz!

Ha comprendido en qué consiste ser pecador y dejarse amar por el Señor que lo ama por sí mismo. Pedro sigue siendo Pedro, impulsivo y visceral. Se tira al agua al saber que es Jesús, Jesús nos ama tal y como somos, no espera nada de nosotros, pues sin Jesús no tenemos nada, eres Tú Señor quien nos busca y nos das todo bien, si permanecemos en tu amor.

A propósito de cómo Jesús ama a Pedro tal como es, por sí mismo, mencionamos una frase de San Juan Pablo (Cat. 10-02-80): ‘Esa dignidad (del esposo) corresponde profundamente al hecho de que el Creador ha querido (y continuamente quiere) al hombre, varón y mujer, «por sí mismo». La inocencia «del corazón» y, por consiguiente, la inocencia de la experiencia significa participación moral en el eterno y permanente acto de la voluntad de Dios’.

Aprendemos de este párrafo cómo debemos acoger a nuestro esposo amándole por sí mismo, que es como Dios lo ama, para así ser fieles a la voluntad de Dios. Esto nos permitirá reconstruir poco a poco el estado de inocencia originaria y por lo tanto, de felicidad originaria. Amarnos así, como Jesús a Pedro.

Señor tú nos enseñas cómo amarnos: “Echad la red a vuestra derecha y encontraréis”. Ni siquiera tenemos fuerzas para tanto bien como nos cuando permanecemos en Ti. Nuestro espíritu se alegra en Ti que eres nuestro Salvador. Esto nos hace reconocer lo bello y lo bueno de mi esposo, porque viene de Ti. ¡Cuánto agradecimiento!

Tú quieres nuestro bien. Pedro quería peces y saca las redes llenas. Has sido Tú quien le has dado los frutos, pero ellos han secundado Tus indicaciones. Después Pedro Te trae esos frutos, pues bien sabe que no le pertenecen.

Hoy nosotros, nos dejamos pescar por Jesucristo que comparte su divinidad con nosotros. Vamos a conquistar a nuestro esposo, a echarle las “redes” tal como Dios nos enseña, y no tendremos fuerzas para sacar todos los frutos que Él nos va a dar.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
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