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¿Esposos “mundanos” o “iluminados”? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 18-21

EVANGELIO
No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 18-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.»
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.»

Palabra del Señor.

¿Esposos “mundanos” o “iluminados”?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El ser humano tiene tendencia a volverse muy espiritual o muy carnal. Parece que son “extremos” reñidos entre sí. Los “mundanos” contra los “iluminados”.
A veces cuesta mucho integrar las experiencias de fe con las del mundo, también en el matrimonio. Recordamos unos amigos que decían que sacaban la Virgen del dormitorio cuando hacían el amor…

Todo es consecuencia de no interpretar correctamente el Evangelio. Frases como la de hoy de Jesús, pueden “despistarnos”: Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Con lo cual, si mi esposo me odia porque me voy a dar catequesis y le dejo solo, ¿es que voy por el buen camino?.

Afortunadamente el magisterio de la Iglesia y particularmente San Juan Pablo II, nos ayudan enormemente en estas interpretaciones. Para cambiar nuestros corazones, necesitamos del amor. Sólo el amor cambia el interior de las personas. Sólo un buen amigo (y mucho más un buen esposo) puede influir en mi interior y hacerme cambiar de opinión porque tiene acceso a mi intimidad y me quiere. Hablábamos en otro comentario de que tenemos que orientar nuestros deseos y afectos hacia el verdadero amor y hacia Dios. Bien, pues el amigo por excelencia y el esposo por excelencia es Cristo, y con su Espíritu Santo (El Amor entre el Padre y el Hijo) cambia nuestro corazón, si le damos acceso a una relación íntima de amistad.

Pero el propio Cristo, antes de darnos su Espíritu, fue guiado por Él a lo largo de la experiencia de toda una vida: La experiencia de ser Hijo y la de ser Esposo. Así el Espíritu se había “forjado” en la experiencia humana para poder guiarnos en nuestra humanidad. Así es como el Espíritu de Dios se “humaniza” e integra el amor de Dios y el amor humano en uno solo, desde la carne, desde las tentaciones, desde una familia, desde el trabajo, los amigos, los enemigos, el hambre, la sed, las injurias, las persecuciones, el dolor, el rechazo… la muerte.

Ese Espíritu, está en nuestro interior por el Bautismo y nos sacará no del mundo, sino de las aspiraciones del mundo, para guiarnos hacia las aspiraciones de Dios para nosotros, que son infinitamente más profundas e intensas. Ese Espíritu es el que nos une por el Sacramento del Matrimonio, para que nuestros deseos y afectos no sean egoístas y destructivos, sino fructíferos, ricos, regeneradores, co-creadores, fuentes de vida. Para guiarnos hacia la comunión de los santos.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

El amor ¿Una ley? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 12-17

EVANGELIO
Esto os mando: que os améis unos a otros

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 12-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»

Palabra del Señor.

El amor ¿Una ley?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En los versículos anteriores a este Evangelio, Jesús nos dice: “Permaneced en mi amor”. Cómo: El que guarda mis mandamientos permanece en mí. Y hoy termina de aclararnos su mandamiento: “Que os améis unos a otros como yo os he amado”. Concluimos por tanto, que para permanecer en el amor de Cristo, los esposos, tenemos que amarnos el uno al otro como Él nos ha amado. Coincidiréis con nosotros en que, por tanto, no vale decir que amamos mucho al Señor si no amamos a nuestro esposo.

Este mandamiento del amor, resume todos los demás. Es la ley suprema que lo incluye toda la ley de Dios.

Dice San Agustín: Es decir, que el amor lo es todo, pero no cualquier interpretación de lo que es el amor.

Cristo, también vino a mostrarnos cómo amar, con su propia vida: La muestra suprema del amor es dar la vida por los amigos. Lo saben los esposos que, porque se aman, hacen una donación recíproca de su vida y además asumen la responsabilidad de ser padres. Damos la vida cada día por nuestro esposo, en pequeñas cosas: Renunciando a nuestros gustos por darle gusto, a nuestro descanso por servirle, a nuestros criterios por complacerle, tirando del carro de la fe cuando flaquea… Esto es dar la vida por amor y en estas pequeñas cosas se santifican los esposos. Nuestra experiencia es que, cuando das la vida por el esposo voluntariamente y no con resignación, le amas más.

San Juan Pablo II lo dice: Cuando un esposo se entrega a otro, se enriquece a sí mismo y enriquece a su esposo. Y viceversa.
Y así van subiendo juntos los escalones, que conducen al cielo.

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¿Falso muro o eslabón? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 9-11

EVANGELIO
Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»

Palabra del Señor.

¿Falso muro o eslabón?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. »
¿Qué quiere decirnos Jesús? Imaginemos una roca gigantesca, a la que hemos puesto una enorme argolla y a la que enganchamos un eslabón, y a ese otro, y a ese otro… Es la cadena del amor. Todo amor, procede del Padre. El Padre ama al Hijo y con ese mismo amor, el Hijo nos ama a nosotros. Pero Cristo nos dice: “permaneced en mi amor” guardando mis mandamientos. El mandamiento que nos dio fue precisamente “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Ahí, Cristo, da continuidad a la cadena del amor.

Como el Padre ama al Hijo, el Hijo me ama a mí, y como el Hijo me ama a mí, amo yo a mi esposa, y como nos amamos nosotros, amamos a nuestros hijos, y como ellos han sido amados por nosotros, amarán a sus esposos y ambos a sus hijos… Es la cadena del amor.

Pero nuestro papel, puede ser el del falso muro. El que busca que le amen como él quiere. Ahí termina la cadena. O el que pretende inventar una manera mejor de amar que la de Dios, ese inicia una cadena falsa. Son falsos muros, que paran la cadena del amor o inician una cadena de desamor.

¿Quieres ser un eslabón del amor de Dios? No inventes. Acoge la verdad del matrimonio y entrégate con el amor que Cristo te ha dado en tu Sacramento. Entonces, no te vanagloriarás de tus actos de amor, porque sabrás que eres un mero transmisor. Entonces tu amor será desinteresado.

Como dice San Juan Pablo II (Catequesis 13 de febrero de 1980): “Si el hombre y la mujer dejan de ser recíprocamente don desinteresado, como lo eran el uno para el otro en el misterio de la creación, entonces se dan cuenta de que «están desnudos» (cf. Gén 3). Y entonces nacerá en sus corazones la vergüenza de esa desnudez…”

Pedimos a la Santísima Virgen María, que nuestras alianzas conyugales sean dos hermosos eslabones de la cadena del amor, aferrada fuertemente a Dios.

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Paz en la tormenta. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 14, 27-31a

EVANGELIO
Mi paz os doy

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

Palabra del Señor.

Paz en la tormenta.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La paz de Cristo es paz interior, calma en medio de la tormenta. Serenidad cuando todo a nuestro alrededor parece que se viene abajo. Es momento de dirigir nuestra mirada al Padre porque confiamos en Él. La paz de Dios, no es la del mundo sino que es fruto de acoger la voluntad del Padre, y muchas veces es una pequeña cruz o una gran cruz. En nuestra vida matrimonial vivimos muchos pequeños “Getsemaníes” a los que debemos responder con ese “Hágase tu voluntad y no la mía”. Solo el que se deja crucificar y carga con su cruz, consigue en su lucha contra el hombre viejo la paz originaria de una vida de amistad con Dios.

San Juan Pablo II en su catequesis del 02/01/80 dice refiriéndose a la mirada entre Adán y Eva antes del pecado: “Al verse recíprocamente, como a través del misterio mismo de la creación, varón y mujer se ven a sí mismos aún más plenamente… se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas.”

Al mirar a nuestro esposo desde la mirada del Creador, la paz de la mirada interior nos une en una nueva intimidad entre ambos. Dios mira nuestro corazón. Si fuésemos capaces de mirar el corazón de nuestro esposo en plena tormenta, viviríamos la situación con la paz que Dios nos da. Cristo habita en nosotros y desde dentro nos empuja hacia lo alto, hacia el Padre. Dejémonos atraer por el Padre en el Espíritu Santo, acogiendo sus dones como fruto del Don que su presencia engendra en nuestro interior y escuchando qué nos quiere decir, qué quiere de esta cruz que permite sin ninguna duda para un bien mayor.

¡Qué lección tan admirable nos da hoy Jesucristo! Unas horas antes de ser crucificado, estaba deseoso de darnos paz. ¿Qué hago yo cuando veo venir la tempestad? No tiemble tu corazón ni tengas miedo, nos dice hoy Jesús.

Por tanto, dos formas de mirar: Desde el juicio de nuestros criterios o desde lo que en nuestro interior nos inspira el Espíritu del Padre de esa creatura que es nuestro esposo.
Visto desde fuera todo es una gran confusión, incomprensión, dolor, agitación… y todo esto lleva a una cadena de fatalidades: Críticas, dudas, ofensas…
Es necesario que participemos de la mirada del Padre que mira al que traspasaron. La mirada del Creador al Salvador, porque tras el dolor, hay algo mucho más grande. La resurrección. Preguntémosle al Padre: ¿Qué quieres de mí en esto? Entonces le escuchamos, aceptamos su voluntad y (cuando pase la tormenta), nuestro corazón se llenará de gozo y paz. Todo estará cumplido.

María Reina de la Familia, ruega por nosotros. Espíritu Santo transfórmanos.

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Un encuentro dentro del esposo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 14, 7-14

EVANGELIO
Quien me ha visto a mí ha visto al Padre

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 7-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
– «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
– «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»

Palabra del Señor.

Un encuentro dentro del esposo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces? Algunos matrimonios se dicen el uno al otro: ¡Tantos años juntos y no me conoces!

En la sagrada Escritura conocer significa amar. Amar es estar en el otro, la presencia del amado en el amante. Así, cuando salimos de nosotros mismos para estar en el corazón de Jesús, de lo que diría, le gustaría, haría… Él nos lleva al corazón de nuestro esposo, a conocerle interesándome por lo que le gustaría, haría…

Hoy también Jesús te pregunta: ¿No crees que yo estoy en tu esposo y tu esposo en mí? Por lo tanto si tu corazón permanece en Jesús lo que digas, no lo dirás por cuenta propia y será Jesús el que haga sus obras. Si tu esposo no cree en Jesús, es que no ve sus obras en ti, quien ama a Jesús hace las obras de Jesús, y aún mayores, porque Jesús ama al Padre y desea que su gloria sea mostrada.

Dios contiene una gloria infinita y la posee toda, nosotros no podemos darle nada, nosotros podemos irradiar algo de su gloria con obras buenas, toda obra buena muestra la gloria de Dios. Cada vez que tus obras son egoístas, causan enfado, amargura… Tu corazón está en ti y no en Jesús, en darle gusto como único espectador. Cada vez que sirvas a tu esposo con alegría, generosidad, cariño… Le transmites la gloria de Dios a él y a vuestros hijos.

Dice S. Juan Pablo II (Catequesis 24-11-82): “Cristo… asigna como tarea a cada hombre la dignidad de cada mujer; y simultáneamente… asigna también a cada mujer la dignidad de cada hombre” ¡Impresionante belleza y tremenda responsabilidad!

Buceé dentro de ti, y allí me encontré con Dios.

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