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Virtudes y potencias. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 18-21

EVANGELIO
Crece el grano, y se hace un arbusto

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, decía Jesús:
– ¿ A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. »
Y añadió:
-¿ A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

Palabra del Señor.
Virtudes y potencias.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Contemplamos hoy el trabajo conjunto de dos Esposos, Cristo y la Iglesia, para la redención del mundo.

San Ambrosio compara el grano de mostaza a Cristo muerto, que fue sepultado en un huerto ¿Qué es un muerto más en el mundo y en la historia de la humanidad? Una pequeña semilla, que al resucitar, se convierte en el árbol de la Vida, sobre el que reposarán todos los hombres que crean en Él. San Beda ve en el hombre que siembra a Cristo y el huerto es la Iglesia. Cristo se siembra en la Iglesia, siembra su Palabra.

En la segunda parábola, San Ambrosio ve en la mujer a la Iglesia, que tomó la levadura que es Cristo, para introducirla en la harina, que somos cada uno de nosotros.

Admiremos por tanto, la hermosa escena de los dos Esposos, Cristo y la Iglesia, trabajando juntos, como uno solo, por nuestra salvación.

¿Cómo actúa esta levadura? Teofilato identifica la harina con nuestra alma. Las tres medidas de harina son las tres potencias del alma: Memoria, entendimiento y voluntad. Se llaman “potencias” porque son “Las capacidades o herramientas de que dispone el alma humana para realizar su cometido más trascendente, cuál es, el de obtener su salvación.” Esas tres medidas de harina, tienen que fermentar para crecer y transformarse. Las tres son fermentadas por Cristo y se ensanchan y desbordan nuestras capacidades. Bien, entonces ¿Quién desarrolla esas tres potencias? Ya lo hemos dicho, Cristo, mediante las tres virtudes teologales: Fe (por la que creemos en Dios), Esperanza (por la que aspiramos a la vida eterna) y Caridad (Por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos) (Cfr. CIC 1812 ss). Son tres virtudes que no podemos conseguir por nosotros mismos, sino que proceden de la acción de la Santísima Trinidad).

Dice San Juan Pablo II en su obra sobre San Juan de la Cruz: El esquema de correspondencia, entre las virtudes teologales y la potencias del alma, se ajusta así: A la fe le corresponde el entendimiento; a la esperanza le corresponde la memoria; y a la caridad la voluntad. En cada virtud teologal debe de actuar la unión con Dios en la `potencia correspondiente. Las tres virtudes teologales, han de ser las que han de poner en perfección las tres potencias del alma… Mediante las virtudes teologales cada potencia es informada de modo sobrenatural según las exigencias de su propia entidad”.

Así que, Esposos, la Caridad Conyugal, que es la perfección de nuestro amor, se alcanza cuando la Iglesia (Esposa) introduce la levadura de Cristo (Esposo) en nuestra harina, esa que lo pone todo perdido… Ya solo falta que al elegir el tipo de pan en el que os queréis convertir, no decidáis haceros “baguetes” 😉 .

Oramos con el salmo, por los frutos del sínodo de la familia.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

Amor de acogida al pecador. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 7, 36-50

EVANGELIO
Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: -«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. »
Jesús tomó la palabra y le dijo: -«Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: -«Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: -«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: -«Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: -«Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama. »
Y a ella le dijo: -«Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: -«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: -«Tu fe te ha salvado, vete en paz. »

Palabra del Señor.

Amor de acogida al pecador.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios es amor y en esa relación de amor con nosotros, nos revela su intimidad. La vida de Jesús nos la revela: Se llama entre otras cosas “Misericordia”.

La medida que solemos utilizar es diferente de la de Cristo, y “La medida que utilicéis, la utilizarán con vosotros”, nos dice el Señor en otro pasaje evangélico. Los fariseos, nos representan en esta escena, quitando valor a aquella mujer hasta despreciarla y hacerla indeseable e indigna de presentarse allí, entre ellos, por ser una pecadora.

Mi esposo no pierde valor por ser un pecador. Vale según el amor que Dios le tiene, y su valor es incalculable, puesto que Cristo murió por él/ella. Cristo no murió por la humanidad en general, sino que murió por cada uno de nosotros, uno por uno. Ese es el valor de mi esposo, suficientemente grande como para que merezca que el Padre envíe a su Hijo único para morir sólo por él/ella, como subraya la parábola de la oveja perdida.

Nos hacemos ya una idea del valor de aquella pecadora. Con el don de nuestro esposo, Dios nos entrega en un don gigantesco cuyo valor es el que acabamos de describir. El tema de la hermenéutica del don de San Juan Pablo II nos sobrecoge cuando explica que un don (que se da con amor de persona a persona) sólo puede darse si la persona a la que va destinado lo recibe. En cierto modo, la persona que da el don se entrega con él y la que lo recibe se entrega acogiéndolo. Así Cristo se da en matrimonio por su Iglesia por amor y la Santísima Virgen (en representación de la Iglesia) lo acoge también con amor.

Si Dios nos da en matrimonio un don de este calibre (mi esposo) cuyo valor no pierde ni un ápice por sus pecados, y yo no me entrego acogiéndolo con amor, el don no se produce. Cuando no hay unión entre los esposos, no es porque Dios nos esté entregando el don equivocado, sino porque no lo estamos acogiendo en todo su valor, con el amor que deberíamos. Estamos utilizando una medida incorrecta, nuestro juicio, y no hemos sido nombrados jueces de nuestro hermano.

¿Cómo es nuestro amor de acogida? El escándalo de Jesús (por lo que le mataron), es acoger a los pecadores, dejarse tocar por ellos. A nosotros nos corresponde acoger a nuestro esposo como Él nos acoge a nosotros, pecadores: Igualmente podría yo situarme en el lugar de la pecadora, porque muchos son mis pecados y Cristo me sigue amando igual (o más si cabe), porque mi pecado le conmueve en su Misericordia. Entonces yo también querré que mi esposo me acoja como Él lo hace, cada vez.

Si tienes duda de cómo acoger con amor a tu esposo pecador, mira la escena: https://www.youtube.com/watch?v=zr2N6J1_MLM

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

El Proyecto de María. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 19, 25-27

EVANGELIO
Triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena

Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Palabra del Señor.

El Proyecto de María.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Según la hermenéutica del don, para que el don se dé es necesario que alguien lo reciba. Cristo se dona en la cruz y era necesario que alguien estuviese allí para recoger ese don de amor plena y perfectamente. Ella es María, Madre de la Iglesia, que acoge perfectamente la entrega del Esposo y recibe su sacrificio como don de salvación para su Esposa la Iglesia a la que ella representa.

María fue corredentora con Jesús, por su sí a la Encarnación y porque a los pies de la Cruz, participa de la entrega de su Hijo al mundo. Así los esposos, uniendo nuestro sufrimiento a la Pasión de Cristo, somos también corredentores el uno del otro: (Los esposos) “al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del Espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación (Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes, n° 48).

Pero retomemos la escena del Evangelio: Cristo lo dona todo, incluso a su Madre la comparte con nosotros. Bendito don para la vida eterna. A través de Ella vino la Salvación y a través de Ella llegaremos nosotros al Salvador. María aparece junto a Jesús en las bodas de Caná, en el inicio del noviazgo de Jesús con su Esposa la Iglesia, cuando en la celebración de una boda comienza su vida pública. María vuelve a aparecer ahora en las bodas del Cordero, en la boda de Su Hijo que le entrega su cuerpo a su Esposa. En ambas situaciones, Jesús se refiere a ella como “Mujer” y no llamándola por su nombre, apelando a su Maternidad. María es Reina de la familia, y hoy la veneramos como Reina del Matrimonio.

Ella inició este Proyecto de Amor Conyugal, porque quiere llevarnos a Cristo Esposo. Ella conoce el camino: Nos convierte y nos pone en la senda del legado de San Juan Pablo II, el Papa de la familia, el gran devoto de Nuestra Señora de Fátima que le salvó de la muerte un 13 de mayo. Nos puso al Papa del “Totus Tuus” Todos tuyos, María. Ella va marcando el rumbo, es nuestra estrella, nuestra guía de Proyecto Amor Conyugal.

Damos gracias a Cristo por este inmenso don de nuestra Madre. Que como Juan, acojamos a María en nuestros hogares. Reina del Matrimonio, ruega por nosotros.

Oramos hoy con la preciosa secuencia:
Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre. Vio morir al Hijo amado, que rindió desamparado el espíritu a su Padre.
¡ Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

La libertad de elegir ser esposos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 19, 16-22

EVANGELIO
Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 16-22
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
-«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? »
Jesús le contestó:
-« ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. »
Él le preguntó:
-«¿Cuáles?»
Jesús le contestó:
-«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo. »
El muchacho le dijo:
-«Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó:
-«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y luego vente conmigo. »
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Palabra del Señor.

La libertad de elegir ser esposos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos gusta decir, que la indisolubilidad no consiste solamente en no divorciarse y permanecer juntos para toda la vida. La indisolubilidad consiste en que Dios nos ha unido. Y Dios no une por un “pespunte”. Dios une nuestra carne, nuestro corazón y nuestra alma.

La conversación de Jesús con el joven rico, va un poco de eso: Hasta qué punto estoy dispuesto a implicarme en el amor. ¿Qué le falta al joven? Le falta cambiar la obligación por la gratuidad.

Dios no tiene un medidor de grados de cumplimiento de leyes y mandamientos. La justicia de Dios es misericordia, o sea, su justicia no es retributiva (“Qué tengo que hacer para obtener la vida eterna”) sino restauradora (“Si quieres llegar hasta el final…”). El que tiene una verdadera vocación, no mide, no pone límites. ¿Estás dispuesto a todo para “llegar hasta el final”?. Ponemos aquí esa famosa frase del Concilio Vaticano II que tanto le gustaba a San Juan Pablo II: “El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo” (GS nº24).

¿Se ve la diferencia entre el matrimonio como un estado de vida o como una vocación?. Es lo que nos plantea hoy Jesús: “Si quieres llegar hasta el final…” Los puntos suspensivos, los pones tú, porque sólo tú y Dios sabéis qué te falta.

Es obvio que al joven rico sentía que le faltaba algo cuando fue a preguntarle a Jesús. También el evangelista nos deja claro que se fue triste. Jesús no fue detrás de él para convencerle. Es su libertad la que le separa de la felicidad. Tenía su vaso repleto de dinero y en él no cabía la oferta de Jesús.

Nuestra vocación al amor consiste en la entrega mutua en Cristo y por Cristo. Ese es nuestro “llegar al final”. Una vez tomada la decisión de dejarlo todo por el esposo y por tanto por Él, disfrutemos del tesoro que el joven rico despreció: Jesús nos ofrece “veniros conmigo”. La cita es a los pies de Su cruz, la que nos libera, la que nos hace salir de nosotros mismos. Él nos espera con los brazos abiertos, y nosotros llevamos nuestros vasos vacíos. Él se da como Esposo, nosotros le acogemos como Esposa (Iglesia doméstica). Él entrega su sangre, nosotros la recogemos para que nos purifique. Él nos entrega su cuerpo, nosotros nos alimentamos de él para entregarnos en la carne. Él nos entrega su Espíritu, nosotros nos amamos con Él. Es Él quien nos Cristifica en Su cuerpo, Su corazón y Su Espíritu en un camino juntos.

¡Matrimonios entusiasmados, amigos de Cristo! Alegraos de haberle encontrado y saborear el buen vino que hace con nuestro amor, alegraos de encontrar el tesoro por el que estamos dispuestos a venderlo todo. No se trata de dejar algo valioso, lo de aquí no vale nada. Se trata de cambiar lo nuestro por lo Suyo, nuestro amor por el Suyo.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Sometimiento mutuo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 35-37

EVANGELIO
¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 35-37
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:
– «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice:
«Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»
La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.

Palabra del Señor.

Sometimiento mutuo.

El Mesías procede de la estirpe de David, pero no es hijo de David, sino Hijo de Dios. Es el Espíritu Santo quien interviene directamente en la Encarnación. A Jesús se le llama el segundo Adán, porque en Él se re-crea todo. Un hombre que surge directamente de las manos de Dios y que existe antes que todos. En consecuencia, la Iglesia es la nueva Eva, que surge del costado de Cristo bajo el símbolo de sangre y agua, tras la lanzada que recibe en la cruz.

Todo este lío nos viene a mostrar quién está sometido a quién, y evidentemente, el Mesías es Señor de todos, incluido como no, el Rey David. Por tanto es David quien debe y debía en su día, sometimiento al Mesías que estaba por venir y no al contrario.

Esto que parece obvio, nos da una luz también para nuestro matrimonio. Dice San Pablo “Someteos unos a otros como al Señor”. Los esposos debemos someternos el uno al otro voluntariamente, como Cristo se sometió al hombre. Pero es importante la consideración de que nos sometemos el uno al otro por el Señor. Que nos debemos obediencia mutua porque le debemos obediencia al Señor. De lo contrario sería idolatría. Mi esposo/a está bautizado y por tanto, forma parte del Cuerpo Místico de Cristo. Dios reside en el esposo/a y por eso me puedo entregar, porque entregándome a él o ella, me entrego a Cristo. Sometiéndome a él/ella, me someto a Cristo. De la misma manera, no tendría yo capacidad para acoger a mi esposo/a si no fuera porque soy parte del Cuerpo de Cristo.

Señor, ayúdame a vencer mi orgullo y mi vanidad y enséñame a someterme a mi esposo/a por amor a ti. Que amando a mi esposo/a te ame a Ti, que entregándome a él/ella, me entregue a Ti, que obedeciéndole a él/ella, te obedezca a Ti.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/