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Lo que hay que fortalecer. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO
Convertíos y creed en el Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
-«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
-«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra del Señor.

Lo que hay que fortalecer.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús nos llama a la conversión. Esto requiere de un cambio radical del corazón y por lo tanto en las prioridades de la vida. Contemplamos la llamada de algunos discípulos, que dejan inmediatamente lo que están haciendo para seguirle.

La conversión del corazón consiste en que hay un desorden en nuestro corazón por el que hemos dejado de ser y actuar como imagen de Dios, que era lo que nos daba la dignidad, frente a ser imagen del mundo, que nos igualaría a los animales. De ellos nos distingue precisamente nuestro lado espiritual.

Así por ejemplo, cuando buscamos agradarnos a nosotros mismos en lugar de priorizar el deseo de agradar a nuestro esposo, es por un desorden que nos distancia de la imagen de Dios que es todo amor. La conversión del corazón consiste en volver a poner esas prioridades y esos deseos en su sitio para que coincidan con “los mismos sentimientos de Cristo”.

Dice San Juan Pablo II en la audiencia del 28/05/80, que por la concupiscencia (el pecado), se produce una ruptura en el hombre, en su unidad espiritual y del cuerpo. El hombre se da cuenta que su cuerpo ha dejado de sacar su fuerza del Espíritu que lo elevaba al nivel de imagen de Dios. Ahora el cuerpo tiene su propias tendencias contrarias a las del Espíritu.

El único camino es el de fortalecer la presencia del Espíritu, nuestra vida espiritual, para que “gane” en esa pugna con las fuerzas del cuerpo. Esto hará que los frutos sean los del Espíritu, que enumera San Pablo en Gálatas 5, 22-23 “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. En la medida en que por amor, dominemos nuestras tendencias corporales y nos dejemos llevar por las espirituales, podremos llegar a ser una sola carne.

Oramos:
Madre, que nos convirtamos y definitivamente sigamos a Jesús. Que como esposos fortalezcamos nuestro espíritu para que en nuestro matrimonio no reine la imagen del mundo, sino la imagen de Dios.

Todo un hogar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 1, 35-42

EVANGELIO
Vieron dónde vivía y se quedaron con él

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día.
Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús.
Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

Palabra del Señor.

Todo un hogar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús convence en la convivencia de su hogar. El cristiano debe convencer en su casa. Es nuestro esposo quien debe confirmarnos que estamos siendo fieles al Evangelio. Son nuestros hijos los que deben ir por ahí diciendo que les gustaría tener un matrimonio como el nuestro, o deseando seguir nuestros pasos porque nuestra vida realmente les convence.

A nosotros por nuestra parte, llegado el momento, nos toca decirles como Juan. No es a nosotros a quien tenéis que seguir, sino a Jesús, que es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Nosotros no somos el camino, sino testigos del que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Un día le seguimos, se dio la vuelta y nos preguntó ¿Qué buscáis?. ¿Dónde vives?, respondimos. Buscamos esa morada Tuya en la que el Padre y Tú sois uno. Jesús nos llevó a percibir pequeñas pinceladas de lo que es Su hogar, Su unión Trinitaria, y nos decidimos a seguirle. Porque la Verdad no puede ser enseñada más que viviéndola, si no, es imposible encontrar la impresionante belleza del amor. Los frutos nacen de allí donde habita Jesús, donde estos dos discípulos se quedaron. Ellos realmente no se quedaron en un lugar, se quedaron en Su corazón y, desde entonces, ese fue su hogar.

Oración:
Madre ayúdanos a que nuestro hogar, sea morada del Amor. Que se vivan las maravillas del Reino que aquí construimos y comunicamos a nuestros hijos, que sepamos apuntarles al verdadero Camino que es Cristo. Porque el verdadero hogar está donde está Jesús.

Fidelidad y confianza. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 57-66

EVANGELIO
El nacimiento de Juan Bautista

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo:
– «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron:
-«Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
– «¿Qué va a ser este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.

Palabra del Señor.

Fidelidad y confianza.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El niño debía llamarse Juan por un motivo importante. Dice Orígenes: -. Zacarías significa “el que se acuerda de Dios”, Juan significa “el que manifiesta a Dios”. El nombre de Juan debía expresar, no la memoria de Dios como ausente, sino señalarlo con el dedo como presente, diciendo (Jn 1,29): «He aquí el Cordero de Dios».-

Zacarías dudó del mensaje de Dios y quedó mudo durante un tiempo. Sin embargo, cuando llegó la hora de cumplir lo que le dijo el ángel, obedeció. Esta vez supo ser fiel a la voluntad de Dios y recuperó el habla. Después vino la gratitud y la alabanza a Dios en un canto de júbilo emocionado. Cuántas cosas permite Dios (también en nuestro matrimonio) que no entendemos ¿No es así?. Que Juan no se llamase como su padre era un auténtico “disparate” en la época y sin embargo, era voluntad de Dios. Había motivos para ello que en aquel momento no acertaban a entender.

El Señor es muy generoso con Zacarías e Isabel. Les permite engendrar un hijo en su vejez. A cambio sólo pide confianza y fidelidad. La confianza que inicialmente no tiene Zacarías, motivo por el que se queda mudo, y que luego recupera. Fidelidad porque ese niño tenía una misión de Dios. No les pertenece. No son ellos quienes pueden decidir su nombre. Ese niño estaba llamado a anunciar la venida del Hijo de Dios.

Así son las cosas. Dios es muy generoso con nosotros y solo pide confianza y fidelidad. Confianza en que, Él hará posible una comunión entre nosotros como esposos. Fidelidad a nuestro compromiso de entregarnos el uno al otro, sin mirar tanto a lo que el otro hace o deja de hacer. Isabel defiende contundentemente la voluntad de Dios aun cuando su esposo no se había pronunciado. Zacarías pierde el habla por no confiar en el anuncio de ángel y la recupera por su fidelidad. Hagamos nosotros lo mismo: Seamos fieles a la voluntad de Dios y veremos grandes milagros en nuestra vida.

Oración:
Madre, tenemos miedo porque nos falta confianza, y en nuestra vida hay tristeza porque nos falta fidelidad. Tú que eres nuestra esperanza, ruega por nosotros Santa Madre de Dios. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Re-capacitar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 21, 28-32

EVANGELIO
Vino Juan, y los pecadores le creyeron

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
– «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. » Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: – «El primero.»
Jesús les dijo: – «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñandoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Palabra del Señor.

Re-capacitar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Recapacitar… no suena a palabra “moderna”. Y sin embargo, podríamos decir que etimológicamente vendría a significar volver a capacitar. Es como si hubiésemos perdido ciertas capacidades y mediante un acto, las recuperásemos. ¿No es esto lo que ocurre cuando reflexionamos sobre nuestros actos?.

Tras el pecado en el paraíso, Dios pregunta a Adán y a Eva por separado “¿Qué has hecho?”. Ambos intentan negar su responsabilidad en el acto, culpando a otro. Lo mismo ocurre en el caso de Caín. Después de asesinar a su hermano, Dios le pregunta ¿Qué has hecho? Y Caín responde ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?. Y ante la falta de autoacusación, Yahvé desenmascara su pecado.

¿Qué buscaba Dios en aquella conversación con nuestros primeros antepasados? ¿Acaso no esperaba que recapacitasen?. ¿No hizo lo mismo Jesús con Pedro cuando le preguntó 3 veces si le amaba? Efectivamente, el pecado nos ciega, nos desorienta, y la única manera de recuperar nuestras capacidades, la pureza en la mirada, nuestro sentido del buen gusto, nuestro equilibrio, nuestra alegría… es recapacitar. Reconocer nuestro error, reconocer que hemos negado a Dios y sus leyes y el bien que ha puesto en nuestras manos, y estar dispuestos a reconducir nuestras acciones, a pedir perdón y volver a empezar de nuevo.

También para ayudar a nuestros esposos, es mucho mejor hacerle una pregunta que le ayude a recapacitar, que corregirle directamente dando por supuesta su intencionalidad ¿No os parece?.

Oramos:
Madre, que cada vez que hagamos daño a nuestro esposo, en lugar de excusarnos, adoptemos la actitud de recapacitar, pedir perdón y recuperar plenamente nuestras capacidades de esposos, para volver a dar lo que Dios espera de nosotros. Así, tomaremos nosotros la delantera en el camino del amor.

La grandeza de la vocación. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 11-15

EVANGELIO
No ha nacido uno más grande que Juan, el Bautista

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-«Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche.»

Palabra del Señor.

La grandeza de la vocación.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio de hoy, subraya la enorme importancia de la vocación.
Jesús dice de Juan que no hay nacido de mujer más grande que él. Tanto es así, que no hay ningún otro ser humano (salvando a la Santísima Virgen), del que se celebre el día de su nacimiento. Su misión estaba escrita. Dice Zacarías en esa preciosa oración del Bendictus que rezamos en la liturgia de las horas: (refiriéndose a Juan) “Y a ti, niño, te llamarán profeta del altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación y el perdón de sus pecados.”

Juan es el hombre más grande nacido de mujer, no por él mismo, sino por la misión que se le ha encomendado (su vocación) y por su sí, por ser fiel a esa llamada de Dios.

Los esposos, al igual que Juan (siempre dan cierto vértigo las comparaciones con santos de este calibre), tenemos una misión que consiste en preparar los caminos del Señor, ir delante de Él, porque Él nos envía en Su nombre. Preparar Sus caminos, es prepararnos para ser un matrimonio santo que acoge al Señor. Nuestra manera de anunciarle, es con el testimonio de un matrimonio que se ama con Su amor.

Y a pesar del vértigo que mencionábamos, hasta el más pequeño del cielo es más grande que Juan, porque el día en que el Espíritu nos plenifique, ese día no habrá nada ni nadie más grande en todo el mundo que tú y que yo. No te lo pierdas. Déjate llevar por Él, te espera una vida de hermosas e increíbles sorpresas.

Por nuestra parte, qué deciros, que estamos muy enamorados de nuestra vocación.

Oración:
Oh Madre, que confías en nosotros y nos das tan importante misión. Contempla nuestra pequeñez y nuestra necesidad de ti. Hoy también hay muchos queriendo arrebatar el reino y hablan en nombre del amor y la felicidad. No te alejes de nosotros para que podamos llevar al mundo la belleza del verdadero amor conyugal. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.