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A 45º. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 5, 33-36

EVANGELIO
Juan es la lámpara que arde y brilla
Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 33-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado».

Palabra del Señor.

A 45º.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Juan fue luz para los judíos de la época y sigue siendo para nosotros hoy, porque fue fiel a las obras que Dios le concedió llevar a cabo. Pero Juan no brillaba por sí mismo, sino que daba testimonio de la verdad, es decir, señalaba a Cristo que era el Mesías que debía de venir. Por tanto, Cristo no necesita de Juan, porque Él da testimonio de sí mismo y del Padre, con sus palabras y con sus obras.

Estos son los misterios de Dios, que quiere hacernos partícipes de todo cuanto Él hace. Nos ha hecho partícipes de su obra creadora, de Su comunicación de la Buena Noticia, de Su obra Salvadora… y no es porque nos necesite, sino por pura gracia.

Podemos representar esta participación como si fuésemos espejos. Dios Padre y Dios Hijo comparten la luz que es el Espíritu Santo, y con ella nos alumbran. Primero llega a María (Medianera de todas las gracias), y Ella nos la refleja perfectamente a nosotros. Si fuésemos espejos, deberíamos estar orientados hacia la luz para poder reflejarla. Este acto de reflejar la luz, no es pasivo. Tiene tres componentes: Creer (Recibir la luz), Vivir (Procesarla) y Predicar (Reenviarla). Así lo decía S.S. Pablo IV.

Y esa es nuestra tarea como esposos: Creer en el amor de Dios (Trino), experimentar el amor de Dios en nuestro matrimonio haciendo Su voluntad y proyectarlo con nuestra entrega conjunta. Nuestra capacidad de reflejar la luz de Dios es limitada, y es por esto que a nosotros nos gusta hablar de ser santo “en mi primer metro cuadrado”, para desde ahí ir abriendo el círculo. Se da la circunstancia de que los esposos somos ministros de la gracia de Dios el uno para el otro. Esto es algo específico y exclusivo del matrimonio. Por tanto, ¿Cómo debo situarme? En un ángulo de 45º, de manera que me oriente hacia Dios y hacia mi esposo a la vez. Así mi esposo recibirá toda la luz que Dios quería para él/ella a través de mí y lo mismo a la viceversa. De esa mutua transmisión del amor de Dios se alimentarán nuestros hijos primero y otros matrimonios después. Hermosísima misión ¿No os parece?.

Por tanto, lo primero es acoger el amor de Dios, lo segundo es algo así como si “procesásemos” el amor que recibimos de Dios: Como esposos se nos ha concedido llevar a cabo unas obras, obras de amor que hablen del Amor de Dios, amándonos como Él nos ama en lo bueno y en lo malo…, y lo tercero es reflejarlo siendo padres como Él es Padre paciente… y anunciando la verdad en estos tiempos tan necesitados de la verdad sobre el matrimonio como Dios lo creo y lo desea para nuestro bien, incluso si fuera necesario, como Juan que murió por defender la verdad del matrimonio en favor de la verdad, para que muchos se salven.

Madre,
Medianera de todas las gracias, Te pedimos la luz del Espíritu Santo, para que nos iluminemos mutuamente el uno al otro y juntos a nuestros hijos y al mundo, llegando a ser “uno solo” como estamos llamados a ser por el Padre y con El. Ayúdanos a ser testigos de la verdad del matrimonio para la salvación de muchos, que sin saber lo que hacen, hoy firman su muerte en vida. Todo esto nos sobrecoge, es demasiado grande para nosotros, es un don inmenso de Dios que nos desborda. Alabado sea por siempre.

Con mansedumbre y humildad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 28-30

EVANGELIO
Venid a mí todos los que estáis cansados
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
– «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

Con mansedumbre y humildad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cansados, agobiados, exhaustos de tanto trabajo… Como dice el Salmo 126, “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” Y eso es lo que nos pasa. Estamos cansados de trabajar para nada. Y andamos cargados, como un buey, oprimidos por las leyes de la auto exigencia o las exigencias de otros. Jesús me dice “venid a mí” para que Él dé los frutos. La carga se hace ligera cuando nuestro trabajo tiene un sentido y da fruto.

El Señor nos exhorta a aprender de Él en dos aspectos: La mansedumbre y la humildad. La primera es contraria a la soberbia, y la segunda contraria al orgullo. En realidad, ser manso es tener una actitud humilde. Hoy vamos a aplicar estas dos actitudes a un hecho muy concreto: La mutua corrección en el matrimonio. Nos parece la situación idónea puesto que uno puede estar cansado de tanto decirle al esposo las mismas cosas (sin ningún resultado), y el otro puede estar agobiado de recibir siempre las mismas correcciones (como quien lleva una pesada carga). ¿No os parece que la escena encaja perfectamente con el Evangelio?

Los fariseos, tal como les decía el propio Cristo, cargaban al pueblo con cargas pesadas que ellos mismos no eran capaces de llevar. Es un intento de sometimiento, un dominio. Es la corrección con resentimiento: Repitiendo mi sentimiento de dolor antiguo. Es el dominio mutuo que viene del pecado y que sustituye a la mutua donación. Y es que, para corregir con amor, hace falta un corazón muy humilde, es decir, hace falta hacer presente a Cristo porque yo, no soy digno. Cuando corrijo con amor desde el Evangelio, siento alivio, porque me he preocupado por mi esposo y le he amado en ese acto. Es más un rescate, que una corrección, como decíamos con la parábola de la oveja perdida.

El que es corregido, necesita ser manso. La mansedumbre es una humilde sumisión a Dios, los mansos son los que se dejan llevar por la voluntad Divina. Los que se dejan enseñar y moldear. Lejos de ser una especie de sometimiento del débil, la mansedumbre es un fruto del Espíritu y es signo de la presencia de la Sabiduría de lo alto. Al final si soy manso seré bienaventurado porque Dios promete que “poseerán la tierra” Sí, la tierra entera.

Cuánto bien nos haríamos corrigiéndonos con humildad y acogiendo las correcciones con mansedumbre. Podríamos ejercer realmente de ayuda adecuada el uno del otro.

Madre,
Aprender de Cristo, que es manso y humilde. Qué pocas veces se pone como ejemplo, y esta vez nos lo dice explícitamente: “Aprended de mí”. Él es mi Maestro, Camino, Verdad y Vida. Qué lujo, tener tal Maestro, el Hijo de Dios. Él me marca el rumbo, la dirección correcta. Él tiene palabras de Vida eterna. Alabado sea por siempre. Amén.

¿A quién quieres más? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 19-21

EVANGELIO
Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

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¿A quién quieres más?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los lazos de sangre, nos vienen dados, nos encontramos con esos vínculos hechos. Sin embargo, el verdadero amor se caracteriza porque requiere de una adhesión libre y hay que construirlo. Los lazos del Espíritu requieren por tanto de esa adhesión.

Me doy cuenta de que, querer a mis hijos o incluso a mis padres, es normal. Casi todo el mundo los quiere. Es como que viene inscrito en nuestro instinto de supervivencia y nuestra propia naturaleza nos inspira ese cariño. En cambio el amor a Dios y a mi esposo, esos no vienen tan “de mano”. Digamos que esos me los tengo que “currar” ¿No os pasa igual? Y sin embargo, son los dos amores más fuertes que puedo llegar a alcanzar en esta vida porque en ambos interviene de manera muy especial el Espíritu Santo, por haberlos recibido en dos sacramentos: El bautismo y el matrimonio.

Reconozco que hay unos lazos de amor que me vinculan a otra persona más fuertemente que los lazos puramente de parentesco, y son aquellos en los que hay una adhesión voluntaria y que además son fecundados por el Espíritu de Dios. Los primeros duran el instante de una vida, los segundos son más fuertes que la muerte.

Éstos lazos, requieren de actitudes como el compromiso y la obediencia, como Cristo, que en toda su existencia en la Tierra, tuvo como única intención uniformarse a la voluntad del Padre (1Jn 8,29. 16,32), hasta sentirse una sola cosa con él (Jn 10,30). Hay un espacio donde no caben las seducciones del Demonio, y es la obediencia. Los tres enemigos del hombre: Mundo, Demonio y Carne, ninguno de ellos puede nada contra el obediente. El obediente no puede ser vanidoso, tampoco es posible que se deje llevar por engaños ni por sus propias pasiones, puesto que no hace lo que quiere sino lo que Dios le dicta, libremente.

A nosotros en nuestro matrimonio, nos toca como a Él, quien «A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer» (Hb 5,8).

Madre:
Descubro que no puede haber amor verdadero sin obediencia a Dios y entre nosotros en Su nombre. Oro y me lleno con las palabras de Jesús: «Si observáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea pleno» (Jn 1 5, 1 0- 1 1 ). Madre, he aquí los esclavos de la Esclava del Señor.

Ardiendo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 16-18

EVANGELIO
El candil se pone en el candelero para que los que entran tengan luz

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
-«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

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Ardiendo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Al que tiene se le dará… Al que tiene ¿Qué?
La luz está claro que es la Buena Noticia de la venida del Reino de los Cielos. Es el Evangelio. Por tanto, el que tiene, es el que ha escuchado el Evangelio y tiene la Verdad. A ese, se le dará más y más. El que cree tener, es el que confía en sus criterios, y no está abierto a descubrir a Dios y sus caminos. Se le quitará hasta lo que cree tener, porque apoyará su vida en una base falsa que se irá desmoronando, hasta quedarse sin nada. Y luego, que los dones que Dios nos da, son para comunicar Su gloria. Si no los utilizas para entregarte, los pierdes.

Mi misión es ser esposo y padre. El Espíritu ha fecundado nuestra unión de esposos, y somos sacramento vivo, de manera que mi esposo y yo representamos el Evangelio en nuestra relación. Representamos quién es Dios y que Su Reino ha llegado a este mundo. Voy escuchando el Evangelio y lo voy aplicando en nuestro matrimonio, y el Señor, cada vez me va mostrando más y más de Su misterio, del misterio del Reino. Cada vez entiendo más cosas, cada vez encaja todo más, cada vez descubro más la manera de ver las cosas que Dios tiene y cada vez veo mi matrimonio y a mi esposo con los ojos de Dios. Mi vida se va embelleciendo, me voy ilusionando cada vez más con mi misión conyugal.

Si nos dejamos llevar por el Señor, y estamos orientados hacia Él, podemos reflejar Su luz cada vez más fuerte, a medida que nos vaya purificando, e iluminar con ella a nuestros hijos y a otros matrimonios. Con ese “mirad cómo se aman” y hablando de Él, de quién es, dando testimonio de cómo nos ha salvado y de qué ha hecho en nuestro matrimonio y en nuestra vida. Hace falta muchos matrimonios así para salvar el mundo. ¿Te apuntas a intentarlo con nosotros?.

Madre:
El Espíritu ha encendido la mecha de nuestro matrimonio. Poco a poco va consumiendo nuestra cera, y en la medida en que nos dejamos derretir por Él, la llama crece, y cuando intentamos abordar la mecha con nuestra cera, la llama se apaga. Queremos seguir desgastando nuestra vida, derritiéndonos ante Su presencia, y arder, desaparecer para que Él brille. Que la luz del Reino del Señor no se apague, porque haya un montón de matrimonios ardiendo. Gracias por tanto como nos has dado. Bendita seas por siempre. Bendito sea Dios eternamente. A Él gloria y alabanza por los siglos. Amén.

Aprender a escuchar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 8, 4-15

EVANGELIO
Lo de la tierra buena son los que guardan la palabra y dan fruto perseverancia

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15
En aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo esta parábola:
-«Salió el sembrador a sembrar su semilla.
Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del cielo se lo comieron.
Otro parte cayó en terreno pedregoso y, después de brotar, se secó por falta de humedad.
Otro parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron.
El otra parte cayó en tierra buena y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno».
Dicho esto, exclamó:
«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces le preguntaron los discípulos qué significa esa parábola.
Él dijo:
-«A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, «para que viendo no vean y oyendo no entiendan».
El sentido de la parábola es éste: la semilla es la palabra de Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro.
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, lo guardan y dan fruto perseverando».

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

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Aprender a escuchar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La semilla es la Palabra, y tiene un poder tremendo. El problema no está en la fuerza de la Palabra de Dios, del Evangelio, sino de la actitud de los que la reciben.

La conclusión a la que llegamos, es que, para acoger la Palabra es necesario tener la actitud de María, que guardaba todas esas cosas y las meditaba en su Corazón.

Imitando a María, tengo que empezar por escuchar, poniendo todo de mí, vaciándome de toda otra interferencia. Es lo que llamaba Orígenes en el “desierto de los sentidos”. Eliminando distracciones de todo tipo. Alguien es esperado y escuchado: Cristo.

Después tengo que ser capaz de cavar en mi corazón un enorme «espacio de libertad», para acoger la Verdad de Dios, que siempre desborda mis pensamientos. Tengo que estar dispuesto a salirme del bucle en el que me hallo encerrado, para descubrir siempre algo más grande, más sorprendente. Tengo que parar mis pensamientos y escuchar, dejar a Dios en libertad y no pretender encajonarlo en mis seguridades y en mis leyes.

Y después viene lo de “meditar en el corazón”. ¿Dónde está el corazón? Más allá de la inteligencia, de la imaginación y de la sensibilidad o afectividad. ¿Dónde está? El corazón es lo más profundo del ser humano. Primero he de encontrarlo. De lo contrario, me perderé entre un montón de ideas y razonamientos.

Una vez que lo guardo en lo más profundo de mí, lo siguiente es meditarlo. Pero meditarlo no es un ejercicio mental, sino oral. Es llevarlo a la boca. Viene de “meditari” que significa susurrar. Por tanto, es llevar constantemente a mi boca la Palabra de Dios que he guardado en mi corazón:
“La boca del justo sabiduría susurra, su lengua habla rectitud; la ley de su Dios está en su corazón”. (Sal. 37,30-31). Es la Palabra hecha carne. Es la palabra que brota del corazón, fecundada por el Espíritu. Él hace suya la palabra en mi corazón y enciende la oración de los labios, que no hacen otra cosa que una invocación a Jesús, a la Santísima Trinidad.

Pero no vamos a cerrar este comentario sin mencionar una aplicación a nuestra relación conyugal. Todo esto, esto mismo, tengo que aplicarlo a mi matrimonio cuando hable con mi esposo: Escucharlo “en el desierto de los sentidos”, cavar un enorme «espacio de libertad» para salir de mí y llenarme de su mundo interior, guardarlo en mi corazón (lo más profundo de mí), y llevarlo a la oración fecundado por el Espíritu, invocando a la Santísima Trinidad, de la que pretendemos ser imagen.

Madre:
Cuánto me queda que aprender de Ti. Me encanta que seas mi Madre. Bendita seas.