EVANGELIO
El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 13-16
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: -«Dejad. que los niños se acerquen a mi: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
El retiro «La Verdad del Matrimonio (según San Juan Pablo II) y la Alegría del Amor (según el Papa Francisco), nos ofrece ese tiempo de calidad, en el que nos ocuparemos de lo verdaderamente importante, dejando a un lado lo urgente del día a día, que nos impide crecer en el amor y construir sobre roca.
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Familiaridad y esperanza.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Nosotros nos queremos perfectos, Dios nos quiere niños: Limitados, pequeños, inocentes, sin angustias, sencillos, sin dobleces… confiando en el Padre. Un niño es capaz de saltar de lo alto de la mesa al vacío si su padre está delante, porque tiene la seguridad de que no le dejará caer.
Pues eso, la confianza es fundamental para recibir el reino de Dios en nuestra vida. Confianza en este caso, referida a la “esperanza firme” en que Él quiere lo mejor para nosotros y lo hará.
Normalmente con nuestro esposo, tenemos mucha confianza en el sentido de “familiaridad”, que, dicho sea de paso, no se debe traducir en una falta de cortesía:
Dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia 99. …«entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto […] El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón»
Esto por un lado. Ojo con que la confianza se convierta en “invadir” la libertad del otro. Y por otro está la necesidad de tener confianza o “esperanza” en él/ella, lo cual también es imprescindible aun cuando nos haya fallado con anterioridad:
100. Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una mirada amable puesta en él. Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos. Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes.
Madre:
Dame una mirada amable hacia mi e esposo. Que no reine en mí el pesimismos que destaca sus defectos, sino que entre el reino de los cielos. Que vivamos como niños la confianza (familiaridad) pero con un respeto enorme a la libertad y dignidad que Dios le ha dado al esposo, y vivamos la confianza (esperanza) en Dios Padre, que actuará en nuestro esposo y en mí y nos hará vivir algo grande. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.