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¿Lleváis la alegría en vuestro interior? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 39-45

EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
– «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

Palabra del Señor.

¿Lleváis la alegría en vuestro interior?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El segundo libro de Samuel (2 Sam 6ss) cuenta la historia del Arca de la Alianza, donde Dios residía. David quiso colocarla en su casa, pero tuvo miedo y mandó que el Arca fuera para la casa de Obed-Edom. «Y el Arca permaneció tres meses en casa de Obed-Edom, y Yavé bendijo a Obed-Edom y a toda su familia». El Arca trajo toda clase de bendiciones y alegría a aquella casa y aquella familia.

María, embarazada de Jesús, es el arca de la Nueva Alianza. Ella camina a prisa con la alegría de haber creído. Dios reside en su interior y ella lleva Sus bendiciones a casa de Isabel: El niño salta en su seno e Isabel grita gozosa llena del Espíritu Santo.

Los esposos bautizados, también podemos llevar a otros la alegría de haber creído. Y podemos ser arcas de la nueva Alianza que visitan a las familias llevando la bendición de Dios a sus hogares. Llevamos en nuestra unión sagrada, un sacramento de la nueva Alianza. Dios se hizo una sola carne con la humanidad en el vientre de María y Dios nos hace una sola carne en nuestro pacto conyugal. Es un gran misterio por el que Dios le otorga a la carne, a nuestra carne, la capacidad de llevar y transmitir su gracia, su salvación.

Si no hacemos nada, habrá muchos esposos y familias que se quedarán sin conocer la buena noticia del matrimonio. Hay muchas familias que necesitan que seamos ese arca que lleva a Dios y toda clase de bendiciones y esperanza. María nos espera para que le acompañemos a sus hogares.

Oración:
Madre, te recibimos con alegría, como Isabel, y como ella nos sentimos demasiado poca cosa para recibir tu visita. Pero sabemos que nos traes a Jesús. Él convertirá nuestra agua en vino del mejor y nuestra vida de esposos será plena, y nuestros hijos se llenarán del amor de Dios. Que así sea, por Jesucristo nuestro Señor.

En Su nombre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 39-45

EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
– «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. »

Palabra del Señor.

En Su nombre.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El encuentro entre María e Isabel es mucho más que una reunión entre parientes. Es un encuentro en el Espíritu. El Espíritu de Dios que procede del Hijo de María, inunda los corazones de Isabel y de su hijo, que responde saltando en su vientre.

María es llevada por el Espíritu a casa de Isabel, donde también sucede lo que había anunciado el Ángel del Señor. María e Isabel son atraídas por la acción de Dios. Él despierta en María el deseo de ir a ver a Isabel, servirla y ayudarla. Dios las reúne en Su nombre.

Nada más hermoso que encontrarnos y reunirnos como hijos de Dios, en nuestro matrimonio, en familia, para hablar de su Gloria, de sus maravillas y su poder, de la belleza que hay en todo cuanto hace y nos dejamos hacer. Reconocer que Él nos ha unido, que Él lo gobierna todo y tiene un hermoso plan para nosotros porque nos ama infinitamente. Nada más gratificante y que ensanche más el corazón que ese saludo de María e Isabel, las dos reunidas en el nombre del Señor. Efectivamente, ¡Allí está Él en medio de ellas!

Oración:
Madre, que como Isabel, sepamos acogerte. Que gustemos de saborear las cosas del Señor y veamos Su mano en nosotros, y en nuestras vidas. Que como ella, nos felicitemos con la certeza de que lo que Dios nos ha prometido como cristianos, como esposos y como familia, por nuestro sí, se cumplirá.

Un plan mejor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 5-25

EVANGELIO
El ángel Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
– «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacía los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías replicó al ángel:
– «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.»
El ángel le contestó:
– «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento.»
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo:
– «Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres.»

Palabra del Señor.

Un plan mejor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El pobre Zacarías aun siendo justo e irreprochable, desconfía de Dios pidiendo una demostración al Arcángel, cuando lo que correspondía era dar gracias a y alabar a Dios por tan inmenso don.

Dice el Evangelio que Zacarías e Isabel eran un matrimonio “justos ante los ojos de Dios y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes de Dios”.
El ruego de ser padres, fue escuchado, pero los tiempos de Dios y sus planes, no eran los suyos. Dios tenía un plan que superaba en generosidad, cualquier petición de aquel matrimonio.

En cambio Zacarías no conoce a Dios, a pesar de que vive para Él, no conoce su grandeza y su generosidad. ¡Lección genial! Cuántas veces estarían tristes, llorarían por su infertilidad, y sin embargo Dios les daría el hijo más grande nacido de mujer (como dirá Jesús): Juan el Bautista.

El Arcángel le anuncia a Zacarías el Plan de Dios, estando en oración: “Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande…” ¿Puede haber mayor regalo? Dios todo lo puede y su plan supera en mucho los que nosotros podamos imaginarnos. No sólo es darles un hijo cuando humanamente es imposible, sino “ese” hijo, todo un designio de amor.

A veces, nos puede pasar esto mismo en nuestro matrimonio. Dios ha pensado en un plan de comunión para mi matrimonio, y yo no me lo acabo de creer. ¿Pero cómo estaré seguro de eso?. Lo de Zacarías e Isabel parecía más imposible, eran viejos y estériles. ¿Por qué Dios no va a crear una verdadera comunión a partir de mi esposo y yo, a pesar de todas nuestras limitaciones. Esposos ¿Queréis vivir el plan de Dios? Pues pensad en lo más hermoso, algo imposible de alcanzar para vosotros. Su plan será mejor aún.

Oración:
Madre, enséñanos a confiar y responder al plan de Dios, para que no nos quedemos paralizados o como mudos. Gracias Padre, por el hermosísimo plan de unión y comunión que tienes para nosotros. Sabemos que cada día, ahí estás Tú diciéndonos: “Te amo”.

De donde procedes. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 1, 1-17

EVANGELIO
Genealogía de Jesucristo, hijo de David

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 1-17
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Estón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquirn, Aquím a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce.

Palabra del Señor.

De donde procedes.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La intención de Mateo parece clara: Demostrar a los Judíos que Jesús provenía de la estirpe de Abrahán y de David, tal como anunciaron los profetas.
Pero en este Evangelio hay mucho más.

Contemplamos hasta qué punto en la historia de la salvación cobra importancia san José. Jesucristo no lleva su sangre, sino la de María, pero la genealogía que se presenta en el Evangelio como estirpe de la que procede el Mesías, es de José. La familia de origen de San José queda pues como la familia de origen de Dios hecho hombre.

Esto nos lleva a reflexionar sobre la enorme importancia que debe tener para mí la familia de mi esposo y sus antepasados. Cómo con nuestra unión, se funden realmente la historia de mi esposo y la mía. Quizás esa familia no sea perfecta, pero tampoco lo fue la de Cristo y sin embargo, serán un medio de Dios para traer al mundo ni más ni menos que a su Hijo.

Sí, Jesús no procede de una historia pura y santa. Como escribió el Cardenal Nguyen van Thuan, «en este mundo, si un pueblo escribe su historia oficial, hablará de su grandeza… Es un caso único, admirable y espléndido encontrar un pueblo cuya historia oficial no esconde los pecados de sus antepasados». Aparecen pecados como el homicidio (David), la idolatría (Salomón) o la prostitución (Rahab). Y junto con ello hay momentos de gracia y de fidelidad a Dios, y sobre todo las figuras de José y María, «de la que nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16).

Jesús es verdadero hombre, y proviene de una historia como la tuya y la mía.

Contemplemos la sacralidad de aquellas uniones entre hombre y mujer, que a pesar de sus limitaciones y pecados, iban preparando y posibilitando de generación en generación la venida de Dios al mundo. Cada hombre y cada mujer, en cada unión conyugal que dio lugar a una vida, estaban siendo una pieza indispensable en una cadena que se hace sagrada por la venida del Hijo de Dios. Y a su vez, todos ellos hacia atrás, apuntaban a un Origen y Fuente de toda vida que es Dios mismo.

Pues bien, igual que aceptamos toda esa genealogía de Jesús como una cadena santa, hoy Dios nos muestra la importancia de nuestras familias de origen, a los que debemos amar y estar agradecidos, rezar por nuestros difuntos, los de nuestro esposo y los míos, porque en nosotros se han unido ambas familias.

Oramos:
Madre, que hagamos de nuestra vida un tiempo de reparación por todos los pecados de nuestras familias desde el origen. Hoy oramos por ellos para que el Señor, que cura todos los males y redime todas las culpas, derrame Su gracia sobre nuestras familias. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Lo que yo esperaba. Comentario del Evangelio para matrimonios: Lucas 7, 19-23

EVANGELIO
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:
– «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»
Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:
-«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»»
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Después contestó a los enviados:
– «ld a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí.»

Palabra del Señor.

Lo que yo esperaba.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Juan esperaba el mesías que él había imaginado. Jesús le muestra con las obras que es Él, tal como estaba escrito: Lo ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…

Oración:
Señor, yo tampoco te esperaba a Ti. Quizás estaba buscando más los beneficios que iba a recibir por ser amigo tuyo, que una verdadera relación de amistad como la que me pides, en la que me entregue a Ti, por ti mismo, por puro amor. Quizás en un primer momento pensé que merecía mucho por lo poco que te entregaba y ahora descubro que eres Tú el que merece mucho más y no puedo dártelo, porque ni siquiera mi vida me pertenece.

Quizás no esperaba tampoco una relación así en mi matrimonio. Quizás me casé porque también con mi esposo esperaba que me hiciera feliz en lugar de plantearme: Me comprometo a hacerle feliz a él/ella en cualquier circunstancia, quiero dedicar mi vida a ello, porque le amo. Quizás con cada entrega pensé también que merecía un agradecimiento por su parte, o que se entregase a mí en otros momentos para equilibrar la balanza.

Ahora descubro que no, que cada entrega mía a mi esposo es ese poco que puedo darte, Señor, porque todo lo que haga por él/ella por Ti lo hago.

Ya no necesito enviar mensajeros para saber si eres Tú al que estoy sirviendo cuando sirvo a mi esposo. Ya sé que sí, que eres Tú.

Y ahora, ¡¡A anunciarlo!!