EVANGELIO
Esta viuda pobre ha echado más que nadie
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, y aparentan hacer largas oraciones. Éstos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.
En silencio.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
El amor nace de la sinceridad del corazón. Si actúo esperando algún tipo de agradecimiento o de reconocimiento, no estoy amando. Si actúo para sentirme bien, tampoco estoy amando, pues busco mi complacencia.
Se ama en silencio y esperando que la gloria sea para Dios, no para mí, y dando hasta que duela, como decía Madre Teresa de Calcuta.
Aterrizado a la vida conyugal:
Era viernes por la tarde. Hacía tiempo que habían planeado celebrar su cumpleaños al día siguiente, pero se produjo un contratiempo. Su esposo se estaba triste, desganado. Quizás por la acumulación de trabajo. De hecho, no recordaba nada de que la celebración era al día siguiente. Así que ella no dijo nada. Por dentro le corría como una especie de rabia contenida. Era su día, el que llevaba esperando tanto tiempo. Iban a ir juntos en familia a aquel sitio tan hermoso, lleno de jardines. Sus hijos estudiaban ya fuera, y poder hacer un plan tan bonito juntos era el mayor regalo que le podían hacer. Pero se encontró que nadie se acordaba de aquella celebración. Qué mal rato.
Puesto que su esposo estaba un poco depre, le pidió fuerzas al Señor y se decidió a mirarle sólo a él. Se sentó a su lado, se abrazó a él. “Qué te pasa a ti, cariño. No estés triste, anímate, que yo te quiero mucho.” Le susurró al oído. Y después se ofreció a acompañarle al fútbol al día siguiente, cosa que ella odiaba. Pero así daba gloria a Dios.
Un Arcangel estaba recogiendo todos esos tesoros para llevarlos ante Dios.
Madre,
Enséñanos a amar en silencio con un corazón sincero, para comunicar sólo la gloria de Dios y que nuestras acciones sean de Su agrado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.