EVANGELIO
Curó a muchos enfermos de diversos males
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca.»
Él les respondió:
-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios
Palabra del Señor.
Porque se lo merece.
El Evangelio de hoy nos muestra el final de un día en la vida cotidiana de Jesús. Cuando se retira a descansar a casa de Pedro, se encuentra con la suegra enferma y no puede evitar curarla. De noche, seguramente exhausto, dedica todo su tiempo a curar a aquellos hombres y mujeres que se agolpaban en la puerta. Jesús reconoce la enorme dignidad de cada uno de ellos y no puede dejar de servirles para aliviar sus padecimientos.
Dios se hizo hombre para servir y nosotros nos convertimos en esposos para servir. Tanto es así que en el Catecismo de la Iglesia Católica, el Sacramento del Matrimonio está contenido en el apartado denominado «Los sacramentos al servicio de la comunidad».
Lo que nos impide volcarnos en ese servicio, son los deseos desordenados fruto del pecado. La llamada “concupiscencia” es la búsqueda de la autosatisfacción en lugar de la autodonación, y puede ser de tres tipos (según 1Jn 2,16): La concupiscencia del cuerpo, de los ojos y la soberbia de la vida (o el jactarse de la buena vida, tal como aparece en otras traducciones).
Referido a una de ellas, la concupiscencia de los ojos, dice San Juan Pablo II (Catequesis del amor humano del 22 de octubre de 1980):
‘En efecto, el mal de la «concupiscencia»… hace, que el objeto al que se dirige constituya para el sujeto humano un «valor no bastante apreciado». … se puede y se debe entender como «desvalorización», o sea, empobrecimiento de un valor auténtico, como privación intencional de esa dignidad…’
De igual manera, la concupiscencia denominada “soberbia de la vida” (o jactarse de la buena vida), impide la entrega en el servicio al esposo/a, porque se le da un “valor no bastante apreciado”. Se le “desvaloriza”, como privación intencional de su dignidad. Al restarle valor al esposo/a, parece que deja de merecerse ser servido con la intensidad que lo hace Cristo.
Por tanto, debo pedirle al Señor que me revele la enorme dignidad de mi esposo/a como “imagen de Dios”, para que me mueva a servirle como se merece, como Él lo haría. Hoy Jesús coge nuestra mano, como hizo con la de la suegra de Simón, y nos levanta para quitarnos la fiebre que nos impide servirnos.
Oramos por el sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/
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