Pasión por el Espíritu. Comentario para Matrimonios: Juan 20, 19-23

EVANGELIO

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor.

Pasión por el Espíritu.

Estoy rodeado de fuerzas que me arrastran o me empujan. Las fuerzas que me intentan arrastrar son las pasiones sensibles (que entran por los sentidos) y las que me empujan a luchar son las pasiones irascibles (que entran por el intelecto). Las pasiones entran en nosotros sin permiso, ya que son necesarias para nuestra supervivencia y bienestar, por eso las utiliza el demonio para desviarnos y gobernar nuestra alma a su antojo. Son como rendijas por donde se cuela y nos tienta.
Hay también una especie de “ancla” que intenta impedir que sea arrastrado o empujado en contra de mi recta razón, de mi fin último, de mi dignidad, de aquello para lo que he sido creado. Ese ancla es la conciencia, la voz de Dios en mi corazón.
Pero luego hay también una fuerza sobrenatural, que a diferencia de las pasiones, no entra arrasando sin mi consentimiento, sino que tiene que ser admitida por las potencias del alma: La memoria, el entendimiento y la voluntad. Esa fuerza que me arrastra y empuja más que ninguna otra es el Espíritu Santo. Es una fuerza capaz de hacernos santos. ¡Bienvenido Espíritu Santo!

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos: Me preguntaba cómo colaborar con el Espíritu para acoger Sus dones. Es la clave para la santidad luego es muy importante.
Teresa: El Espíritu se recibe en el alma, así que, creo que tendríamos que utilizar las potencias del alma para estar abiertos a Él. Por ejemplo, la memoria puede animar la virtud de la fe, recordando todo lo recibido y experimentado en nuestra relación con Dios.
Carlos: Vale, entonces el entendimiento se apoya en la esperanza de la promesa. Conozco cuál es esa promesa y eso me ayuda a acoger la virtud de la esperanza.
Teresa: Y la voluntad es la encargada de ejecutar la caridad recibida de Dios. Son los tres guardianes que dejan paso al Espíritu Santo.
Carlos: Vale, pues abramos las puertas de nuestra alma de par en par con esta oración: Espíritu Santo, creo en ti porque eres el mayor don que nos dejó Cristo con Su entrega; sé que Tu misión es conducirme hasta Dios (esperanza) y me pongo a Tu servicio para actuar en Tu nombre (caridad). Amén.
Teresa: Amén.

Madre,

Hoy las lenguas de fuego se reavivan sobre nuestras cabezas. No existe en el mundo mayor fuerza que la del Espíritu Santo. Dame la docilidad para acogerle y servir a Sus designios. Dame más fe, más esperanza y más amor para recibirle con la mayor disposición. Alabado seas, Espíritu de Dios.

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