EVANGELIO
Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a los pequeños.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor.
Oculta o revela.
Es el Padre quien esconde al corazón orgulloso su sabiduría y se la revela al humilde. Todo viene del Padre, por eso Señor, nos llamas a ir a Tu Corazón que es manso y humilde, para darnos a conocer esa sabiduría que Dios nos quiere hacer llegar. Ahí encontraremos el descanso de nuestra alma, cuando sepamos interpretar las cosas según Dios. El yugo de la vida, sin la mansedumbre y la sabiduría de Dios, se hace pesado. Tendemos a cargarnos con más de lo que tenemos que cargar o a rehusar el camino angosto que se nos ofrece. Qué gusto da sentirse guiado por el Espíritu con la confianza puesta en Él.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Catalina se queja porque siempre tiene que tirar de todo en casa. Las tareas del hogar, los niños, la fe… Pero un día en la oración, el Señor le mostró Su Corazón manso y humilde, cómo se adaptaba a las torpezas de los discípulos, se adecuaba a su ritmo. Algunos eran pescadores… Pero Él se entregaba a ellos con cariño y con paciencia. Era Dios, y su vida tan sencilla la ofrecía por nuestra salvación. Entonces cambió su actitud, tenía que hacer como su Maestro y adaptarse al ritmo de su esposo. Hacía las cosas con sencillez, y le pedía perdón al Señor cuando tendía a mirarse a sí misma, cosa que su Maestro nunca hacía. Poco a poco, aprendió el valor de la mansedumbre que la elevaba mucho más que todos los libros de fe que solía devorarse con deseos de santidad. Así fue como Catalina creció en sabiduría.
Madre,
Bendice mi alma al Señor, todo mi ser bendice Su santo nombre. Te doy gracias por todos tus beneficios, Dios mío, porque eres compasivo y misericordioso. Nunca acusas ni guardas rencor. Gracias Señor por Tu ternura, por enamorarte de mi barro. Gracias por Tu alianza con mi esposo y conmigo. Amén.
Madre, hoy los comentarios tanto al evangelio, al aterrizaje a la vida matrimonial, como a Ti, me han ayudado, y me van ayudar en todos los momentos, al menos de hoy, a entender cuál es la sabiduría de Dios que nos lleva a Él y no sólo sino con nuestro espiso: humildad, sencillez, paciencia, mansedumbre,… En una palabra, AMOR! ¡Gracias!