EVANGELIO
Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.
Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Palabra del Señor.
Aviso:
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No por amor propio.
Es hermoso cómo este Evangelio nos muestra que el que ama, desea para el amado lo mejor, y por tanto, desea que llegue al cielo. Dios quiere que sea un medio Suyo para mi esposo, mis hijos y muchos otros.
El cristiano está obligado a realizar la corrección fraterna. Lo dice también San Agustín: «… con el pecado se ha herido a sí mismo; ¿no te importan las heridas de tu hermano? … ¿y te encoges de hombros? Peor eres tú callando que él faltando…Debemos pues, corregir por amor; no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda… ¿Por qué le corriges? ¿Por qué te ha molestado ser ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces» (Sermón 82) Por eso, antes de corregir, tengo que dirigir mis afectos hacia Cristo, rezando: Jesús ¿Esto lo quieres Tú, o me estoy buscando? ¿Hay dolor, resentimiento o quejas en mi corazón? ¡Ven Espíritu Santo y ayúdame!. Y tampoco me puedo olvidar de corregir a solas.
Si lo he hecho bien y no hay cambios, puedo hacer mucho: Ofrecer sacrificios conyugales por él y por la familia.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ramón: Cariño, he estado rezando mucho por ti, y creo que te tengo que hablar sobre algo.
Marta: Sí, por supuesto ¿Cuándo?
Ramón: ¿Quedamos esta noche a las 10?
Marta: Muy bien. (beso)
(Después de cenar en familia, ya a solas)
Ramón: ¿Lo ponemos en manos del Señor?
Marta: Sí
Juntos: En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Ven Espíritu Santo…
Ramón: Señor, tú sabes que no quiero nada para mí, ni busco mi complacencia, ilumíname para transmitirle a mi esposa lo que tú quieres transmitirle para poder ayudarla a llegar hasta ti. Amén.
Marta: Amén.
Ramón: Marta, he observado que en tus conversaciones hablas mucho de ti ¿Tú como lo estás viviendo?
Marta: ¡Uf! Ramón, ahora cuando me lo has dicho, lo primero que he sentido es dolor, y ganas de excusarme y defenderme, pero deben ser tentaciones del demonio, porque debo sospechar de mí. No soy consciente de lo que me dices, pero si hablo de mí es porque que es importante que se me conozca para que haya relación ¿Tú qué crees?
Ramón: Una vez leí que cuando uno habla mucho de sí mismo es por orgullo, es ponerme yo como el centro, desplazando a Dios, incluso a los demás. Yo también veo en que en ocasiones pongo mi “yo” antes que a ti o a Dios… no sé, disciérnelo a ver. Me dolería que te estuviese alejando de Dios.
Marta: ¡Jo! Pues no me había dado cuenta. Estaré más pendiente e intentaré cambiar el centro de mis conversaciones. Muchas gracias por quererme tanto. Sé que esto no ha sido nada fácil para ti tampoco.
Ramón: Te damos gracias Señor por este don.
Marta: Gracias por este rato, por mi esposo, mi ayuda adecuada que es tu instrumento y me muestra lo que Tú quieres mostrarme.
Ramón: Ayúdanos a que mengüemos para que seas Tu quien reines y superar nuestras tentaciones. En Ti confiamos. Amén.
Marta: Amén.
Madre,
Nuestro orgullo nos impide hacer y recibir bien la corrección fraterna, especialmente entre los esposos. Sabemos que Dios lo quiere por nuestro bien. Ayúdanos Madre a corregirnos con amor, por amor e inmersos en el Amor. Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor. Amén.