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EVANGELIO
El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 20-24
En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.
Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».
Palabra del Señor.
No es un juego.
La vida no es un juego. No nos podemos acomodar ni conformar con lo que ya somos como matrimonio, y mucho menos si el Señor está haciendo muchos milagros a nuestro alrededor y nos está dando muchas gracias, como es nuestro caso. El infierno es la falta de cumplimiento definitivo, la imperfección eterna del hombre, su fracaso global en cuanto pérdida definitiva de la relación con Dios y su obra de salvación y de la perfección del hombre. Como tal, el infierno es una situación eterna, irreversible. A veces miramos sólo las dificultades que vivimos en nuestro matrimonio en el momento y no tomamos conciencia de que hay consecuencias en función de si esa circunstancia concreta la vivimos por Dios o contra Dios. Y esas consecuencias son para siempre, siempre, siempre…
Suena duro, suena incluso un poco surrealista, pero es así. La vida, queridos esposos, no es un juego.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Luisa: Andrés, esta noche he soñado con el infierno. Ha sido horrible. Pero era tan real… Contemplaba yo el sufrimiento de las personas que allí estaban.
Andrés: A lo mejor ha sido un don de Dios. ¿Cómo era?
Luisa: No es tanto cómo era. ¿Tú has visto el desgarro de un matrimonio que se odia? Pues era cien, qué digo cien, mil veces mayor. Brutal. Me he despertado y me he puesto a rezar a Dios con todo mi corazón por esos matrimonios que estamos ayudando y que están a punto de romperse. ¿Qué más podemos hacer por ellos? ¿Cómo hacer que superen su desidia, su dureza de corazón, sus resistencias…?
Andrés: Si Dios ha querido mostrarte esa escena, ¿por qué no la compartes con ellos en la próxima reunión?
Luisa: Tienes razón. Lo haré. También, pensaba en nosotros, Andrés. A ver si vamos a ser como esos de Cafarnaún, que creían que subirían al cielo y en cambio, Jesús dijo que bajarían al infierno.
Andrés: La verdad es que nosotros estamos viendo muchos milagros y debemos hacer un esfuerzo especial por ser fieles a Dios a través de nuestro matrimonio. ¿Ni un solo reproche más el uno al otro?
Luisa: Ni uno solo más. Pido a Dios que sólo haya delicadeza entre nosotros.
Madre,
Abogada Nuestra, vuelve a nosotros esos Tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, llévanos a Jesús. Alabado sea por siempre.