EVANGELIO
Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?
Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Palabra del Señor.
No cumple todas las condiciones.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Conocer al Hijo es conocer al Padre. El Hijo está en el Padre y el Padre está en el Hijo. Esto de que la relación entre esposos haya sido creada a imagen de la relación de la Santísima Trinidad, nos obliga a leer este tipo de afirmaciones con mucha atención para ver cómo hacemos para aplicarla a nuestro matrimonio. Llevado al refranero popular, podíamos recordar aquello de “Dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición”. Hoy le damos otro enfoque: Dos esposos que rezan juntos y siguen juntos a Jesús, se vuelven como Él y llegan a tener Sus mismos sentimientos.
Pero para llegar a esto, tenemos un largo camino que dura toda la vida. Jesús es el Camino, y Él nos enseña a cargar con nuestra cruz de cada día y seguirle. Muchas veces, es cargar con los pecados del otro lo que nos va ayudando a ser como Jesús.
Una joven acudió una vez a un anciano y le pidió que orara por ella:
– “Me doy cuenta que estoy cayendo continuamente en la impaciencia con mi esposo, ¿podría orar por mí para que pueda ser más paciente con él?”.
El anciano accedió. Se arrodillaron, y el hombre de Dios comenzó a orar:
– “Señor, mándale tribulaciones a esta joven esta mañana a través de su esposo, envíale tribulaciones por la tarde a través de su esposo…”
La joven le interrumpió y le dijo:
– “¡No, no! ¡Tribulaciones no! ¡Paciencia!”.
-“Pero la tribulación produce paciencia” -contestó el anciano-. Si quieres tener paciencia con tu esposo, tienes que tener tribulación”.
Por Jesús vemos al Padre, pero es un camino. Hacer en nuestro matrimonio, lo que le vemos hacer a Jesús en el Evangelio, nos va haciendo cada día más semejantes a Él y al asemejarnos a Él, nos asemejamos entre nosotros. ¿Cómo aprendería misericordia, paciencia, longanimidad, compasión en el corazón, si estuviera casado con alguien que nunca me ha fallado? que nunca se ha puesto difícil conmigo, que nunca ha pecado contra mí, que nunca fue lento para reconocer su pecado o pedir por perdón.
El matrimonio es el más grande instrumento de santificación. Estoy casado con una persona que no cumple con todas las condiciones, para que aprenda a amar de manera incondicional. Y esto me asemeja a Dios.
Madre,
Ya sabes lo que me cuesta avanzar en este camino de purificación, pero merece la pena todo esfuerzo. Tú hiciste ya ese esfuerzo y ahí estás, coronada como Reina y Señora del Universo. Este es tu mes, un mes para venerarte. Qué maravilla de ejemplo tenemos en ti, Madre. Gracias. Bendita seas.