EVANGELIO
¿Con qué autoridad haces esto?
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le decían: -«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad para hacer esto? ». Jesús les respondió: -«Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres? Contestadme». Se pusieron a deliberar: -«Si decimos que es del cielo, dirá: «¿Y por qué no le habéis creído?» ¿Pero cómo vamos a decir que es de los hombres?». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: -«No sabemos.» Jesús les replicó: -«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Palabra del Señor.
Mis temores.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Los sumos sacerdotes intentan poner a prueba a Jesús, pero se enfrentan a lo que iba a ser una prueba para ellos. Ante una pregunta que les enfrenta con la Verdad, se encuentran con dos posibles alternativas: El temor de Dios o el miedo a la gente.
Podríamos decir que hay dos tipos de temor, uno paraliza y otro dinamiza:
El que paraliza es aquel sobre el que nos advierte el Evangelio: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. (Mt 10,28)
El que dinamiza es el santo temor de Dios: Éste es un don del Espíritu Santo, concedido a los cristianos. “Todos sus santos temed al Señor” (Sal 33 10). No se trata aquí de tener miedo de Dios, ni de tener miedo a los castigos de Dios, si bien, este último es un temor sano que utiliza la pedagogía de Dios para guiarnos hacia el amor y la verdad. El auténtico temor de Dios, consiste en temer a la posibilidad de ofenderle reconociendo nuestra debilidad. Es el amor que se preocupa de permanecer en Dios. Habiendo gustado la dulzura de estar con Dios, aborrece la idea de perderla y quedar privado de ella.
San Juan Pablo II señala: Aquí se trata de algo mucho más noble: es el sentimiento sincero que el hombre experimenta ante la inmensidad de su Creador, especialmente cuando reflexiona sobre las propias infidelidades… El creyente se presenta ante Dios con el espíritu contrito y con el corazón humillado (cfr Sal 50/51, 19).
Los esposos tenemos muchos miedos, por las dificultades de la vida, por el futuro de nuestros hijos, etc. Podemos estar “equivocándonos” de miedo y olvidándonos de amarnos por el santo temor de Dios. Puedo estar con miedo de lo que mi esposo piense de mí y sin embargo, olvidarme del temor de ofender a Dios por mis actitudes con él/ella.
Hoy hemos aprendido, que el Señor guarda silencio ante los que temen a los hombres y sólo muestra la verdad a los que temen a Dios.
Madre:
Pedimos al Espíritu el don del Temor de Dios. Tú te turbaste ante la presencia del ángel en la anunciación. Se te encomendaba una misión demasiado grande para ser “esclava del Señor”. Nosotros queremos adoptar también esa actitud ante la grandeza del Sacramento del Matrimonio. Esperemos responder a tal generosidad. Alabado sea el Señor por confiarnos tal misión. A Él gloria y alabanza por los siglos.