EVANGELIO
¿Por qué esta generación reclama un signo?
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo:
«¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Palabra del Señor.
Un milagrito y andando.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Hoy la primera lectura continúa con Génesis 4. Dice: “El hombre conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor»”.
San Juan Pablo II nos habla a propósito de este texto, de la vida “según el espíritu” que nos ofrece nuestro sacramento, por la que somos capaces de reconocer la gratificación que hemos recibido de Dios en nuestra vocación. Podemos recuperar a través de nuestro sacramento la libertad del don, esto es, la posibilidad de ser lo suficientemente dueños de nosotros mismos como para poder donarnos el uno al otro, y someter nuestra masculinidad y feminidad a la bendición de la procreación.
A veces, como esposo, puedo quejarme de que Dios no nos da los signos que le pedimos. No cambia las cosas en nuestro matrimonio para alcanzar la unión que nos gustaría tener. Pero es importante reconocer que actúo como los fariseos, que pido signos pero no hago lo suficiente por intentar serle fiel a través de mi vocación. Pedimos un milagrito y andando. Es como decirle “quítame las dificultades” ¡Pero si son nuestro camino de crecimiento!. No, las cosas no funcionan así. Nos echaríamos a perder si Dios permitiese esto. Nuestro Sacramento actúa cuando yo me voy haciendo dueño de mí mismo, con esfuerzo, controlando mis impulsos, dominando mis emociones, redirigiendo mis deseos… para entregarme a mi esposo, y cuando me someto a la voluntad de Dios, en decisiones tan críticas como las de tener un hijo, no mirándolas desde mi perspectiva egoísta, sino desde la de Dios y lo que Él quiere de mí. Así voy construyendo un esposo de verdad.
Cristo no hace signos a modo de exhibición, sino para enseñarme que puede liberarme de la muerte, de la enfermedad, del pecado y de la angustia. Por tanto, no debo esperar una señal llamativa. El poder de Dios no se manifiesta así. Nosotros tenemos un sacramento en el que Cristo está presente. En la medida en que luche por amar y liberarme de mí mismo, Él hará el milagro y recuperaré la libertad del don, esto es, el deseo y la capacidad de entregarme y dar fruto.
Madre,
No quiero que el Señor se aleje de mí, decepcionado, porque no pongo interés en luchar. Quiero que pongáis en mi camino todas aquella dificultades que consideréis necesarias para que yo vaya aprendiendo a desasirme de mí mismo y donarme como Cristo. Sé que os lo pongo difícil a veces, pero sabes que en el fondo de mi corazón quiero ser fiel y vivir en la verdad. Doy gracias por esta difícil misión de esposo, que me llena y me motiva. Es todo un don. Alabado sea el Señor.