Mayor que el pecado. Comentario para Matrimonios: Mateo 9, 9-13

EVANGELIO

Sígueme. Él se levantó y lo siguió.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «Misericordia quiero y no sacrificio»: que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.

 

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Mayor que el pecado.

A veces actuamos como si Dios sintiese rechazo hacia mí por mi pecado. Y es que nos imaginamos a un dios hecho a imagen y semejanza de los hombres. Pero no. Somos nosotros los que fuimos creados a Su imagen y destinados a asemejarnos a Él.
No acabamos de entender que para superar el pecado es necesario que haya un amor más grande que lo supera. De eso trata la alianza con Dios, de eso trata el matrimonio.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos: Cuando mi esposa empezaba a vivir una tentación, veía cómo el mal iba entrando en ella, y ya me ponía en guardia esperando a que en cualquier momento aquello me iba a salpicar a mí. Recuerdo que empezaba a hablar de los desplantes de mi familia, y siempre acababa yendo contra mí. Así que ahí estaba yo, para defenderlos, situándome en contra de ella.
Marta: De repente Carlos empezó a amarme en esas situaciones, en que estaba viviendo tentaciones. En lugar de enervarme más, me ayudaba muchísimo. Nadie me podía ayudar tanto como él, porque nadie me conoce como él.
Carlos: Y descubrí que la estaba amando. El amor verdadero entre esposos, tiene que pasar por la misericordia, o no es amor.

Madre,

Gracias a la inmensa misericordia de Dios, podemos acceder a la vida eterna. Gracias a la misericordia que nos transmite, podemos acceder a la caridad conyugal. Alabado sea Dios que no puede evitar volcarse ante un corazón contrito y humillado.

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