EVANGELIO
Bienaventurado el vientre que te llevó. Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Palabra del Señor.
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Más que una madre.
Es habitual oír que no hay amor más fuerte que el de una madre por sus hijos. Parece ser que Jesús piensa de otra manera.
Hay una dicha mayor que la de ser madre, y es escuchar la palabra de Dios y cumplirla. Quién lo diría ¿Verdad? No hay más que ver las iglesias vacías entre semana y tampoco abundan los que entregan su vida al servicio de los demás. La gente no encuentra mucha motivación en ello.
La cuestión de las pasiones es complicada. Las pasiones no son malas, son buenas porque Dios las ha puesto ahí, pero no deben ser dueñas de nuestra voluntad. La mujer de entre el gentío, movida por la pasión, le grita a Jesús un piropo para su Madre, pero ¿Dónde estaría el día de la crucifixión? Jesús no la corrige, pero plantea algo mejor aún que lo que le ha llevado a gritar desde su arrebato. Hay algo que nos hace más felices que aquello a donde nos llevan las pasiones que tanto nos atraen: Escuchar la palabra de Dios y cumplirla. Obedecer. Quién lo diría ¿Verdad?
Aterrizado a la vida matrimonial:
Mercedes: Estoy tan a gusto él, me siento tan bien, tan comprendida, somos tan iguales.
María (Madre de Mercedes): Eso es el enamoramiento, hija. Todavía no os queréis de verdad. El amor es entregarse uno al otro, es desear lo mejor para el otro, desear que no muera nunca, no sentirse muy a gusto. Eso se llama complacencia.
(A los 10 años de casados)
Mercedes: Este hombre es un suplicio. No me conoce, no me comprende, siempre está a su bola, no se ocupa nada de mí. ¿Y esto es el amor? ¿Me habré equivocado de hombre?
María: Mercedes, te voy a decir lo mismo que te dije hace 10 años. El amor es entregarse uno al otro, es desear que el otro se salve, es perdonar y no tener en cuenta sus defectos o minimizarlos. Por lo que me dices, el problema es que no estás amando a tu esposo. Esperas que él te ame a ti, y esa no es tu misión. Cuando apliques el Evangelio a tu relación con él, entonces estarás amando. Hace un rato he hablado con tu hermano Pablo, que me ha llamado quejándose, y le he dicho exactamente lo mismo. Ese es el amor que Dios quiere, el que nos llena, el que nos dignifica, el que nos hace felices, aunque nos parezca que no. Quien siembra tacañamente, poco o nada recoge.
Madre,
¿Quién escucha realmente el Evangelio? Y peor todavía ¿Quién lo cumple? ¿Quién cumple el Evangelio con su esposo? O lo que es lo mismo ¿Quién ama realmente? Necesitamos mucho te ti, Madre. Asístenos, envíanos el Espíritu del Señor, envíanos su Gracia, porque amamos muy pobremente. Compadécete de nosotros, Madre. Bendita seas. Amén.