EVANGELIO
Hablaba del templo de su cuerpo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito:
«El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo habla dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra del Señor.
Lugar de encuentro.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Podríamos resumir la situación que presenta este Evangelio, en que el lugar de encuentro con Dios se convierte en un negocio o un intercambio.
Qué importante es respetar todo lo sagrado y aprender a valorarlo. No es lo mismo rezar en cualquier sitio que rezar en la iglesia ante un Sagrario. Lo dice el Catecismo: «La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración» (C. I. C.-2691). Señor, hoy me animas a rezar con mi esposo en lugares sagrados, en la Eucaristía, ante el Sagrario. La oración conyugal en un lugar sagrado es mucho más fructífera.
Otro templo que debemos respetar muchísimo es nuestro cuerpo. Lo menciona el Papa Juan Pablo II en la catequesis del 11/02/81:
‘»¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis?», pregunta Pablo a los Corintios (1Co 6,19)’.
Dice el Papa sobre los pecados carnales, son pecados contra el cuerpo, a diferencia de los demás, que son externos al cuerpo. ‘Estos pecados llevan consigo la «profanación» del cuerpo: privan al cuerpo de la mujer o del hombre del respeto que se les debe a causa de la dignidad de la persona. Sin embargo, el Apóstol va más allá: según él, el pecado contra el cuerpo es también «profanación del templo»’.
A la vista de estas enseñanzas del Papa, me doy cuenta de la “sacralidad” del acto conyugal, en el que ambos esposos unimos nuestros cuerpos para hacernos una sola carne. Con qué delicadeza tenemos que vivir nuestra unión, acogiendo con admiración y gratitud el don tan inmenso que Dios nos ha entregado, y con responsabilidad pero también con generosidad, abiertos a la vida diciéndole: Hágase tu voluntad y no la nuestra. Una experiencia que, muy lejos de ser un “intercambio” de placeres y de satisfacción de deseos, es experiencia de encuentro con Dios, que es amor y fuente de vida.
Madre:
Quizás algún día caigamos en la cuenta de la grandeza de los dones que Dios nos ha entregado. Cuándo dejaremos de vivir bajo el influjo de nuestros egoísmos, nuestras pasiones y nuestros gustos… Pero nos queda el consuelo de que, aunque destruyamos todo lo hermoso que Dios nos entrega, Él lo reconstruye todo en tres días. Alabado sea el Señor, que es grande y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.