Los ritmos que tanto nos cuesta aceptar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 18-21

EVANGELIO
El grano creció y se hizo un árbol

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, decía Jesús:
«¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas».
Y dijo de nuevo:
«¿A qué compararé el reino de Dios?
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

Palabra del Señor.

Los ritmos que tanto nos cuesta aceptar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El reino de Dios viene a la tierra porque un judío hijo de un carpintero, es crucificado por los suyos, por ser un alborotador y un blasfemo. Le seguían unos cuantos, los más cercanos, pescadores rudos e incultos. Así verían muchos la redención del mundo protagonizada por el Hijo de Dios y la constitución de la Santa Iglesia. Y muy poco a poco, regada por el Espíritu Santo y por la sangre del martirio, fructificaría la fe en toda la Tierra hasta que acabe siendo una Iglesia triunfante en la Gloria de Dios, en el fin de los días.

Dios quiere que construyamos Su reino en nuestros hogares, iglesias domésticas. Todos querríamos empezar por el final, teniendo un matrimonio espléndido lleno de gloria desde el primer día, y unos hijos que lo acogen con ilusión. Pero el reino de Dios, se construye muy lentamente y desde lo aparentemente insignificante. Y ¡¡Cuánto nos cuesta aceptar los ritmos de nuestro Creador!! Es la impaciencia de Eva y Adán, que quisieron ser como Dios antes de tiempo, por pura vanidad.

En nuestro matrimonio, el Campesino es Dios, que siembra la semilla de nuestro amor conyugal: “Lo que Dios ha unido”. Justo después, no se ve nada, y pasa mucho tiempo regándose con frecuencia y abonándose, hasta que emerge un pequeñísimo tallo. El agua de riego es el Espíritu Santo, y el abono es todo aquello que parece maloliente, pero que realmente alimenta esa semilla que puso Dios en nosotros. Son nuestras diferencias, nuestras debilidades, nuestros pecados, las dificultades de la vida… son todas estas circunstancias de la vida que, si las acogemos, hacen que rompamos nuestra coraza, abramos nuestro corazón a la humildad y acabe la semilla del Señor, dando fruto por nosotros.

Nuestro amor es como el grano de mostaza. Empieza siendo pequeño, pero llegará a ser mucho más grande de lo que nos podamos imaginar, para que sobre sus ramas, descansen nuestros hijos e incluso, otros matrimonios que no tienen donde cobijarse porque están perdidos como ovejas sin pastor. Nuestro amor es el reino de Dios que se instaura en este mundo, porque se rige por las leyes de Dios, y no por las de los hombres, porque da vida en nombre de Dios y se expande, y mediante él, damos gloria a Dios.

Madre:
No importa que nuestra semilla de amor tarde en dar fruto. Sólo nos importa no poner trabas al Señor para que sea como y cuando Él quiera que sea. También somos conscientes de que necesitamos mucho abono para romper esa coraza que nos encierra en nosotros mismos. No importa, Madre. Acogemos con alegría lo que tenga que venir, es nuestra pequeña manera de hacer la eucaristía. Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

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