EVANGELIO
¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley!
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 42-46
En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas!
¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!».
Le replico un maestro de la ley:
«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros».
Y él dijo:
«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos!».
Palabra del Señor.
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Los ¡Ay! de Dios.
Aplicar las leyes de Dios según mi conveniencia olvidando la ley principal que es la del amor, ir de bueno y honorable, arrastrar a los demás hacia la muerte y ser muy exigente con los demás, son las 4 cosas que merecen un ¡Ay! de Jesús y son bastante comunes en el matrimonio. Un ¡Ay! de Dios, no es nada bueno… Debemos tomárnoslo en serio..
Aterrizado a la vida matrimonial:
De Jesús a los esposos: ¡Ay de vosotros que cumplís vuestras tareas pero no os esforzáis por acogeros tal como sois y ni os entregáis el uno al otro, encerrándoos en vuestro dolor! ¡Ay de vosotros que os encanta quedar bien ante los demás y no guardáis esos gestos de cariño y esas sonrisas amplias para vuestros esposos en casa! ¡Ay de vosotros que os ponéis la zancadilla en actitud de oposición mutua o despreciándoos mutuamente para haceros caer! ¡Ay de vosotros que os creéis mejores y exigís al esposo la perfección, pero no hacéis nada por amar como Dios ama, con misericordia, con humildad y mansedumbre!
Esposos: Señor, perdóname porque soy un pecador.
De Jesús a los esposos: Un corazón contrito y humillado, el Padre no lo desprecia. Anda y no pequéis más.
Madre,
Necesitamos mucha ayuda, Madre. Querida Madre, no nos dejes que perecemos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.