EVANGELIO
Los espíritus inmundos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él les prohibía que lo diesen a conocer.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
Palabra del Señor.
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Lo quiero ya.
La gente se echaba encima de Jesús, para poder curarse. Entonces ¿Eso es egoísmo? Buscar un bien para uno mismo, no es egoísta. Todos queremos mejorar y eso no es malo ¿no? Quizás el problema está en esa agresividad de echarse encima, suponemos que intentando llegar antes que otros.
Es curioso que siempre que se regala algo, aunque sea de poquísimo valor, parece que la gente se echa encima con tal de conseguirlo, sin importar lo que le ocurra a otros. La cuestión es conseguir algo, y deprisa. Antes que nadie, si es posible. Dicen que las prisas son del Demonio, porque él tiene los días contados, mientras que Dios reinará para toda la eternidad.
Es habitual que cuando se acerca un matrimonio que lleva muchos años con problemas, quiera sanar su matrimonio rápido o si no, se rinden. ¿No es un poco absurdo? Llevamos cosechando el mal durante años y ahora queremos que eso se limpie y ¡que se limpie ya! Pues a lo mejor, es el Demonio el que quiere que tengamos prisa. Más vale aprender a amar bien y asegurarnos de que no volvemos a las andadas.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Juan: Necesitamos ayuda, pero mi mujer no quiere.
Andrés: Mi mujer ha hablado con la tuya y después de un tiempo de reflexión ha dicho que sí quiere.
Juan: Ya, pues a ver lo que dura, porque se cansa siempre. Ya ha dejado a medias otras opciones que hemos probado.
Andrés: De momento está ilusionada. Si te parece empezamos.
Juan: Una vez más y ya.
(Al cabo de un tiempo)
Andrés: Juan, ¿qué te pasa? Veo que vienes con desgana.
Juan: Es que no está sirviendo para nada. Mi mujer sigue igual que siempre.
Andrés: Ánimo, que esto tenéis que reconstruirlo poco a poco. No sabéis amaros y tenéis que aprender y despojaros de los malos hábitos que os habéis creado durante años. Eso no se consigue en unas semanas. Pero ya verás como con paciencia, todo va bien.
(Al cabo de un tiempo)
Juan: Mira, Andrés, vamos a dejarlo, de verdad. Ya hemos probado otras opciones y no han funcionado.
Andrés: Bueno, pero esta vez tu mujer sigue ilusionada. Las otras veces no. ¡Hay esperanza! ¿Crees que si lo dejas va a ir a mejor vuestra relación?
Juan: No.
Andrés: Pues no te dejes engañar por la tentación.
(Juan siguió, le costó, pero siguió, e hizo todo lo que le dijeron que hiciera. Hoy el matrimonio de Juan y Mercedes, es un matrimonio nuevo).
Madre,
El Señor salva. Lo hemos visto muchas veces ya. Alabado sea el Señor. Por cierto, estamos deseando tocarle.
No hay que dejarse llevar por el desaliento. Más vale dar tiempo que angustiarse por las prisas.
Para ello tenemos que ser pacientes y no desfallecer si las relaciones con el cónyuge no avanzan o experimentan retrocesos inesperados e inoportunos.
Siempre se ha de estar alerta ante estos hechos, que se presentarán de cuando en cuando y obrar del modo más oportuno .