EVANGELIO
No he venido sembrar paz, sino espadas
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 34-11, 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
-«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.
El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro. »
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Palabra del Señor.
Las batallas de tu casa.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Cuando no reina el Señor en nuestro matrimonio y en nuestra familia, si no que reinamos nosotros mismos, vienen los conflictos. Queremos tener razón, imponer nuestros criterios y entonces los enemigos de cada uno son los de su propia casa: El esposo de la esposa, el hermano del hermano, el hijo del padre y padre del hijo… Cristo ha venido a enfrentarnos contra todo aquello que no es amor, para que centremos nuestra mirada en el Amor.
El desorden del pecado, la concupiscencia nos hace sordos a la llamada del amor. Nos presenta el cuerpo como lugar de placer o de dominio sobre el otro. El remedio es un proceso de sanación, el itinerario de Caná, que decía el Papa Francisco. El sacramento del matrimonio introduce a los esposos en este proceso que ayuda a reintegrar todos los impulsos y deseos desordenados. San Juan Pablo II hablaba de una mutua educación entre el hombre y la mujer ¡Qué hermosa imagen del matrimonio!. En esta educación entra la totalidad de la persona y su vocación al amor.
Así, cuando reinas Tú, Señor nos animas a perder o entregar nuestra vida, es decir, a ser buenos esposos. Renunciamos a nuestros egoísmos, intereses propios, nuestras humanas razones… por amar como Tú a mi esposo, así reina Tu Paz en nuestro matrimonio. Una vida que sólo merece la pena vivirla cuando se entrega, porque el que no coge su cruz y te sigue, no es digno de Ti.
Señor, por amor a Ti, recibo a mi esposo en lo que me dice, en lo que hace, en lo que es, porque sé que en nuestra unión reinas Tú. El que recibe al esposo que Tú le has dado, te recibe a Ti y recibe al que te ha enviado.
Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia: