EVANGELIO
No hay mandamiento mayor que estos
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
-«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
-«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. » El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
-«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
-«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
La aprobación de Dios.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Dice San Pablo en su 2ª carta a Timoteo: “Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación”. Imagino que estoy ante Jesús, en la escena del Escriba y me dice mirándome a los ojos: «No estás lejos del reino de Dios». De repente me ha entrado una emoción, si el Señor me dijese eso ¡Qué alegría! Todas las demás opiniones me darían igual.
“No estás lejos del reino de Dios” Cuánto me gustaría oír esa frase de boca de Jesús. Así que me he puesto a revisar el día de hoy, para preguntarme si al menos, por mi actuación de hoy recibiría la aprobación de Dios. ¡Uf! No pensé que lo había hecho tan mal, hasta que he puesto mi día ante los ojos de Dios esperando su aprobación.
Puede que hubiera sacrificios, oraciones, entregas por la familia… Pero había algo que Dios no acabaría de aprobar. Me falta hacer las cosas con más alegría, no quejándome interiormente porque tengo mucho trabajo, estoy cansado, por tanto esfuerzo… Me falta amor, en definitiva: Amor por mi esposo, amor por mis hijos y… amor a Dios.
Así que proponemos un nuevo termómetro para “medir” nuestra fidelidad: A Dios: Preguntarme ¿Daría su aprobación al día de hoy? Y en consecuencia, a mi esposo/a: Preguntarme también ¿Daría su aprobación a mi día de hoy?.
Madre:
Ansío ese momento en que el Señor pudiese decirme “No estás lejos del reino de Dios”. Soy como el niño que se sabe observado por su Padre y de vez en cuando le mira para ver ese gesto de aprobación. Con eso tengo energías para seguir amando. Bendito y alabado seas por siempre, Señor.