EVANGELIO
Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto.
La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos.
Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor.
Juntos contra el mal.
Cuando tenemos una enfermedad del cuerpo, luchamos contra la enfermedad. Al llegar a casa encontrar enferma a la suegra de Pedro, Jesús “increpó a la fiebre”. En cambio, cuando mi esposo alberga una tendencia al mal, o un pecado persistente, no increpo al mal, sino que increpo a mi esposo. Es curioso que veo su debilidad en las enfermedades y lo considero víctima de ellas y en las debilidades espirituales lo veo culpable. En cambio Jesús, increpaba a los demonios, no a los que los albergan en su alma.
Esposos, comprendamos nuestra debilidad también en el plano espiritual y luchemos juntos contra los demonios, no el uno contra el otro. Al contrario, estamos para ayudarnos, somos la ayuda adecuada el uno del otro. Somos ministros de la gracia el uno para el otro. Actuemos como tales.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Luisa: Piensa: Hoy mi esposo necesita más atenciones y más cariño que ningún día. Hoy me mira mal y sólo ve lo peor de mí. Señor, ayúdame a expulsar este mal de mi esposo. Ten misericordia de él que nos necesita. Es pecador, como yo, pero intenta hacerlo bien, lucha y nos ama. No le tengas en cuenta este mal.
(Otro día)
Juanjo (Esposo de Luisa): Piensa: Hoy mi esposa se siente dolida por algo que ocurrió entre nosotros en el pasado. Señor, ayúdame a expulsar este mal de mi esposa. Ten misericordia de ella que nos necesita. Es pecadora, como yo, pero intenta hacerlo bien, lucha y nos ama. No le tengas en cuenta este mal.
Madre,
Ayúdanos a luchar juntos contra el mal que nos acecha. Si algún día descubriésemos el don de Dios en el matrimonio, no tendríamos más sed… Alabado sea Dios.