EVANGELIO
Al multiplicar los panes Jesús se manifiesta como profeta.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 34-44
En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado, y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer».
Él les replicó:
«Dadles vosotros de comer».
Ellos le preguntaron:
«¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?».
Él les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis? Id a ver».
Cuando lo averiguaron le dijeron:
«Cinco, y dos peces».
Él les mandó que la gente se recostará sobre la hierba verde en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces.
Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces.
Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra del Señor.
Anuncio en Almería: José Luis y Magüi realizarán un anuncio el sábado 15 de enero a las 19:30 en la parroquia de Ntra. Señora de Monserrat, Av. Padre Méndez, 26.
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Ilusionarse por contribuir.
Hoy en el Evangelio, Cristo nos dice a cada uno expresa y personalmente: – Dale de comer, ¿Cuántos panes tienes? Ve a ver – Porque mi esposo tiene un hambre que solamente a través de mí se puede saciar, y Dios te dio lo que necesita.
Es la llamada específica a ejercer nuestra vocación al amor conyugal. A Jesús le basta una pizca de disponibilidad y generosidad para transformar nuestro matrimonio: mis panes y peces al servicio de mi esposo. ¿Es poco? Sí, ya lo sabemos… o quizás el problema sea, que nos creemos que damos mucho. Quizás lo primero es “ir a ver” cuántos panes tengo realmente, para darme cuenta de que no tengo ni para empezar a saciar su hambre. Mi esposo tiene hambre de infinito, porque tiene hambre de Dios.
Pero el Señor sigue hablando y le pide a mi esposo que se recueste y se prepare para saciarse de aquello que necesita. A mí me pide todo lo que tengo y todo lo que soy para entregárselo. Pero como sólo Dios puede saciar su sed de infinito, tenemos que ofrecérselo primero a Jesús y Él lo transformará y hará el milagro de la sobreabundancia.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Jaime: Laura, tienes razón. No estoy poniendo todo de mi parte en mi relación contigo y por eso sientes un vacío en tu interior que no se llena. Por ejemplo: ¿Realmente te escucho? ¿Te intento comprender? ¿Te Intento agradar? ¿Intento que te sientas importante? ¿Respeto tu autoridad ante nuestros hijos? ¿Comparto las decisiones?, ¿Te piropeo a diario?, ¿Te digo cuánto te quiero todos los días?, etc. Veo que me falta mucho para poder decir que te entrego todo lo que tengo y todo lo que soy.
Laura (esposa de Jaime): En realidad yo podría decirte lo mismo. Me quejo, pero yo tampoco colaboro. Ahora que si lo hiciéramos en el nombre del Señor, aunque sea poco nuestro amor, aunque esté herido y maltrecho, dáselo a Jesús y Él lo multiplicará hasta que sobren muchos cestos llenos. Sorprendentemente, dará también para alimentar a nuestro alrededor: Hijos, familiares, amigos…
Jaime: Yo creo que merece la pena ilusionarse por contribuir con nuestro poco a que el Señor colme nuestros corazones de esa necesidad de comunión que ambos tenemos. ¿Se lo damos todo?
Laura: Todo. ¡Vamos!
Madre,
Seguro que Jesús siente compasión y no nos dejará ir sin saciarnos: Levantamos los ojos al cielo. Padre, te bendecimos y te ofrecemos el don más preciado, el Sacrificio de tu Hijo por el cual nuestro matrimonio ha sido redimido. Te entregamos lo poco que somos, no nos guardamos nada. Permítenos darnos el uno al otro como al principio de la creación, para que nuestra entrega mutua sea tan perfecta que podamos saciar el hambre de amor que sienten nuestros corazones. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, amén.