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Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 1-8
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».
¿Fruto? Sólo con Él.
Hoy el Señor nos recuerda algo esencial: Damos gloria a Dios si damos fruto, y sólo damos fruto si permanecemos en Él.
Cuántas veces, por orgullo o autosuficiencia, actuamos por nuestra cuenta, buscando quedar bien, producir resultados, imponer nuestro criterio… Pero esos días se secan, no cuentan para la eternidad. Sin Cristo, nuestras obras son ramas cortadas: se marchitan y se queman. Permanecer en Jesús es vivir en oración constante, no solo unos minutos para Dios, sino el día entero (porque Le pertenece). Es vivir en la Iglesia, en los Sacramentos, en la Palabra. Es elegir cada día dar fruto para Dios, o para el mundo.
La pregunta es clara: ¿Qué frutos quieres dar? ¿Para quién vives?
Hoy, planteémosnos, ¿permanecemos en El y por tanto damos frutos o actuamos de forma autosuficiente dejándonos llevar por nuestros criterios que han sido guiados por el mundo?
Aterrizado .a la vida Matrimonial:
Carmen: (pensando…) Esta vez sí que no se lo voy a consentir. Siempre me deja en ridículo delante de la gente y ya no puedo más. Desde luego, hoy me voy a dormir a casa de mis padres. (Después de unos minutos, sigue pensando) La verdad es que veo que estoy muy nerviosa. Antes de hablar con él sobre el tema, voy a acercarme a Nuestro Señor para que me dé un poco de tranquilidad.
(En oración con Nuestra Señor recibe está palabra: No te dejes influir por el maligno. Pepe no es perfecto, pero tú tampoco lo eres. Yo os amo, a pesar de vuestras imperfecciones. Decide amar a Pepe, también en esta situación. De tu renuncia, voy a sacar Yo grandes cosas).
Pepe: (volviendo a casa) Cariño, ya he llegado. ¿Puedes bajar y traerme una cerveza del salón?
Carmen: (Abre le puerta de la sala de abajo y… )
Todos los amigos: ¡Felicidades Carmen! (Se habían juntado para celebrar una fiesta sorpresa preparada por Pepe) ¡Eres la mejor!
Pepe: la verdad es que me tienes loquito de amor por ti. Qué bendición tengo contigo…
(Y Carmen comprobó, en ese mismo instante, lo que le había inspirado que el Señor hace grandes cosas cuando está unida a Él).
Madre,
Haz que jamás me separe del tu Hijo. Yo sé que Él es esa vid, y que la oración es lo que me une a Él. Alabado sea por siempre.

