EVANGELIO
Enseñaba con autoridad
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28
En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros, contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«Cállate y sal de él».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor.
Para expulsar a los “ocupas”.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
La palabra autoridad en el Nuevo Testamento es traducida del Griego «exousia» y básicamente, significa, «el poder y el derecho para hacer cumplir algo.» Jesús tiene autoridad, es decir, el poder y el derecho para cumplir la voluntad del Padre y así, obedeciendo, sufriendo por amor, nos salva. Y por eso, como dice en la primera lectura (Hbr 2, 5-12), el Padre le ha “coronado de gloria y honor”.
Así como Jesús tiene el poder, así nos dio a nosotros matrimonios cristianos, el poder y el derecho para llegar a ser una sola carne. Es nuestro deber y nos da el poder (contamos con Su gracia) y a la vez es nuestro derecho, porque de ello depende nuestra felicidad y nuestra salvación. Y el camino, es el que continúa diciendo San Pablo en la carta a los Hebreos: “llevará muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación”. El sufrimiento que perfeccionó a Cristo es el que nos perfeccionará también a nosotros por su Gracia, porque el amor no reinará en mi matrimonio, si mi corazón se encuentra ocupado por mí mismo.
Sí, Dios creó en mí un corazón grande para amar, pero entraron unos “ocupas” que se acomodaron en él, y ahora me cuesta echarlos (El egoísmo, la vanidad, el orgullo…). O les hago la estancia incómoda o no se irán jamás. Es el sufrimiento el único camino para desocupar mi corazón y llenarlo del amor de Dios, aprendiendo sufriendo a obedecer, como nuestro Maestro. ¿De dónde si no recibiré la autoridad para echarlos, como hacía nuestro Señor? Siempre en nombre de Dios que es quien da la autoridad.
Hoy he entendido un poco mejor, el “gusto” por el sufrimiento. San Pablo dice que Jesús “por la gracia de Dios, gusto la muerte por todos”. Yo hoy me conformo con “por la gracia de Dios”, gustar la muerte por mi esposo.
Madre,
Sabes que nosotros queremos ser fieles a Dios. Queremos someternos a la autoridad de tu Hijo. Alabado sea el Señor, que nos da la gracia de sufrir por amor, para así poder purificarnos y volver a Él. Ayúdanos por tu Gracia a vencer nuestras resistencias a fuerza de sufrimiento. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.