Esposos ¿Vivís con el espíritu alegre?.
[Ideas extraídas de una charla del P. Santiago Martín (Magnificat.tv)]
En la vida, los matrimonios tenemos altibajos. Todas las personas, la Virgen también, hemos vivido situaciones agradables y situaciones de dificultad. Pensamos en María como alguien que vivió ambas situaciones con paz. Nos la imaginamos en la cumbre del momento de la adoración de los Magos y poco tiempo después en el valle de tener que huir a Egipto montada sobre un borrico. Ella sabe que es Dios quien actúa con la fuerza de su brazo y por eso se alegra su espíritu en Él.
La fórmula de María es: La humildad que lleva a la fe y la fe a la confianza. Consiste en asumir nuestra realidad. María acepta quién es y asume que Dios es mucho más grande que ella y confía en Él “porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Ha habido 2 mujeres inmaculadas en la historia del ser humano. Eva y María. Eva nació sin pecado, pero no quiso asumir que era inferior a Dios. La tentación del ángel caído fue “seréis como dioses”. Eva quiso ser como Dios sin contar con Él y dejó de ser inmaculada. María en cambio, ante la presencia del ángel se proclama esclava del Señor.
No entender del todo a Dios es lo normal. Pero ¿Quién soy yo para entender el misterio?. Es necesario confiar en la Divina Providencia. Mi fe en un Dios todopoderoso que me ama. Yo no estoy en manos del jefe, ni del médico … ni de aquel familiar que me critica… ¡Yo estoy en manos de Dios!. Me abandono en Él y confío. Es la hermenéutica del don: Primero me he de considerar un don de Dios para mí mismo. A partir de ahí, tengo que actuar como un don de Dios para los demás. Si actúo por y para mí, me estoy equivocando. Todo lo que tengo y lo que soy es lo que Dios quiere que sea para mi esposo/a primero, para mis hijos después y para el resto de personas de mi entorno… Es la parte de Magníficat del “porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí”.
La memoria: También es importante la memoria a la hora del agradecimiento y de la fe en la divina providencia. Muchas veces tenemos una memoria muy selectiva: Recordamos con minuciosidad las cosas malas y nos olvidamos de las buenas. Nos quedamos con las desgracias y las injurias. Nos ayudaría vivir con esta humildad y confianza en la divina providencia, recordar que el Señor fue bueno conmigo. ¿Es que no ha habido momentos de dificultad antes y sin embargo he salido a flote? Si te has mantenido firme, unido a Dios ¿No acabó saliendo todo bien?.
Muchas veces nos preguntamos el “por qué”, pero no el “para qué”. Afrontar las dificultades de nuestro matrimonio y nuestra familia, tiene un “para qué”, y es por ejemplo para dar un testimonio a los hijos de cómo vivir esa situación de la mano de Dios. Piensa en tus dificultades y plantéate si no puede haber un “para qué”. Sin la confianza en que hay algo bueno en todo lo que ocurre, una situación de dificultad se resolvería exactamente igual, pero quedaría infecunda.
El agradecimiento:
La humildad que conduce a la fe y solamente entonces puedes tener confianza. Y solamente entonces puedes tener agradecimiento. Los favores se piden, los derechos se exigen. Al no tener humildad, puede que no estemos pidiendo al Señor por todo aquello que necesitamos. Si de verdad es una petición, debería traducirse siempre en un agradecimiento. Lo que Dios nos da, no es un derecho. Mi vida de cada día, mi situación ante Dios debe ser la de aquel que se acerca a Dios pidiendo favores. Tendríamos que darle gracias a Dios por todas las situaciones en que las cosas van bien. ¿Dais gracias a Dios todos los días por vuestro matrimonio? ¿Y por vuestros hijos? ¿Por qué no damos gracias a Dios todos los días por la salud? ¿Por el trabajo? ¿Por tener un hogar? Por… en el fondo todo esto lo vivimos como un derecho y no como un don de Dios. Si dependiera sólo de nosotros no tendríamos nada de esto.
La ingratitud de hace sentir permanentemente quejándose. Todo mal… Y siempre piensa que la culpa es de los demás. Es una persona muy desgraciada. Sufre y hace sufrir. El agradecimiento te salva y te permite ser feliz. La persona agradecida, vive con la perspectiva del Cielo. El que agradece se salva, porque el que agradece está en gracia, unido a Dios. Uno que agradece está unido a Dios.
La humildad, lleva a María a no hacer preguntas. Le da una enorme paz, sacando a sus pocas posibilidades el mayor partido. Eso se transforma en agradecimiento, porque todo es un don de Dios.
Ahora, esposos, volved a leer el Magníficat y pedirle a María que lo lleve a vuestra vida.
Q enorme riqueza contiene esta reflexion! Como ayuda a ver la misma realidad desde la perspectiva de Maria! Como cambia todo….si nos dejamos..
Gracias Magüi y Jose Luis x compartir este regalo de cada dia.
Damos gracias a Dios por el don de María.
Gracias por participar en este blog.