EVANGELIO
No invites a tus amigos, sino a pobres y lisiados
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado:
-«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»
Palabra del Señor.
Esposos sin condiciones.
De las características del amor de Cristo por su Esposa la Iglesia, hay una que debemos acoger en nuestro modelo de relación: Su amor es incondicional.
Si nuestro esposo (genérico) tuviese todo lo que nos gustaría que tuviese ¿Podría ser nuestro amor incondicional?.
Es curioso, que Dios ha creado a mi esposo/a “para” mí. Esa PERSONA única e irrepetible, a la que Dios ama por sí misma, tal como es, es la que Dios ha creado “para” mí. Y resulta que no es como yo me la habría creado, si yo fuese Dios. ¿Por qué Dios no tiene el mismo criterio que nosotros? ¿Por qué Dios decide que yo necesito una persona de características diferentes a las que yo creo necesitar?.
La respuesta es: Por el pecado. Cuando Adán (antes del pecado) despertó del sueño en que Dios le había hecho caer para crear a Eva, descubre que ella sí que es hueso de sus huesos y carne de su carne. Una igual, que de él había sido tomada. Si de él había sido tomada ¿No debería faltarle a Adán aquello que se le entregó a Eva? Adán lo entendió perfectamente, porque participaba de la mirada del Creador al mirar a Eva, tal como nos enseña San Juan Pablo II. El hombre crece en relación con otros.
Aspiramos a un esposo perfecto, sí perfecto. Todos aceptamos que la perfección no existe en el ser humano pero a la hora de la verdad, no la aceptamos ni por un instante y nos gustaría que nuestro esposo fuese siempre amigo, siempre rico en sentido común, siempre servicial, siempre comprensivo, acertado en nuestras necesidades, ilusiones de cada momento, apetencias…
Pero hoy Jesús nos dice que si fuera así, quedarías pagado.
Jesús nos exhorta a que invitemos a nuestro esposo (genérico) a todo aquello que sabemos que no nos puede devolver: Él puede ser el pobre que no tiene, o el lisiado (herido) por alguna experiencia anterior de su vida, o puede ser el cojo que no puede avanzar a mi ritmo, o el ciego que no ve el daño que causa con su pecado. Él/ella, tiene unos dones y unas debilidades diferentes a las mías. El drama de muchos matrimonios es que se cansan de entregarse porque no reciben lo mismo que entregan a su cónyuge. ¡Es imposible!. El matrimonio se basa en que cada uno se entrega, pone sus dones (incluidos a sí mismos) al servicio del otro y así se enriquecen, aprenden y se ayudan mutuamente. Somos una “ayuda” semejante (no igual) el uno para el otro.
Seguramente el esposo que invita al banquete nupcial al pobre, lisiado, cojo y ciego de su cónyuge, en toda su debilidad, recibe mucho más de lo que se imagina: Dios se lo premiará con los frutos de la comunión. Igual descubre también que él mismo es pobre y está lisiado, cojo y ciego.
Gracias al Sacramento del Matrimonio, podemos amar con el Amor de Cristo: un Amor Incondicional.
Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/
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