Esposos guía.
Cuando los esposos no miran juntos hacia Dios, se fijan demasiado en los defectos del otro. La mirada entre ellos está desvirtuada. Si no nos miramos con los ojos del Creador, si no reconocemos en nuestro esposo la bondad que Dios ve en él/ella (“y vio Dios que era muy bueno”) entonces es que estamos ciegos para reconocer la Verdad.
Un ciego no puede conducir a otro, pues los dos caerán en el hoyo. ¿A dónde vamos a llevar a nuestro esposo si no sabemos ver el plan de Dios para él (o ella)? ¿Cómo vamos a decirle lo que tiene que hacer o que corregir?. ¡Hipócritas! Nos llama nuestro Señor Jesucristo. Para poder ayudar a mi esposo, primero es necesario verle como creatura de Dios, verle como algo muy bueno. Después, servirle.
Decía san Pablo que existe una minoría de edad en la fe. Pero eres Tú, Señor, el que nos dice que el discípulo será como el maestro, ¡Sorprendente!. Siendo tus discípulos, nos descubres poco a poco Tu camino. Es necesario quitarnos las tinieblas de los ojos, purificar nuestros pecados con la confesión y el sacrificio de las dificultades de la vida, para poder ver con nitidez. En la perseverancia por lograr unirnos cada vez más a la voluntad de Dios, encontramos el camino hacia la perfección.
Hoy experimentamos que nuestra mejor mediación en la tierra es nuestro/a esposo/a, cuando no se ha creído en la razón, sino que ha buscado la Verdad: con la oración, con el confesor, leyendo, en el Evangelio, con su esfuerzo… Tú, Madre nos acompañas dentro de la Iglesia, nos ves sedientos y nos das de beber de aquí y de allá, y Cristo, nos va convirtiendo juntos.
Oramos con el salmo: Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación.