EVANGELIO
Bienaventurados los pobres. Ay de vosotros, los ricos.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 17. 20-26
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Palabra del Señor.
Málaga: Recorrido por vuestro corazón de esposos, con José Luis y Magüi, profundizando en «Los frutos del Amor Conyugal» el miércoles 16 de febrero en la Casa Hermandad del Sepulcro (Calle Alcazabilla, 5) a las 20h
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Esposos bienaventurados.
El Evangelio nos muestra dónde se encuentra la auténtica felicidad, aunque nos parezca mentira. Dice San Juan Pablo que el hombre peca cuando pone en duda el don de Dios. No dudemos y vivamos la bienaventuranzas a ver qué pasa. En cada bienaventuranza hay una promesa, una motivación, para estar dispuestos a vivirla. La necesitamos.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Los pobres porque de ellos es el reino de los cielos.
Juan: Desde que he aprendido que nada es mío, sino que todo es de Dios y lo que tenga, poco o mucho, es para construir Su reino en este mundo, me da igual tener que no tener. Con Dios contigo y con nuestros hijos, me basta.
Los que tenéis hambre, quedaréis saciados.
María: Cariño, necesito que sigamos creciendo en nuestro amor cada día más. Deseo que seamos santos, y lucharé por ello, y para que nuestros hijos también lo sean.
Pedro: Sí, pongamos toda la carne en el asador y Jesús nos promete que algún día, con la gracia de Dios, viviremos la plenitud.
Los que lloráis, reiréis.
Pedro: Qué te pasa, cariño, te veo triste.
María: Sí, sólo tengo ganas de llorar.
Pedro: Dime, habla conmigo. Quiero unirme a ti, llorar contigo, sentir lo que sientes tú, para que comprendiéndote, pueda ayudarte a salir de tu tristeza.
Los que os excluyan por causa del Hijo del Hombre, saltad de gozo porque vuestra recompensa será grande.
Antonio: Oye, ¿Quedamos para cenar? Vamos a comernos una buena carne de buey… A Pedro y María, mejor no les invitamos. Siempre sacan el tema de Dios y la Iglesia. Parece que no saben hablar de otra cosa, y nos amargan la noche.
Ana: Sí, mejor no les llamamos. Además, ellos no saben disfrutar con una buena cena. Dirán que es gula (difamación), jajaja. Una cosa es ir el domingo a misa y ser normal, como toda la vida, y otra cosa es lo suyo, que parece que están obsesionados.
(¡Y su recompensa será grande!)
Madre,
Ayúdanos a ser de Cristo caminando contracorriente, frente al mundo, al demonio y la carne. Aunque nos critiquen y nos calumnien. Y ayúdanos a amar a todos, aunque no nos acepten. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.