EVANGELIO
Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola.
Él les dijo:
«¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre y se echa en la letrina»
(Con esto declaraba puros todos los alimentos).
Y siguió:
«Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
Palabra del Señor.
Nota: Próximas misiones
- Anuncio en Pamplona: Domingo 11 de marzo a las 13h en la Parroquia de San Fermín.
- Retiro en Sevilla: 4 a 6 de mayo (No se ha abierto aún la convocatoria. Os mantendremos informados)
El enemigo está dentro.
Ya hemos aprendido que, toda nuestra vida consiste en purificar nuestro corazón, y por lo tanto, nuestra mirada, para poder mirarnos como Dios nos mira y así descubrir la belleza y la grandeza del don que Dios me ha entregado en mi esposo. Eso me ayudará a valorarlo, a ser delicado, a buscar su bien, a dejarlo todo por él/ella…
También hemos aprendido que todo pecado viene de la falta de una gracia, y por tanto, nuestro esfuerzo debe ponerse en recuperar esa gracia. Para ello tenemos los Sacramentos, la oración y el esfuerzo diario por ser fieles a la voluntad de Dios.
Hoy aprendemos lo que hace impuro al hombre, y por lo tanto, de lo que hay que huir como de la peste: Los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas actitudes, ensuciarán nuestro corazón, nuestra mirada, e impedirán que veamos a nuestro esposo con limpieza. Y claro, recordamos la bienaventuranza: Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Los que no, no serán dichosos, es decir, no serán felices. Nosotros queremos serlo y por tanto queremos luchar por recuperar la Gracia.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Juan: Teresa, me he dado cuenta, que todo lo malo, por pequeño que sea, afecta a todo mi ser. Me afecta al carácter porque pierdo la paz, tengo menos paciencia, me vuelvo más egoísta… y al final, todo me afecta a mi relación contigo. Me vuelvo más exigente contigo, menos misericordioso, menos comprensivo, tiendo a culpabilizarte… Es como que me introduzco en un ambiente oscuro, de pecado, que lo impregna todo.
Teresa: Qué observador eres, me encanta. Siempre analizando cada cosa y las consecuencias que trae. Sigue, sigue, que me interesa muchísimo.
Juan: Ayer por ejemplo, estaba deseando que llegara la tarde para tener un ratito de no hacer “nada”. Era mi momento, sólo para mí. Una peliculita de evasión, quizás. Resulta que surgió ese problema con la salud de tu madre, y me planteaste que tenía que atender todo lo de la casa mientras tú la atendías a ella. Inmediatamente sentí un fastidio que me rebotaba por dentro y que me hacía ponerme como en oposición a ti. Empecé a pensar: Los niños ya son mayores ¿No se pueden hacer ellos las cosas? Yo vengo cansado y eso no le importa… ¿Te das cuenta? Todo por buscar ese momento de frivolidad para mí. No puedo bajar la guardia, siempre hay que pensar que somos administradores de los dones de Dios y que no estamos aquí para disfrutar, sino para entregarnos. Entonces, saborearemos el amor y dejaremos de ser infelices. Gloria a Dios.
Madre,
Cuánto nos cuesta comprender: El enemigo está dentro. Es mi manera de mirar, mi manera de interpretar, la que impregna las situaciones de una sombra oscura que tapa la luz de Dios que hay en todo y en todos. Madre, que cada día ponga menos de mí para que Dios pueda poner más de Él a través de mí. Seguro que así aprenderé a amar como Él ama. Alabado sea el Señor.