EVANGELIO
¡Señor mío y Dios mío!
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Palabra del Señor.
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El dedo en la llaga.
La expresión “meter el dedo en la llaga” claramente proviene de esta escena que nos presenta el Evangelio de hoy, pero en lugar de centrarse en la duda del Apóstol está referida al dolor que puede causarle a alguien que removamos algo que le ha provocado una herida. A Cristo le duele que Tomás no crea en el testimonio de sus compañeros apóstoles. Él esperaba que hubiera creído a través de ellos y llama dichosos a los que crean sin haber visto, es decir, a los que crean por el testimonio de otros. Porque este es el camino que nos deja para que la fe se pueda transmitir: creer en lo que otros han visto y testimonian con sus vidas.
Si no quiero meter el dedo en la llaga de Cristo, debo ser creyente de los que no han visto. En contra de ser un inconveniente, es una gran ventaja que me hará dichoso.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Andrés dejó de creer en el matrimonio después de haber vivido una experiencia decepcionante con sus padres separados. Pensaba que era mejor no casarse. Almudena, su novia, en cambio, sí quería casarse. Para ella era el único camino para el éxito de su relación. Andrés fue conociendo a Cristo de la mano de Almudena. Le sobrecogió una entrega como la Suya, especialmente en la Pasión. ¿Sabes lo que le convenció para casarse con Almudena? Descubrió que el matrimonio es un sacramento que surgió de la misma Potencia de Dios que resucitó a Cristo. Si aquella fuerza superó un límite tan infranqueable como el de la muerte ¿Qué no iba a poder superar un sacramento como el del matrimonio? Andrés no conocía a nadie que hubiera vivido un matrimonio de verdad, pero aun así creyó, y por eso ahora, casado con Almudena, Andrés es feliz.
Madre,
Que no seamos incrédulos con las cosas de Cristo, porque Él ha pagado un precio muy alto para transmitirnos la verdad y la vida. Creamos en aquellos que le testimonian con su vida de esposos. Alabado sea mi Señor, no dudaré más.
Sea por siempre bendito y alabado
Con la vuelta a la vida algo más regular.
Me uno a Andrés en su búsqueda de referentes.
El matrimonio también es para dejarse ver y participar de la vida y ayudar a otros a reconducir en la belleza que obra en el sacramento del matrimonio.
Lo tenemos cerca y seguimos dudando.
Necesitamos signos y buscamos siempre.
Se nos ve que buscamos la eternidad sin atender al misterio del amor conyugal de nuestra relación de tres.