EVANGELIO
Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Palabra del Señor.
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El código secreto.
Dios Hijo es Palabra y los que le escuchan, haciendo silencio para captar los latidos de Su Corazón que se comunica con nosotros, en lo más profundo de nuestra alma, a esos, se les abre una nueva dimensión en ellos y también en sus relaciones, en especial en su relación conyugal.
El alma que introduce el código secreto en el silencio de la intimidad con Dios, descubre horizontes insospechados. Y ¿Cuál es ese código secreto que te abre la puerta al Corazón de Dios? Repite conmigo, con todo tu cuerpo, con toda tu alma y con todo tu ser: ¡Señor, que se haga tu voluntad y no la mía!
Y a partir de ese momento, hago lo que Él diga. ¡Todo! Aunque no lo entienda, que me ocurrirá muy a menudo. Dios me mostrará que Sus caminos, son mucho mejores que los míos y el acierto que fue ponerme en Sus manos. Descubro la nueva Vida que me da Él, llena de gozo, paz, esperanza… me instruye, me nutre, me corrige, con Su sabiduría, me va moldeando según mis necesidades, me conduce a lo que estoy llamado a ser: Su hijo y Su hermano. Ni más ni menos.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Manolo: (Piensa) Yo creo que debería ponerme en mi sitio. Mi esposa va imponiendo sus criterios en casa y no puede ser. Hay que poner un poco de orden, porque no puede ser que los niños hagan lo que les dé la gana y que yo sea el último mono.
Patricia (esposa de Manolo): (Piensa) Ya no le paso ni una más. La próxima vez que vuelva a levantarle la voz a alguno de mi hijos, me los llevo a casa de mi madre. Menudo ejemplo tan horrible les está dando. No lo voy a consentir.
(Por la noche leen el Evangelio en el que Cristo explica que no nos toca a nosotros separar el trigo de la cizaña, porque al pretender quitar la cizaña podemos llevarnos el trigo por delante).
Manolo: (En oración) ¿De verdad Señor, tengo que aceptar esta situación con mi esposa y no hacer nada más que amarla, servirla, entregarme…? No lo entiendo, pero por amor a ti, lo haré.
Patricia: (En oración junto a Manolo): ¿De verdad Señor, tengo que comprenderle y ayudarle a actuar correctamente y no imponerme y no exigirle…? No lo entiendo, pero por amor a ti, lo haré.
Manolo: (En oración en alto ante Patricia) Hoy Señor, he tenido la tentación de pensar que le tenía que parar yo los pies a mi esposa. Sí, yo, con lo imperfecto que soy, me erigía en maestro de mi esposa, y el Maestro eres tú. Me comprometo a apoyarme en ella, en su maternidad, y en buscar juntos lo mejor para nuestros hijos.
Patricia: (En oración en alto ante Manolo) Hoy Señor, he tenido la tentación de tirar la toalla, por mi falta de aguante, por mi falta de paciencia. Perdóname, Señor. Tú eres el Maestro. Escuchando a Manolo me he dado cuenta de que le he juzgado mal. Prometo Señor, buscar lo mejor para nuestros hijos, apoyándome también en el esposo que me has dado como ayuda.
Manolo: Gracias, Señor, por mi esposa.
Patricia: Gracias, Señor, por mi esposo.
Madre,
¿Por qué nos empeñamos en creer que sabemos más que Dios? ¿Por qué nos da miedo o nos resistimos a seguir Sus caminos? Creemos que nos vamos a equivocar haciendo lo que Él dice en el Evangelio y entonces es cuando nos equivocamos. Madre, ábreme las puertas del Corazón de Dios, quiero instalarme en Él. ¡Señor, que se haga tu voluntad y no la mía!. Gloria a Dios.