El camino de la precipitación a la madurez.
Nosotros podríamos postrarnos hoy ante el Señor para pedirle que mejore nuestra comunión en el matrimonio y nos quite el orgullo.
Varias ideas sobre cómo Dios actúa ante nuestras peticiones:
El deseo: Dice San Agustín: “Cristo se mostraba indiferente hacia ella (la cananea), no para negarle la misericordia, sino para hacer crecer el deseo”.
Es una respuesta pedagógica de Dios. Lo inmediato no nos permite aprender. Adán vivió primero la soledad originaria, tal como nos enseña San Juan Pablo II, descubriendo que en toda la creación no había nada semejante a él que pudiese darle una respuesta de amor. Sólo después de descubrir esa gran necesidad, Dios crea a Eva, y por eso, Adán sabe valorarla y la recibe con una emoción única, tal como nos hace ver el Papa en sus explicaciones sobre el amor humano.
“Cristo quiere que el amor esté dispuesto a mirar más allá. Entrar adentro en su misterio. De este modo, los deseos adquieren profundidad, los sentimientos señalan metas más hondas y estables, el amor se va templando y haciendo eterno. Sólo quien sigue este movimiento de los afectos orientándolo hacia la espesura del misterio, podrá ver cómo su amor sube hacia el Padre.” (Betania una casa para un amigo)
La segunda idea es que el movimiento se demuestra andando. Mucha gente piensa que el tiempo lo cura todo. En realidad, o actuamos o el resultado será nulo o incluso un empeoramiento. La mujer cananea, no se conforma. Insiste, lo sigue, grita, se postra, le da la razón… porque sabe que Dios es tan grande que sólo unas migajas son más que suficientes para ella.
Los cristianos somos conscientes de que la intranquilidad, la precipitación y la angustia son síntomas de inmadurez o de falta de fe. Dicho de otro modo, la paz interior y la alegría son la consecuencia lógica de la fe. Así lo expresaba la beata Teresa de Calcuta: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz».
La fe en el amor de Dios nos permite comprender nuestra existencia a la luz de la Providencia de un Padre que nos quiere infinitamente más que nosotros a nosotros mismos.
Esposos, como la cananea, salir del lugar de donde estáis, y buscad vuestro ratito de silencio para orar juntos al Señor, con el mismo ahínco que ella.
Oramos con el Salmo: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.