¿Dónde agarrarme? Comentario para Matrimonios: Marcos 4, 35-41

EVANGELIO

¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

Palabra del Señor.

 

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¿Dónde agarrarme?

La fe se demuestra cuando se levantan las tempestades. Cristo me invita a cruzar de una orilla a otra de la vida, y por en medio, vivimos una vida conyugal “agitada” por las dificultades. Jesús me invita a no perder la calma. Me pregunta por qué tengo miedo y por qué no tengo fe aún. ¡Él está presente!

Pero hay veces que sí soy consciente de su presencia, y confío en Él. Entonces la experiencia que vivo es quedarme impresionado por Su poder.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juanjo: Llevaba mucho tiempo queriendo que nuestro matrimonio saliera de aquel atolladero, pero lo había intentado todo y había perdido ya la esperanza. Cuando ya pensaba que estaba todo perdido, cuando pensaba que no tenía dónde agarrarme, me di cuenta de que sólo podía recurrir al Señor. Así que me puse en Sus manos y le pedí ayuda. No había terminado mi oración, y me llegó un WhatsApp con una invitación a un retiro para Matrimonios. ¡No me lo podía creer! Aquello no podía ser casualidad, y desde luego, no lo era.
Marta: El Señor salvó nuestro matrimonio. Fueron una cadena de acontecimientos. Yo tenía una guardia el fin de semana del retiro, y el mismo día que Juanjo recibió aquella invitación, una compañera me pidió que le cambiase la guardia, así que me quedé libre. Y así, varias cosas que se iban encadenando hasta que acabamos en el retiro aquel. Allí nos convertimos. Fue un antes y un después. Nuestro matrimonio no se había sanado, quedaban muchas cosas por hacer, pero en aquel retiro recibimos le luz, y el impulso que necesitábamos. ¡Gloria a Dios!

Madre,

Son los momentos de turbulencia los que nos permiten demostrarle al Señor que creemos en Él. Son esos momentos también en los que podemos ser luz para los de nuestro alrededor, que se sorprenden cuando nos ven vivir con calma esas situaciones de dificultad. Auméntanos la fe, Madre. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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