EVANGELIO
Señor, enséñanos a orar.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación»».
Palabra del Señor.
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Don de piedad.
La lección de hoy del Señor, es muy útil para los esposos. No hay mejor manera de iniciar la oración que llamando a Dios “Padre” y tomando conciencia de ello. Él nos ama como hijos, y no tenemos nada que temer. Como decía Santa Teresa, solamente esa idea de un Dios que es Padre, es suficiente para caer en contemplación. Entender quién es Él y quién soy yo a su lado, y que Él quiera ser mi Padre, con todo lo que conlleva: amor, entrega, sufrimiento, hacernos herederos suyos, cuidarnos, enseñarnos, perdonarnos, acogernos… ¿Todo un Dios pendiente de mí de esta manera? Poder alcanzar a vislumbrar esto es obra del Espíritu Santo, especialmente por el don de Piedad.
¿Y por qué es útil para los esposos el don de Piedad? Para ser buenos esposos, primero tenemos que reconocernos hijos. Si no descubrimos que todo lo hemos recibido del Padre, que todo nos lo ha dado el Padre, y que nos ama infinitamente, nunca llegaremos a desear responder a Su llamada al Amor (con mayúsculas), ni tampoco llegaremos a percibirnos como hermanos. El don de Piedad me permite mirar a mi esposo con la dignidad de hijo de Dios. Obviamente, no trataré a mi esposo igual si lo veo como “… y a ti te encontré en la calle” que si lo reconozco como un hijo que Dios me ha encomendado para mi misión conyugal. Así le daré la dignidad que merece.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Carlos: (Rezando ante su esposa Teresa) Señor, gracias por esta hermana mía que me has dado por esposa. Sé que es un precioso don tuyo, aunque a veces la mire mal. Deseo acogerla en mi corazón y estar en el suyo, porque sé que ese es tu deseo, que seamos uno, como Vosotros sois uno. Me encuentro muchas dificultades, entre otras, mi propio pecado, pero eso no me va a desviar del rumbo de seguir Tu plan para nosotros. Tú has demostrado que me amas, y sé que no me vas a defraudar. Siguiendo el camino hacia ti, me siento seguro. Gracias Padre, por Tu sobreabundancia. Amén.
Teresa: (Rezando) Señor, me emociona escuchar a Carlos tan enamorado de ti. Le admiro por ese deseo de serte fiel y de acoger nuestro matrimonio como una vocación. Yo también quiero responderte aunque poco puedo ofrecerte ante tanta generosidad tuya. Seguiré luchando por hacer cada día más santo a mi esposo y así, llegar algún día juntos hasta ti para recibir Tu abrazo eterno. Alabado seas Señor. Amén.
Madre,
Compartimos un mismo Padre. Esto me honra y me llena de gozo, porque Él nos une con unos lazos que son más fuertes que la muerte. Así será entre todos cuando Su reino llegue a nosotros en plenitud. Rezo el Padrenuestro hoy con una alegría especial, lleno de esperanza y de júbilo. Padre Nuestro…