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EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Palabra del Señor
Nota: Anuncio en Madrid: MAÑANA 4 de marzo de 2020 a las 20:00h Parroquia Santa María Magdalena (C/ Dracena 23)
De la mano.
Me parece que la oración del Padrenuestro no puede ser más perfecta. Lo tiene todo. Pone a Dios en Su sitio y a nosotros en el nuestro. Somos fundamentalmente hijos, y somos pequeños, necesitados. El mayor desorden es dejar de serlo, y creernos buenos o exigir a otros que lo sean. A ver si dejo ya de hacerlo con mi esposo. Por eso le da el Señor tanta importancia al perdón, porque es la única manera de garantizar la convivencia y la comunión. Líbranos del mal, Señor, sobre todo del orgullo de no aceptarme miserable, la vanidad de creerme mejor que mi esposo y el egoísmo de exigirle porque en el fondo no dejo de pensar en mí.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Sergio: A veces se me olvida quién soy, que soy polvo y en polvo me convertiré. Me ayuda mucho en cada oración tomar conciencia de quién soy y quién es Dios, de mi vida y de la Vida que no es visible, pero que es la que de verdad importa. Me ayuda ver la imagen de ti y de mí, cogidos de la mano como hermanos, ante el gran Dios Infinito y Todopoderoso. Vernos tan poquita cosa, que exigirnos el uno al otro es vanidad de vanidades. Lo único que cabe hacer es ofrecer nuestra pequeñez y ayudarnos mutuamente a no alejarnos de Su sombra.
Mercedes (Esposa de Sergio): Sí, me doy cuenta de que te he exigido que seas más perfecto de lo que eres muchas veces, sin entender, que no tengo ningún derecho, porque la primera que no consigo ser más perfecta soy yo. A veces no me lo acepto a mí misma, y es por pura vanidad. Soy mendiga de la gracia de Dios que es la única que me salva. El otro día, cuando estábamos en el retiro de matrimonios, en los testimonios del final, me daba cuenta de lo hermoso que es cuando uno de aquellos esposos se reconocía públicamente miserable, reconocía que no lo estaba sabiendo hacer, pero tenía mucha esperanza puesta en Dios. Ellos lloraban y nos hacían llorar de alegría, y creo que en nuestro corazón hay un pequeño reflejo de lo que es el Corazón de Cristo. Un corazón contrito y humillado implorando Su gracia, Él no lo desprecia. Lo ve precioso, como yo los veía preciosos a todos los que se presentaban así. Es hermoso ser pequeños y considerarnos pequeños hijos del buen Padre.
Sergio: Dame la mano, miremos al cielo y recemos juntos: “Padre Nuestro…”
Madre,
El Padrenuestro nos coloca en nuestro sitio. Estamos deseando que venga a nosotros Su reino, es tan maravilloso… Mientras no lo vivamos en plenitud, seguiremos perdonándonos con gusto, que es nuestro único camino para el crecimiento en el amor. Alabado sea nuestro Padre que tanto nos ama y al que tanto necesitamos. Amén.