Cuando no sientes al lado a tu esposo.
María Magdalena, al verse perdonada y salvada por Jesús, lo dejó todo para seguirle. Podría ser un hermoso referente para los hombres y mujeres consagrados. Para ella su “esposo” era Jesús. Se reservaba en cuerpo y alma, desde su vocación esponsal, para entregarse a Él el día de su muerte.
Hoy en día hay muchos esposos, especialmente mujeres, que lloran más o menos en silencio la muerte de su relación matrimonial. Probablemente su esposo sigue vivo, pero para ellas está como medio enterrado. Como en un sepulcro que se mantiene medio abierto con la esperanza, ya casi perdida, de que algún día resucite su amor.
Si estás en esta situación, vive este Evangelio. Hoy se oye una voz, de un ángel enviado por Dios, que me dice: ¿Por qué lloras?. Y respondo: Se han llevado a aquella persona de la que me enamoré: Que me seducía, tenía detalles conmigo, yo era el centro de su vida, me contaba sus cosas… se lo/a han llevado: sus negocios, sus egoísmos, la rutina, sus tentaciones… o la muerte, y no sé dónde lo/a han puesto.
Entonces oigo otra voz: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?. Me doy la vuelta y no veo a nadie, pero ahí, de pie, junto a mí, está el mismísimo Cristo. No lo reconozco, pero está. Nunca se ha apartado de mi lado.
Quizás tu esposo/a no ha sabido ser fiel a su matrimonio, y se ha alejado de aquella promesa de “me entrego a ti en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad todos los días de mi vida”. Pero tú sí te has mantenido fiel a esa promesa y has mantenido tu alianza matrimonial a tu esposo/a y … A CRISTO. Porque no olvidemos, que esa promesa se la hicimos los esposos también a Cristo. Y Él no se ha apartado de nosotros, Él tampoco ha fallado a su promesa de permanecer para siempre junto a ti, en tu relación conyugal.
A ti, que vives una de estas situaciones, seas hombre esposo o mujer esposa, Jesús te dice hoy: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro” para interceder por ti. Él puede hacer el milagro de hacerte feliz en tu situación, la que sea, porque le has sido fiel y nunca romperás aquella promesa que hiciste ante el altar. Seguirás unido/a a tu esposo/a, hasta que la muerte te separe.
Ofrécele tu entrega en la Eucaristía, como María Magdalena día tras día, y el milagro se producirá. Díselo a todos: “Hoy (a través de su Palabra), el Señor me ha dicho esto”. Y aunque como Santo Tomás no te crean, Jesús te cambiará la vida.
¡Jesús está vivo! Es real. No lo dudes.
Pero tienes que entregarte y ser como María Magdalena. Ella estuvo presente a los pies de la cruz, en el descendimiento, en el entierro. Era una mujer enamorada buscando el amor desesperadamente, a pesar de su agotamiento. A ella Jesús le llama por su nombre: “María”. Es el consuelo del amado ¿por qué lloras y sufres? Esto tenía que pasar para que venciera el amor. No hay alma que se resista ante el verdadero amor. Santa Rita, Santa Mónica o Santa Madre Carmen son un testimonio de esto, e hicieron santos a sus esposos. Ante una entrega como la de María Magdalena Dios no se puede resistir, y tu esposo o tu esposa… tampoco.
Oramos con el Salmo: ¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.