EVANGELIO
Ni en Israel he encontrado tanta fe.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes; porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
– «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra del Señor.
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Con fe y humildad.
Tres enseñanzas de hoy: El poder de la fe, la eficacia de la humildad y todo movido por la caridad. El Evangelio de hoy nos muestra el poder ante Dios de la fe, tanto que suscita admiración en el Señor. Podemos admirar a Dios con nuestra fe. ¡Qué potente!
Lo segundo es la humildad. Del centurión, claro, pero ¿Y de Jesús que siempre responde ante una actitud humilde? ¡Impresionante!
Pero para que todo ello sea puro, tiene que estar movido por la caridad. Al centurión le mueve el amor hacia su criado, lo que demuestra su buen corazón.
Acudamos al Señor por amor, con fe y sin exigencias. Siempre teniendo claro quién es Él y quién soy yo.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Rosa: Señor, mi esposo no acaba de salir de su egoísmo. Te pido por él, Señor. Yo te ofrezco no quejarme, no repetírselo más veces, te ofrezco mi silencio por él, Señor.
Antonio: Señor, mi esposa sigue teniendo muy poca paciencia, y me regaña constantemente a mí y a nuestros hijos. Te pido Señor por ella. Yo me ofrezco a estar más pendiente de ella y pensar más en sus necesidades que en las mías. Te ofrezco mi servicio por ella, Señor.
Rosa: Señor, no somos dignos de que entres en nuestra casa, pero hágase tu voluntad y no la nuestra.
Antonio: Señor, creemos que Tú eres el autor de nuestro matrimonio, haz en nosotros lo que consideres necesario para que cumplamos la misión que nos has encomendado.
Madre,
Me falta alegría a veces, porque mi matrimonio no esté aún construido del todo. Prometo Madre no quejarme, pero necesito tu ayuda. Señor, no soy digno de esta misión que me habéis encomendado, pero una palabra Tuya, bastará para sanar nuestra unión y que se haga posible. Alabado seas por siempre.
La fe es el don más grande que Dios concede en esta vida. Es imprescindible para llevar una vida cristiana. Sin fe, difícilmente se construye un matrimonio bien avenido. Porque, entre otras cosas, la fe nos ayuda a perseverar en la paciencia hacia el cónyuge y en la enmienda de aquellos actos o actitudes que ensombrece la convivencia conyugal.
Virgen María, Madre Ntra. Ayúdanos a tener la fe y la humildad del centurión del Evangelio, al menos. Porque pedir tener tu fe y humildad sería imposible.