Más que una reparación.
Para el comentario del Evangelio de hoy, nada mejor que las palabras de S. Juan Pablo II (Catequesis 18/05/83) y referirlas a nuestro matrimonio:
Las diferencias no pueden ser motivo de separación entre los esposos: “…Pablo no niega que subsistan diferencias entre los hombres. Lo que quiere afirmar es que estas diferencias no pueden ser ya motivo de división, porque Cristo ha unificado todo en su persona.”
Jesús establece un nuevo modelo de unión entre marido y mujer: ‘Pidiendo al Padre que todos sean uno como el Padre y Él son uno (cf. Jn 17,21-22), Jesús indica el modelo perfecto de la unión que quiere establecer. …La reconciliación es, pues, más que una reparación de la unidad perdida; eleva el acuerdo entre los hombres al nivel de una participación en el acuerdo perfecto que reina en la comunidad divina. No por casualidad subraya la Escritura el papel fundamental que tiene en esto el Espíritu Santo: siendo el amor personal del Padre y del Hijo, es Él quien actúa en la humanidad para realizar una unidad, de la que es el fundamento y el modelo la unidad divina.´
¿Hasta dónde se nos pide esta unión?: ‘Sea cual fuere la ofensa cometida, y aún cuando se haya repetido con frecuencia, el esfuerzo de reconciliación no debe abandonarse jamás, porque el discípulo no puede poner límites a su perdón, según la prescripción que hizo a Pedro: «No hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22).’
Con el mandato de amarnos incluso cuando los esposos nos percibimos como “enemigos”: ‘Al decir: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian» (Lc 6,27), Jesús muestra que la reconciliación debe manifestarse inmediatamente con disposiciones íntimas: aún cuando una reconciliación efectiva no sea todavía posible, a causa de la actitud hostil del otro, el cristiano debe estar animado por un amor auténtico, sincero. Para él está el deber de la reconciliación de corazón, reconciliación personal mediante sentimientos de benevolencia.’
Esposos, no es fácil, por eso no nos deja solos. ¡Somos capaces!: ‘Cristo conoce bien las dificultades que experimentan los hombres para reconciliarse entre sí. Con su sacrificio redentor ha obtenido para todos la fuerza necesaria a fin de superarlas. Ningún hombre, pues, puede decir que es incapaz de reconciliarse con el prójimo, como no puede decir que es incapaz de reconciliarse con Dios. La cruz ha hecho caer todas las barreras que cierran los unos a los otros los corazones de los hombres.’
¿Y dónde está nuestra alegría?: ‘Renovemos, pues, nuestra fe en esta divina energía que actúa en el mundo, y comprometámonos a colaborar con ella para contribuir de este modo a la venida de la paz entre los hombres y a la extensión de la alegría que se deriva de ella.’
Oramos con San Francisco: ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! … Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna.