La morada de los esposos en el cielo
Cristo nos prepara un sitio. No debemos temer. Él vendrá a por nosotros y nos llevará con Él a la morada que ha preparado para nosotros en casa del Padre.
¿Pero qué pasa con nuestra relación de esposos? ¿Se pierde? ¿Se diluye?
En el libro “Llamados al amor” se nos dice que las almas, son como espejos que hacen brillar el amor y la gloria de Dios. Cuanto más limpias, más brillo.
Cuanto más plenamente recibimos el amor de Dios, más capacidad tendremos para donarnos el uno al otro. La comunión con Dios nos desborda. Es como un vaso gigantesco colocado sobre una torre de vasos. El primero rebosa y hace que se llenen y rebosen todos los demás, uniéndonos en lo que el Credo llama “comunión de los santos”.
“La nueva relación de los esposos en el cielo, no destruye su amor tal como lo han vivido en la tierra; más bien revela su plenitud”. Seguiremos teniendo cuerpo, como hombre y mujer; aunque será un cuerpo glorioso, diferente. Y viviremos lo que Juan Pablo II llama “dimensión virginal” de la relación de los esposos.
“Estando ahora más cerca de la fuente de todo don, los esposos disfrutan de la perfecta comunión y paz”.
Hermoso destino. Como para perdérselo ¿Qué os parece?.
Rezamos con el salmo: Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando.
María, Reina de la familia, ruega por nosotros.