EVANGELIO
Los fue enviando.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
-«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor.
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Cierra los ojos…
El problema de nuestra vocación, es que es una llamada de Jesús de la que no somos ni remotamente conscientes. Hoy quiero tomar conciencia de esa llamada y te recomiendo que hagas tú lo mismo: Lee esto, y después cierra los ojos y escucha Su voz…
Aterrizado a la vida matrimonial:
De repente una especie de sueño consciente me arrebata en la oración y me transporta al Reino de los cielos. Es un espacio gigantesco lleno de luz, donde se respira la paz y hay un olor a santidad que inunda todo el interior de mi cuerpo y parece conectar con mi alma haciéndola sentirse en casa. Miríadas de ángeles surcan aquel espacio inmenso yendo y viniendo al servicio de la cohorte celestial y de los seres humanos de la Tierra. Absorto, no sé a dónde mirar mientras un torrente de lágrimas de emoción se agolpan empujando mis ojos como si quisieran salir todas a la vez. Tú, mi esposo, estás cogido de mi mano y, mientras se cruzan nuestras miradas atónitas, no alcanzamos a creer lo que estamos presenciando.
Una voz profunda resuena como un estruendo y nos llama por nuestro nombre. Casi inmediatamente, dos ángeles nos recogen y nos llevan en volandas ante la presencia del Hijo de Dios que ocupa dignísimamente el fastuoso trono de Rey de reyes. Con voz solemne nos mira y nos dice: Yo, os envío y os doy autoridad para realizar vuestra misión de esposos cristianos. No debéis llevar nada para vosotros, llevad sólo aquello que os ayude a entregaros el uno al otro. Los frutos de vuestra entrega serán inmensos, para la gloria de Dios Padre, por los siglos de los siglos.
Tras caer de rodillas y adorarle pletóricos durante largo rato, salimos de allí con una llama de fuego en nuestro interior que nos empuja a lanzarnos hacia lo desconocido, sin importarnos las consecuencias, seguros de que Él nos sostiene y de que Su promesa se cumplirá. Grabamos cada palabra de Su envío en lo más profundo de nuestro corazón, para ser fieles a nuestra misión hasta el último minuto de nuestras vidas.
Pero antes de salir de la cohorte celestial, se presenta ante nosotros un imponente arcángel y nos dice. ¡Alegraos! Os llama la Madre. Y casi sin que nos dé tiempo a reaccionar vapuleados nuestros espíritus por la experiencia anterior, nos presenta ante Ella, ante Su majestuosa sencillez, ante Su arrebatadora humildad, y después de llamarnos por nuestro nombre, nos dice: Estoy preocupada por tantos hijos míos que sufren en sus matrimonios, y por lo que mi Hijo sufre con ellos. Os necesito para que vayáis en su rescate. No deis a ninguno por perdido, por favor. Mi amor maternal estará con vosotros en todo momento y yo os haré llegar las gracias que necesitéis. Contaréis con todo mi amor en esta misión.
Nos postramos ante Ella, le besamos los pies y nos consagramos a Su Proyecto Maternal. Después, salimos de allí henchidos, sabiéndonos elegidos por la Madre de Dios.
¡A ver quién nos para ahora…!
Madre,
Cuando Tú quieras, donde Tú quieras, como Tú quieras. Así sea.