EVANGELIO
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Palabra del Señor.
Ceniglesia.
“Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Señor mi fe es sobre la que se sostiene mi relación de amor contigo. Tú nos atraes, sí, como cuando me enamoré de mi esposo: Una fuerza superior me atrajo hacia el que acabaría siendo mi cónyuge. Es la misma fuerza superior la que me atrae hacia ti y me llama a formar parte de tu Cuerpo, a través del Pan Eucarístico. Ya no actúo como quiera, soy parte de la Esposa que se deja llevar por el Esposo en el baile. Tengo que actuar según Tu voluntad, pues eres la cabeza de todos nosotros. Tu Pan me va transformando y engalanando para el día del baile ante el Rey, el día en que nos desposaremos juntos contigo para toda la eternidad.
Aterrizado a la vida matrimonial:
El Rey organiza una ceremonia para que su Hijo encuentre una Esposa. Pero ninguna dama tiene la oportunidad de desposarse con Él si no ha sido invitado. El Hijo que se siente especialmente atraído por una de las más humildes y necesitadas doncellas, pero no sabe su nombre ni dónde vive, así que ordena enviar una invitación a todas las mujeres del pueblo, sean ricas, pobres, justas o injustas…
Ceniglesia es esa hermosa moza, pero su honor está gravemente dañado por la mala fama que le han creado los envidiosos. Digamos que nadie la considera digna de asistir al baile. Además, Ceniglesia tuvo un encuentro con el Rey hace tiempo, pero cometió muchos desatinos con Él que el Hijo debería enmendar para restaurar su imagen ante el Rey y que éste aceptara su relación con ella.
En realidad Ceniglesia era pobre y miserable, y no era digna de tal Esposo. Ni siquiera tenía un traje digno para acudir al baile. Pero había alguien, la Madrina que había recibido poderes especiales y llegado el momento, acudió a engalanarla. Utilizó el Pan del cielo para convertir los sucios y rotos ropajes de Ceniglesia en el más hermoso y reluciente vestido jamás visto. Una hermosa carroza de la firma EESS, rodeada de Ángeles y la compañía de la Madrina, llevaron a Ceniglesia hasta el lugar donde se celebraba el baile, donde la recibieron con los honores propios de una noble dama.
Allí bailaron el Hijo del Rey y la doncella Ceniglesia un baile que acabó por encandilar al Rey quien, complacido por el profundo amor de Su Hijo, decidió acceder al casamiento que haría a Ceniglesia miembro de Su Familia y heredera del trono real. Y vivieron felices… para toda la eternidad.
Y ¿qué hay del zapato de cristal? Es nuestro esposo, aquel con quien contrajimos matrimonio en la tierra. Gracias a él/ella, el Hijo nos encontrará, porque sólo él/ella está hecho/a para mí. Sólo él/ella encaja conmigo. Esta vez, lo cuidaré mejor, para no perderlo.
Madre,
Qué poco merecíamos y cuánto hemos recibido. A pesar de nuestra pobreza, nuestro Esposo se enamoró de nosotros y nos invitó al baile. Qué alegría. Bendito seas por siempre, Señor.