EVANGELIO
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 36-43
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.
¿Capaz de solucionarse sus problemas?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Hoy en día, se han puesto de moda los escándalos. Es una manera de estar presente en la prensa, en la opinión pública, pero el Señor en el Evangelio dice que “sus ángeles arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego”. Por tanto, ya sabemos el durísimo futuro que les espera a ésos que organizan los escándalos en las iglesias, contra la Iglesia, contra Dios o contra las leyes de Dios. Obran la iniquidad, que es peor que el pecado, porque es ir frontalmente contra las leyes de Dios, contra el matrimonio, contra la vida, contra la familia… Rezamos por su conversión.
Pero pensando más en nuestro entorno, como ya comentamos, la cizaña es una hierba muy similar al trigo, solo que no da fruto. Para los profanos, es difícil de diferenciar. Y tenemos que tener mucho cuidado para que no se nos “cuele” ese pretendido “bien” que no lo es, porque no se realiza en nombre de Dios, sino suplantando a Dios y sus leyes por un hombre capaz de solucionarse sus problemas a sí mismo y que se apoya en otras leyes que aparentan ser buenas. Es lo que el catecismo llama el “seudomesianismo” del Anticristo (CIC Nº 675). ¿No es el divorcio una aparente solución que no es conforme con las leyes de Dios?
Lo cierto es que Dios es grande, y al final, mostrará Su gloria, y “los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. Seamos esposos justos, que brillen en el reino de nuestro Padre.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Marta: Cariño, ¿Sabes que Juan y Manoli se divorcian?
Andrés: Pues no me extraña, pero es lo mejor que podían hacer, sufrían mucho juntos. Es lo mejor para ellos y para sus hijos. Son jóvenes y aún pueden rehacer su vida y encontrar a alguien que les haga más felices.
Marta: Lo mejor que podían haber hecho por ellos y por sus hijos, era esforzarse por ser menos orgullosos y egoístas, y entregarse el uno al otro, para crecer en virtudes, en paciencia, en humildad, etc. con la ayuda de Dios.
Andrés: ¡Sí hombre! La gente no cambia.
Andresito: Papá ¿Os vais a divorciar? Tú discutes mucho con Mamá. Y si os divorciáis ¿Me comprarás la Play como a Rafita, mi compañero de clase?
Andrés: Calla niño, y vete a jugar…
Marta: Andrés, la persona cambia, cuando se deja transformar por Dios, aceptando las circunstancias que viven como un medio de santificación. Ahora el camino que se les abre es el del adulterio, y añadir más destrucción para ellos como personas y oscuridad para sus almas. Y dejarán una herencia oscura para sus hijos. Ya has oído a Andresito. Hay que rezar mucho por ellos y ofrecer muchos sacrificios por su salvación. Hay que intentar estar cerca de ellos para tener la oportunidad de hablarles de la verdad y la belleza del matrimonio. Ahora mismo están ciegos, pero el Señor se apiadará de ellos y los redimirá, si se dejan.
Madre,
Ayúdanos a no desviarnos del camino. Mantener nuestro corazón unido al de Cristo, siempre fieles a la doctrina de Su Iglesia. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.