Archivo del Autor: Proyecto Amor Conyugal

Esposos mansos. Comentario para Matrimonios: Mateo 5, 38-42

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EVANGELIO

 

Yo os digo que no hagáis frente al que os agravia.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

Palabra del Señor.

Esposos mansos.

Estamos adentrándonos en el Sermón de la Montaña que empieza con las Bienaventuranzas. En el Evangelio de hoy es como si el Señor quisiese explicar la de los mansos. Está claro que el que no reacciona con violencia en su corazón ante esas situaciones que podríamos tildar de injustas, es mucho más feliz. El que renuncia a su honra, a sus pertenencias y se entrega con generosidad sin escatimar, dice el Señor que heredará la tierra. El Señor le premiará con 100 veces más dignidad, bienes, alegrías…
Ahora imaginemos un matrimonio en el que ambos son mansos. ¿Cómo iba a ir mal? Qué gran bienaventuranza para el matrimonio esta de los mansos. Os animamos a practicarla.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Luis: Teresa, te veo mucho más complaciente últimamente. ¿A qué se debe?
Teresa: Luis, he experimentado que, las situaciones en las que he respondido a lo que he percibido como una ofensa tuya devolviendo otra igual, no me he quedado en paz, sino más inquieta interiormente que antes. Además, mi relación contigo no ha quedado “en paz”, sino que se ha tensado más y he abierto la puerta a una “segunda ronda” de ofensas peores entrando en una escalada muy destructiva.
Luis: Entonces ¿qué haces? ¿Aguantar? Para mí eso es imposible. Además, se va uno cargando contra el otro, cargando… hasta que estalla.
Teresa: Ante una situación así, me planteo que el culpable es el demonio y toda mi agresividad la vuelco contra él y no contra ti. Es el mal el que a veces me hace ver como una ofensa lo que no lo es y otras veces nos empuja a ofendernos mutuamente. Los dos somos víctimas y no le voy a dar juego al mal. Acojo la injusticia con amor para que Dios haga justicia.
Luis: Te entiendo. Me parece estupendo.

Madre,

Danos la fortaleza necesaria no ceder a nuestros impulsos de negatividad, rechazo, oposición… Dejemos a Dios ser Dios. Él hará justicia. Alabado sea.

Ver la extenuación. Comentario para Matrimonios: Mateo 9, 36-10, 8

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EVANGELIO

 

Llamo a sus doce discípulos y los envió.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 36-10, 8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

Palabra del Señor.

Ver la extenuación.

Jesús nos apunta a Su Corazón que es compasivo, lo contrario de un corazón endurecido que no sufre por el otro, no sabe ver su extenuación.
En el matrimonio es importante experimentar esta compasión de Jesús, antes de ir a sanar en Su nombre. Es habitual que, ante el esposo cuando ha descarriado, lleguen las culpabilizaciones y las exigencias, entonces ya no vamos en nombre del Señor y por tanto no recibiremos el poder de sanar.
Al final es una sanación que todos hemos recibido de Él gratis, y gratis la deberíamos dar. Sin reclamar nada ni echar en cara nada. Sólo compasión y darle al esposo la sanación para la que Dios nos envía en nuestra misión específica del matrimonio de sostenernos en la gracia.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Teresa y Luis, llevan varios días súper bien. El ambiente entre ellos es maravilloso. Pero esta mañana Teresa se ha levantado recordando problemas que aún están sin resolver y se ha apoderado de ella la tristeza. Intenta superarla rezando, pero no deja de mirarse a sí misma y esto le va cansando hasta llegar a la extenuación.
Luis empieza a ver a Teresa que aquel día no está tan agradable como los anteriores, y empieza a decirle cosas como “¿otra vez con lo mismo? ¿No ves que pensar eso no te hace bien? No deberías darle importancia. Ya te estás mirando y claro, ahora vienen las consecuencias…”
El Corazón de Jesús esperaba que Luis padeciese con ella, que “llorase” en su corazón por el sufrimiento de ella, y eso le llevase a animarla, a abrazarla, a hablarle de la confianza en el Señor. Esas actitudes son las que sanan y salvan.

Madre,

Tú eres Santa y estabas padeciendo con Jesús perfectamente para nuestra redención. Qué grande fuiste ante nuestras necesidades. Nosotros nacimos a la fe desde Tu corazón compasivo. Gracias, bendita Madre de los Apóstoles.

¿Qué encontraremos? Comentario para Matrimonios: Lucas 2, 41-51

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EVANGELIO

 

Conservaba todo esto en su corazón.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Palabra del Señor.

¿Qué encontraremos?

Celebramos hoy el Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María. Y la Liturgia nos propone el Evangelio del Niño perdido y hallado en el templo. Una escena en la que el Corazón de María es puesto a prueba. María vive la angustia de estar 3 días sin Jesús. María vivió la angustia, sí, pero no la desesperación. Dios le hizo pasar por ese misterio que Ella no entendió en su momento, pero que guardó en Su Corazón. Seguro que luego le serviría cuando la muerte y resurrección de Jesús, otros tres días sin Él, pero una experiencia que Ella ya había vivido cuando Jesús era Niño.
Y esta es la clave del Corazón de María. Ella siempre iba guardando las cosas de Dios en Su Corazón. Hoy queremos adentrarnos en el Inmaculado Corazón de María ¿y qué encontraremos allí? Las cosas de Dios, o mejor dicho, a Dios mismo. Ni más ni menos.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Mercedes ha sentido que su esposo ha estado muy frío con ella y Carlos su esposo, en cambio, siente que Mercedes le ha hecho una especie de chantaje emocional de manera que tiene que prestarle toda la atención sí o sí por el dramatismo que le imprime a la situación. En realidad, no había ocurrido nada grave, pero esta experiencia les ha llevado a estar tres días con sus corazones alejados el uno del otro. Ambos no entienden nada de lo que les separa, y han estado esos tres días intentando reencontrar el amor entre ellos. Hoy por fin, se han confesado y han sanado sus corazones. Siguen sin entender nada de lo que ha pasado, pero han decidido perdonarse y volver a ocuparse de las cosas del Padre: De construir un matrimonio santo, que para eso han sido creados. Ya no hay dolor en sus corazones porque lo han desterrado. Ahora sólo cabe entre ellos el Amor de Dios.

Madre,

Acógenos en Tu Inmaculado Corazón. Queremos estar en ti, vivir en ti. Somos discípulos de Tu Corazón. Gracias, bendita Madre.

El yugo bendito. Comentario para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

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EVANGELIO

 

Soy manso y humilde de corazón.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

El yugo bendito.

Jesús seguirá encerrado en esa pequeña Sagrada Forma ejerciendo soberanamente esas virtudes de la humildad y mansedumbre que le acompañan en todo momento, y seguirá estando ahí presente mientras haya un alma que rescatar.
Los esposos mansos y humildes saben ver y reconocer esa sagrada Presencia que se esconde tras un trocito de pan, y saben reconocer a Cristo en su esposo. Entran en esa dimensión del misterio que les permite conocer la verdadera realidad. Entrar en el misterio hace la carga más liviana, y el yugo de la conyugalidad pasa a reconocerse como una bendición maravillosa de Dios, y ya no vemos en nuestra unión un yugo que nos ata, sino el amor de Cristo que nos libera y nos engrandece juntos.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Mar: Carlos, te pregunté hace un rato cómo verías tú si dejamos que Carlitos se vaya de campamento después de sus malas notas de este año. Cuando dijiste que muy bien casi sin pensar en lugar de sopesar juntos los pros y contras, me empezó a inundar el humo de la soberbia, pensando que eres demasiado condescendiente sólo porque no habías reaccionado como creía yo que debías haberlo hecho.
Carlos: Sí, me he dado cuenta que te de repente te había cambiado el semblante y te habías distanciado de mí, pero no sabía por qué. Te agradezco que me lo digas ahora.
Mar: Entonces, el Espíritu me ha mostrado que me estaba empezando a verte envuelto en mi propia oscuridad. Grité dentro de mí un fortísimo “¡Basta!” Y le pedí al Señor que me ayudase a verle en ti. De repente se esfumó la oscuridad y me entró un deseo enorme de complacerte, confiando en que la voluntad de Dios me venía a través de ti. Y si estabas equivocado, confiaba en que Él reconduciría.
Carlos: Yo en realidad pensé que el campamento es algo bueno para él, y que sería mejor privarle de otras cosas que le gustan y no le hacen bien.
Mar: Sí, sé que era yo la que me estaba engrandeciendo interiormente. Pero el Señor me ha permitido verle en ti y por eso, ahora quiero pedirte perdón y que me des un abrazo. Yo también quiero que Carlitos vaya al campamento, independientemente de mis razones o las tuyas, porque prefiero que se haga como tú consideras.
Carlos: Muchas gracias, Mar, por tu ejemplo de humildad y mansedumbre. Quedas perdonada y estoy deseando darte ese abrazo que me pides. Pido al Señor que te abrace con mi abrazo.

Madre,

En cuanto nos dejamos llevar por la soberbia empiezan los sufrimientos. Líbranos de esta carga tan pesada. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

¿Quejas contra mí? Comentario para Matrimonios: Mateo 5, 20-26

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EVANGELIO

 

Todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si nuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No matarás», y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Palabra del Señor.

¿Quejas contra mí?

Así me ama Dios, hasta el punto de que no permite que nadie me llame necio o imbécil, porque lo considera tan grave que el que lo haga merece condenarse. ¡Impresionante! Podría parecerme un poco exagerado, porque quizás estoy habituado a ofender a mi esposo sin darle importancia. Pero hoy el Señor me dice que si mi justicia no es mayor que la de los fariseos, es decir, que si practico la típica justicia terrenal al uso, no entraré en el reino de los cielos. Pues lo tengo mal, creo yo…
Antes de ir a comulgar, he de revisar si mi esposo “tiene quejas contra mí”. No si yo las tengo contra él o ella. No, si las tiene él o ella contra mí (aunque no me sienta culpable), porque si es así, estoy obligado a reconciliarme con mi esposo antes de acercarme a recibir al Señor. Esta es la medida del amor de Dios, esta es la medida del perdón de Dios: En Cristo, pide perdón por las ofensas que no cometió y perdona a los que no le piden perdón. Así es la justicia de Dios.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Matrimonio Tutor: ¿Te has reconciliado ya con tu esposo?
Marga: No. No puedo. Me ha hecho mucho daño.
Matrimonio Tutor: Y él ¿Tiene algo contra ti?
Marga: Sí, sobre todo se queja de que no le perdono.
Matrimonio Tutor: No se puede amar si llevas cuentas del mal. Tu esposo merece ser restituido en su dignidad, y Dios le quiere demasiado como para permitir que no le perdones y le mantengas enterrado bajo su pecado.
Marga: Ya, pero es que no siento que le haya perdonado.
Matrimonio Tutor: Tú perdónale y ya gestionarás tus sentimientos heridos, que no tienen nada que ver con el perdón. Reconciliarse significa volver a unirse, porque Dios nos quiere así, unidos, para poder seguir unidos a Él.
Marga: O sea, que no es una cuestión de sentimientos, es una cuestión de voluntad.
Matrimonio Tutor: Correcto. Si Dios tuviese en cuenta todas las heridas que le infringimos, estaríamos aviados. Él tiene el corazón atravesado y rodeado de espinas, tiene las llagas en sus manos y pies, pero aun así, elige seguir unido a nosotros porque no se preocupa de Su dolor, sino de nuestro bien.

Madre,

Nuestra justicia necesita una conversión, transformarse en la justicia de Dios. Madre, enséñanos a querernos tanto que dejemos de medir lo que mi esposo se merece o deja de merecerse. Simplemente miremos su bien, y nuestra unidad, que es lo que Dios espera que hagamos. Alabado sea el Señor que tanto nos ama y nos enseña el verdadero amor.